REÍR
LLORANDO (GARRICK)
Juan
de Dios Peza
Político y poeta mexicano (1852-1910)
Político y poeta mexicano (1852-1910)
el
pueblo al aplaudirle le decía:
“Eres
el más gracioso de la tierra
y
el más feliz…”
Y
el cómico reía.
Víctimas
del spleen, los altos lores,
en
sus noches más negras y pesadas,
iban
a ver al rey de los actores
y
cambiaban su spleen en carcajadas.
Una
vez, ante un médico famoso,
llegóse
un hombre de mirar sombrío:
“Sufro
–le dijo-, un mal tan espantoso
como
esta palidez del rostro mío.
“Nada
me causa encanto ni atractivo;
no
me importan mi nombre ni mi suerte
en
un eterno spleen muriendo vivo,
y
es mi única ilusión, la de la muerte.
-
Viajad y os distraeréis.
-
¡Tanto he viajado!
-
Las lecturas buscad
- ¡Tanto he leído!
- ¡Tanto he leído!
-
Que os ame una mujer
- ¡Si soy amado!
- ¡Si soy amado!
-
¿Un título adquirid quizá?
- ¡Noble he nacido!
- ¡Noble he nacido!
-
¿Pobre seréis quizá?
-
Tengo riquezas
-
¿De lisonjas gustáis?
-
¡Tantas escucho!
-
¿Qué tenéis de familia?
-
Mis tristezas
-
¿Vais a los cementerios?
-
Mucho… mucho
-
¿De vuestra vida actual tenéis testigo?
-
Sí, más no dejo que me impongan yugos;
yo
les llamo a los muertos mis amigos;
y
les llamo a los vivos mis verdugos.
-
Me deja – agregó el médico – perplejo
es
vuestro mal y no debo acobardaros;
tomad
hoy por receta este consejo:
sólo
viendo a Garrick, podréis curaros.
-
¿A Garrick?
-
Sí, a Garrick… la más remisa
y
austera sociedad le busca ansiosa;
todo
aquel que lo ve, muere de risa:
tiene
una gracia artística asombrosa.
-
¿Y a mí, me hará reír?
-
¡Ah!, sí, os lo juro,
él
sí y nadie más que él; más… ¿Qué os inquieta?
-
Así - dijo el enfermo - no me curo;
¡Yo
soy Garrick!... cambiadme la receta.
¡Cuántos
hay que, cansados de la vida,
enfermos
de pesar, muertos de tedio,
hacen
reír como el actor suicida,
sin
encontrar para su mal remedio.
¡Ay!
¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie
en lo alegre de la risa fíe,
porque
en los seres que el dolor devora,
el
alma gime cuando el rostro ríe!
Si
se muere la fe, si huye la calma,
si
sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza
a la faz la tempestad del alma
un
relámpago triste: la sonrisa.
El
carnaval del mundo engaña tanto,
que
las vidas son breves mascaradas;
aquí
aprendemos a reír con llanto
y
también a llorar con carcajadas.
Juan de Dios Peza
David Garrick
Poema de Juan de Dios
Peza inspirado en el autor y dramaturgo británico David Garrick. En el siglo
XVIII, con la primera revolución industrial, aparecieron las fábricas, los
horarios laborales imposibles, el consumismo y, entre otros importantes avances
de la humanidad, 'las depresiones'. Los médicos de la época, ajenos a la futura
invención del psicoanálisis y los antidepresivos, tuvieron que recurrir a un
remedio natural e infalible para paliar tanta infelicidad: la risa. Los teatros
de comedia se llenaron de pacientes que, aun teniéndolo todo, se sentían
infelices y los actores, de alguna manera, se convirtieron en terapeutas
emocionales. Uno de los 'quitapenas' más reconocidos de esa época fue David
Garrick, un inglés que además de actor era escritor, productor y por encima de
todo, un cómico infalible con el que nadie podía dejar de reírse.
“Spleen”
era una tenebrosa forma de aburrimiento, de desgano, mortal y sin esperanzas,
algo como nuestro “stress” y nuestra
“depresión”.
David Garrick
(1716-1779). Fue el más eminente actor inglés de su tiempo y el intérprete
máximo de los personajes de Shakespeare. Cultivó también la poesía cómica, que
recitaba después en escena con excelente acogida del público.
Pero Garrick, junto con este prestigio de
autor-actor, gozaba también de otros prestigios no tan lisonjeros. Entre ellos,
el de pedir dinero prestado, que tenía fama de no devolver. Conforme a esta
costumbre, un día se dirigió al acaudalado escritor lord Chesterfield, famoso
también no tanto por su talla literaria cuanto por sus mordaces ocurrencias.
Pidió al aristócrata media onza prestada,
bajo solemne promesa de devolvérsela antes de un mes. Pensando sin duda, que
bien valía la media onza sacudirse para siempre a aquel sablista, Chesterfield
se la dio. Pero he aquí que, para sorpresa del conde, Garrick le reintegró la
media onza dentro del plazo prometido.
Pasó el tiempo y un buen día, el actor,
prevalido en su puntual devolución anterior, volvió a dirigirse al conde para
repetir el sablazo. Pero esta vez dio en el hueso; lord Chesterfield,
imperturbable, le contestó con aspereza:
Te equivocas, Garrick, a mí no se me
engaña dos veces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario