ARIDOAMÉRICA
La inmensa zona árida del norte de México. En ella vivieron grupos nómadas o seminómadas que tenían como actividades económicas básicas la caza, la recolección, y en algunos casos la pesca. Los grupos aridamericanos, limitados por las condiciones de su vida material, no alcanzaron a desarrollar formas sociales complejas. Sus únicos utensilios eran el arco y la flecha, el mazo, algunos palos arrojadizos y las redes. Su vestuario era muy simple: consistía principalmente en pieles y algunas fibras vegetales suavizadas y extendidas a golpes de piedra. La escasez de alimento y la dureza del trabajo necesario para apropiarse de él, constituían un fuerte obstáculo para el desarrollo demográfico. Las prácticas abortivas y el infanticidio, así como el abandono de los ancianos débiles, eran comunes. Las prácticas mágico-religiosas estaban vinculadas con las observaciones y los quehaceres más simples y cotidianos; en la mayoría de los grupos no existía concepción alguna de divinidades, como señalan las crónicas coloniales. Cuando los españoles se enfrentaron (desde mediados del s. XVl y hasta el s. XVlll) a los grupos de Aridamérica, quedaron sorprendidos al ver que los magníficos arqueros indios superaban con mucho la fuerza bélica de los lentos arcabuces. El arco y la flecha causaron muchos estragos. Un gran número de ellos acostumbraba a untarle veneno a las puntas de las flechas. Desde niños se les enseñaba a tensar arco y flecha y flechar lagartijas combinando su entrenamiento con la procuración de su alimentación, y a las niñas a fabricar redes para carga, y la técnica de selección y recolección de raíces y frutos. A todos los miembros para hacerlos más tolerantes e inclusive insensibles al dolor, desde niños hasta ancianos continuamente les rayaban la piel, frotándolos con pedernales o con peines formados por dientes de ratón, a algunos en todo el cuerpo, pero lo característico era que a los hombres les rayaran la cara y a las mujeres los pechos. En la carne viva y raída les aplicaban carbón molido mezclado con resinas, con el propósito de dejarles cicatrices toscas y groseras.
La inmensa zona árida del norte de México. En ella vivieron grupos nómadas o seminómadas que tenían como actividades económicas básicas la caza, la recolección, y en algunos casos la pesca. Los grupos aridamericanos, limitados por las condiciones de su vida material, no alcanzaron a desarrollar formas sociales complejas. Sus únicos utensilios eran el arco y la flecha, el mazo, algunos palos arrojadizos y las redes. Su vestuario era muy simple: consistía principalmente en pieles y algunas fibras vegetales suavizadas y extendidas a golpes de piedra. La escasez de alimento y la dureza del trabajo necesario para apropiarse de él, constituían un fuerte obstáculo para el desarrollo demográfico. Las prácticas abortivas y el infanticidio, así como el abandono de los ancianos débiles, eran comunes. Las prácticas mágico-religiosas estaban vinculadas con las observaciones y los quehaceres más simples y cotidianos; en la mayoría de los grupos no existía concepción alguna de divinidades, como señalan las crónicas coloniales. Cuando los españoles se enfrentaron (desde mediados del s. XVl y hasta el s. XVlll) a los grupos de Aridamérica, quedaron sorprendidos al ver que los magníficos arqueros indios superaban con mucho la fuerza bélica de los lentos arcabuces. El arco y la flecha causaron muchos estragos. Un gran número de ellos acostumbraba a untarle veneno a las puntas de las flechas. Desde niños se les enseñaba a tensar arco y flecha y flechar lagartijas combinando su entrenamiento con la procuración de su alimentación, y a las niñas a fabricar redes para carga, y la técnica de selección y recolección de raíces y frutos. A todos los miembros para hacerlos más tolerantes e inclusive insensibles al dolor, desde niños hasta ancianos continuamente les rayaban la piel, frotándolos con pedernales o con peines formados por dientes de ratón, a algunos en todo el cuerpo, pero lo característico era que a los hombres les rayaran la cara y a las mujeres los pechos. En la carne viva y raída les aplicaban carbón molido mezclado con resinas, con el propósito de dejarles cicatrices toscas y groseras.
La escasez de alimentos y su capacidad de supervivencia influía enormemente en sus costumbres: A los recién nacidos si traían algún defecto o deformidad los enterraban vivos y si el parto era gemelar escogían al mejor formado; si la madre moría durante el parto la enterraban junto con el hijo aunque no estuviera muerto. Se mataba también al hijo pues había perdido, al morir su madre, la fuente de alimentación. La comunidad no podía hacerse cargo de él. Era muy común que los hombres dejaran de dormir con sus mujeres al estar éstas preñadas, hasta que pasaran 2 años de crianza de sus hijos. Los abortos eran por la creencia de que al estar mal alimentadas, las criaturas salían débiles y desmedradas. Algunas tribus luego que nacía la criatura les embarnizaban todo el cuerpo con un betún hecho de carbón molido y de recientes orines, fortificándolos y defendiéndolos de algún modo de las inclemencias del tiempo. En muchos casos la lactancia se prolongaba hasta que los hijos tenían alrededor de 12 años de edad. En caso de morir el marido, la viuda tenía que juntarse con el hermano del difunto o con el pariente más cercano de éste, el cual protegería a los hijos y a la mujer, responsabilizándose en la obtención del sustento y su distribución
Finalmente, aparecen textos que hablan de primitivas formas de difusión de la ideología, y de personajes encargados de instruir a algunos jóvenes para transmitir su oficio de magos y médicos de la comunidad. Entre los pericúes tenían, según su secta, el nombre de niparajá o el de tuparán; entre los quaicuras el de dicuinocho y entre los cochimíes el de guama, éstos se presentaban en las fiestas públicas en traje de ceremonia, el cual consistía en una gran capa que les cubría desde la cabeza hasta los pies, y hecha toda de cabellos que recibían de sus discípulos y de sus enfermos. Además de la capa, llevaban en la cabeza un penacho de plumas de gavilán y en las manos un abanico de lo mismo. Los guamas pericúes solían llevar en vez de penacho una corona hecha de colas de ciervo, y los cochimíes llevaban además dos hilos de pezuñas de ciervo en la cintura. A ellos les tocaba dar principio la fiesta fumando tabaco en una caña de piedra, y luego que el guama tenía algo perturbada la cabeza con el humo, comenzaba su predicación.
Extraído del Minidiccionario Enciclopédico Náhuatl (2003) Inédito, de mi autoria.
Extraído del Minidiccionario Enciclopédico Náhuatl (2003) Inédito, de mi autoria.
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