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domingo, 4 de marzo de 2012

REIR LLORANDO (GARRICK) Juan de Dios Peza




REÍR LLORANDO (GARRICK)
Juan de Dios Peza
Político y poeta mexicano (1852-1910)


Viendo a Garrick –actor de la Inglaterra-
el pueblo al aplaudirle le decía:
“Eres el más gracioso de la tierra
y el más feliz…”
Y el cómico reía.


Víctimas del spleen, los altos lores,
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores
y cambiaban su spleen en carcajadas.


Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
“Sufro –le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.


“Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única ilusión, la de la muerte.


- Viajad y os distraeréis.
- ¡Tanto he viajado!


- Las lecturas buscad
- ¡Tanto he leído!


- Que os ame una mujer
- ¡Si soy amado!


- ¿Un título adquirid quizá?
- ¡Noble he nacido!


- ¿Pobre seréis quizá?
- Tengo riquezas


- ¿De lisonjas gustáis?
- ¡Tantas escucho!


- ¿Qué tenéis de familia?
- Mis tristezas


- ¿Vais a los cementerios?
- Mucho… mucho


- ¿De vuestra vida actual tenéis testigo?
- Sí, más no dejo que me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos mis verdugos.


- Me deja – agregó el médico –  perplejo
es vuestro mal y no debo acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrick, podréis curaros.

- ¿A Garrick?
- Sí, a Garrick… la más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve, muere de risa:
tiene una gracia artística asombrosa.
- ¿Y a mí, me hará reír?
- ¡Ah!, sí, os lo juro,
él sí y nadie más que él; más… ¿Qué os inquieta?

- Así -  dijo el enfermo -  no me curo;
¡Yo soy Garrick!... cambiadme la receta.


¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio.


¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora,
el alma gime cuando el rostro ríe!


Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.


El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.


Juan de Dios Peza


Poema de Juan de Dios Peza inspirado en el autor y dramaturgo británico David Garrick. En el siglo XVIII, con la primera revolución industrial, aparecieron las fábricas, los horarios laborales imposibles, el consumismo y, entre otros importantes avances de la humanidad, 'las depresiones'. Los médicos de la época, ajenos a la futura invención del psicoanálisis y los antidepresivos, tuvieron que recurrir a un remedio natural e infalible para paliar tanta infelicidad: la risa. Los teatros de comedia se llenaron de pacientes que, aun teniéndolo todo, se sentían infelices y los actores, de alguna manera, se convirtieron en terapeutas emocionales. Uno de los 'quitapenas' más reconocidos de esa época fue David Garrick, un inglés que además de actor era escritor, productor y por encima de todo, un cómico infalible con el que nadie podía dejar de reírse.

     “Spleen” era una tenebrosa forma de aburrimiento, de desgano, mortal y sin esperanzas, algo como nuestro “stress” y nuestra “depresión”.

David Garrick (1716-1779). Fue el más eminente actor inglés de su tiempo y el intérprete máximo de los personajes de Shakespeare. Cultivó también la poesía cómica, que recitaba después en escena con excelente acogida del público.

     Pero Garrick, junto con este prestigio de autor-actor, gozaba también de otros prestigios no tan lisonjeros. Entre ellos, el de pedir dinero prestado, que tenía fama de no devolver. Conforme a esta costumbre, un día se dirigió al acaudalado escritor lord Chesterfield, famoso también no tanto por su talla literaria cuanto por sus mordaces ocurrencias.

     Pidió al aristócrata media onza prestada, bajo solemne promesa de devolvérsela antes de un mes. Pensando sin duda, que bien valía la media onza sacudirse para siempre a aquel sablista, Chesterfield se la dio. Pero he aquí que, para sorpresa del conde, Garrick le reintegró la media onza dentro del plazo prometido.

     Pasó el tiempo y un buen día, el actor, prevalido en su puntual devolución anterior, volvió a dirigirse al conde para repetir el sablazo. Pero esta vez dio en el hueso; lord Chesterfield, imperturbable, le contestó con aspereza:

     Te equivocas, Garrick, a mí no se me engaña dos veces.


 


David Garrick

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