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viernes, 9 de marzo de 2012

OLMECAS Antonio Fco. Rguez. A.

OLMECAS
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado



     Del náhuatl olli, hule, goma, de olini, moverse. Perteneciente o relativo a los olmecas o a su cultura. Se consideraban descendientes de un caudillo llamado Ulmecatl. A partir de su gran desarrollo, en el Preclásico Medio, y de su gran expansión por toda Mesoámerica, sus rasgos van a identificarse en todas las regiones donde se establecen aunque con distintas denominaciones: tenimes, pinomes, chochos, popolocas, olmecas- xicalancas, olmecas-huixtontin. || Miembro de un pueblo antiguo del Istmo de Tehuantepec (entre los estados actuales de Veracruz y Tabasco) anterior a los mayas o contemporáneo de ellos. De los olmecas quedan esculturas en piedra y en jade. El esplendor de los olmecas se sitúa en el Horizonte Preclásico Superior, hacia el s. V a. de C. Existe la hipótesis que étnicamente los olmecas de la cultura de La Venta sea originada de antiguos grupos de filiación mayense. En la etapa plenamente histórica fueron designados con el nombre de olmecas varios grupos de la Costa del Golfo de filiación étnica principalmente nahua-mixteca. Lo que si resulta indudable es que fueron los olmecas de la región de La Venta y del sur de Veracruz, gente de avanzada cultura que influyeron en el posterior desarrollo de las grandes civilizaciones del México antiguo, por lo que se le ha bautizado como la “Cultura Madre”. || Krickeberg comenta que no se podían alabar sus viviendas (desde el punto de vista de los habitantes de la Meseta Central), probablemente porque se contentaban con “jacales”, pues no necesitaban casas de piedra en ese clima tropical. Ellos se proveían de piedra para sus esculturas monumentales en el cerro del Mixe, la Sierra de Santa Marta y el volcán de San Martín.





OLMAN
      Del náhuatl olli, hule, goma, de olini, moverse + man(i), ser, estar, estar colocado; o como maneja Becerra, los que gobiernan: “Donde están los del hule”. Los antiguos mexicanos llamaban Olman, “país del hule” a la zona costera del Golfo, y olmecas a sus habitantes (Rodríguez 2004).



   LOS OLMECAS
     Comentarios extractados de la obra de Soustelle (2003): Hermann Beyer, en 1927, fue el primero que llamó “olmecas” a las representaciones de rostros felinos de San Martín Pajapan y de La Venta. Desde El Viejón (en la comuna de Actopan, Ver.), al norte, hasta La Venta, Tab., al sudeste, esta región que ha menudo se ha definido como el “corazón” de esta civilización, y que Ignacio Bernal, llama la “zona metropolitana” olmeca, se extiende aproximadamente sobre 18 mil kilómetros cuadrados.  Hoy, los olmecas han quedado situados en el tiempo como el primer pueblo civilizado de Mesoamérica. Campbell y Kaufman han emitido la hipótesis de que el lenguaje de los olmecas fue un proto-mixe-zoque. Fueron los primeros en construir vastos centros ceremoniales, en esculpir bajorrelieves y estatuas en altorrelieve, en asociar monolitos horizontales o “altares” con estelas, en cincelar piedras duras. Inventaron símbolos que permanecieron en uso hasta la conquista española, más de dos milenios después de ellos, y probablemente una escritura y un calendario perfeccionado.

     Su arte nos ofrece una multitud de representaciones de la figura humana. La mayor parte de los rostros no son puramente humanos, sino que ofrecen, en diversas proporciones, una mezcla de rasgos humanos y de rasgos felinos. A menudo, los ojos y la nariz son humanos, aquellos oblicuos con el pliegue epicantelial (“ojo mongólico”), y ésta corta y ancha; las mejillas son llenas, pero la parte baja del rostro se prolonga en unas fauces de jaguar, con largos colmillos. Aun si la boca no es enteramente de felino, con frecuencia ha sido tratada de tal manera que evoque el jaguar: labio superior espeso, comisuras estiradas hacia abajo, conformando la boca “desdeñosa” o “cruel”: tal es la “boca olmeca”, tan característica  que basta para precisar el origen olmeca.   

    Otros rostros humanos llevan máscaras (máscaras de aves, en particular). Se apartan de las representaciones humanas por tener un carácter demasiado simbólico y mítico, los “bebés”, más o menos humanos o más o menos felinos, motivo casi obsesionante del arte religioso olmeca, éstos son llevados en brazos de estatuas, o representados en bajorrelieves, en piedras duras, en cerámica. Son asexuados, rollizos, sin cabello.

     Al dedicarse a la busca de piedras semipreciosas raras, jade, serpentina, nefrita, hematita, magnetita o ilmenita, etc., los mercaderes o exploradores -mitad comerciantes, mitad guerreros-  olmecas entraban en contacto con sociedades mucho más rudimentarias que la suya, y en varias de ellas formaban colonias, provocando en sus habitantes progresos decisivos, o acelerando su ritmo al implantar ideas religiosas y esquemas de estructuras sociales, que germinaron y se expandieron en la época clásica. Los ornamentos de cabeza o de orejas, los collares y pectorales, los espejos, revestían una significación profunda en una sociedad jerarquizada. Eran signos de categoría social, de prestigio, de autoridad civil o religiosa.

     Al encontrar estos yacimientos, por ejemplo, de magnetita y hematita en Oaxaca; de jade en  la península de Nicoya, Costa Rica; y la gran variedad de piedras semipreciosas del valle del Balsas; etc. Dejaban en estos sitios colonias mineras, instalando, muchas veces aquí  mismo, talleres.

     A las colonias llegaban jefes olmecas dotados de poderes y de prestigio, y siempre acompañados de servidores, de guerreros y de artistas encargados de manufacturar cerámica, en plasmar en pinturas rupestres y de imprimir en las rocas de las provincias la huella de la presencia olmeca. Aquí como en el área metropolitana, sus esculturas y sus objetos cincelados, sus figurillas de cerámica reflejan una constante religiosa muy fuerte. ¿Qué nos muestra este arte? Sacerdotes y dioses.

     En cuanto a las cabezas colosales, estamos tentados a considerarlas, como los retratos de grandes jefes, de sacerdotes, de príncipes o reyes.

    El pueblo olmeca presentó una “deculturación” que debió producirse a partir del momento en que el hogar metropolitano, hacia 400 a. C., sufrió, por razones desconocidas, un eclipse definitivo (¿fin de los olmecas arqueológicos?). Desde entonces, las colonias, libradas a sus propios recursos en medio de poblaciones autóctonas más numerosas, debieron perder su identidad étnica y cultural, y desaparecer como entidades distintas (¿origen de los olmecas históricos?). Sin embargo, aun diluida –por así decirlo- en la nueva cultura de la Altiplanicie que pronto cobraría auge, primero en Cuicuilco, después en Teotihuacan, la civilización olmeca había hecho su contribución a la de la época clásica, esta edad de oro de Mesoamérica. Esta contribución formó parte de la herencia que el período final del preclásico y la primera fase de Teotihuacan –los dos siglos que se colocan a un lado y otro de nuestra “fecha cero” entre 100 a. C. y 100 d. C. hicieron fructificar tan ricamente. Los rasgos especialmente “costeros” de la civilización de Teotihuacan, pese a la localización de sus centros sobre la gran meseta semiárida, muestran que existieron contactos estrechos entre la gran ciudad teocrática y la Tierra Caliente, contactos que no hicieron sino prolongar una tradición establecida más de un milenio antes por colonos y comerciantes olmecas.

     La expansión olmeca alcanzó la cuenca del valle de México, el río Balsas y el Pacífico, los valles de Oaxaca, Chiapas y Soconusco, prolongándose hasta Guatemala, El Salvador y aun –al menos en forma de descubrimientos- a Honduras y a Costa Rica, es decir, hasta los límites de Mesoamérica, pero no dejó vestigios en la zona donde floreció después la gran civilización maya. Los mayas o, mejor dicho, los que llegarían a ser los mayas clásicos que conocemos, habrían cerrado el camino de su país a sus antiguos vecinos y, sin duda, adversarios.

     El área de expansión de esta civilización coincide con la de las grandes culturas de Mesoamérica. La arquitectura monumental de centros ceremoniales, la escultura, una intensa motivación religiosa, y por último, la cuenta del tiempo y la escritura jeroglífica, son rasgos comunes a las sociedades evolucionadas de la zona mesoamericana. No se les encuentra ni al norte ni al sur de las fronteras que marcan muy exactamente los rastros de la presencia olmeca. Puede decirse, como regla general, que allí donde los olmecas llegaron, la civilización mesoamericana se extendió; donde no llegaron, tal civilización no apareció. Pero… hay una excepción, y de dimensiones enormes: la del país maya, la cual sin llegar a imitar a la cultura olmeca, si llegó a inspirarse, a motivarse en ella.


     Los hallazgos arqueológicos parecen indicar que existió una fuerte zoofilia totémica de parte de los olmecas con su Dios jaguar. Sus fauces abiertas, semejantes a cuevas, representan la entrada del inframundo y del cielo. Sus esculturas antropomorfas, las cuales muestran el prototipo o ideal eugenésico, no eran todo lo deseado y esperado, ni aún infundiéndoles vida  con el sagrado y vitalizador jade (Rodríguez 2004). En Potrero Nuevo (Monumento 3) y en Tenochtitlan (Monumento 1) las excavaciones de Stirling sacaron a luz dos esculturas, por desgracia muy dañadas, que pueden ocultar un significado mitológico muy profundo. Ambas parecen representar una mujer tendida de espaldas, sobre la cual se encuentra un jaguar, interpretando dicha representación el acto sexual entre el felino y la mujer. En Chalcatzingo, el bajorrelieve número 4 muestra dos felinos y dos seres humanos, cada uno de los felinos está a punto de lanzarse sobre uno de los seres humanos aparentemente desnudos, sin sexo evidente, tendidos de espaldas, con un brazo detrás de la cabeza. Semejante interpretación parece creíble si pensamos en la obsesión del jaguar en el arte y la religión olmecas. Los baby face o cara de niños, son figurillas de origen olmeca, muy frecuentes en la zona arqueológica de San Lorenzo Tenochtitlan; representan a los hijos del jaguar; niños olmecas medio jaguares, productos de un padre felino y de una madre humana; deidades del trueno, del relámpago y de la lluvia. Desnudos y a menudo sin sexo, su obesidad es la de los eunucos, en tanto que su expresión y sus ojos oblicuos dan una fuerte impresión de una condición parecida al mongolismo. Su ascendencia del jaguar se muestra en los extremos de la boca jalados hacia abajo. Soustelle (2003: 53-54, 84), Stirling, Mattew W. (1955. Stone monuments of the Río Chiquito, Veracruz, Mexico) y Michael. D. Coe (1965. The jaguar´s children: pre-Classic central Mexico).

     Extraído de mi libro "Los Tuxtlas, nombres geográficos pipil, náhuatl, taíno y popoluca". Analogía de las cosmologías de las culturas mesoamericanas. El cual incluye un diccionario de localismos y mexicanismos.


     Para ampliar esa información, puede buscar en este mismo blog los artículos Mocaya y Popolucas (1 y 2), Tres Zapotes, Azuzul y los gemelos olmecas, así como, Jade o Chalchihuite.


    

5 comentarios:

  1. Muy interesante toda la información que tiene sobre los Olmecas
    gracias por compaartir

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  2. Interesante articulo gracias Antonio por iolustrarno con nuestras raices

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  3. Excelente artículo, felicidades, platícanos mas de los Olmecas en el Pacífico, en Teopantecuanitlan, serían pueblos diferentes a los de San Lorenzo?, porque en el Golfo si se hizo escultura Monumental y en el Pacífico más bien se perfeccionó hasta un grado de maestría la escultura móvil en piedra verde.

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