Translate

martes, 29 de diciembre de 2015

LA TÍA FRINÉ Antonio Fco. Rguez. A.

LA TÍA FRINÉ
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

Imagen de Internet 

    Me encontraba sentado en una banca de la escuela ESBIO fumándome un cigarro cuando se me acerca una linda muchachita de unos 12 a 13 años y, me pregunta: ¡Hola me puedo sentar contigo!, ¡claro que sí!, asentí. ¡Gracias! Contestó. Me le quedé viendo un momento, se sentó muy correctamente,  volteó a verme y de manera  un poco titubeante me dijo: ¡Cómo me gustaría que conocieras a mí mamá! Su pregunta me tomó por sorpresa, pero viendo esa linda carita,  nerviosa, como si se hubiera arrepentido de lo dicho,   inmediatamente le respondí: ¡Igual a mí, sobre todo si es tan bonita como tú!, se ruborizó y dijo: ¡Gracias, la bonita es ella, mi mamá! Sentí que se le iluminó la cara, estaba contenta, se levantó de la banca, me extendió la mano para despedirse diciéndome: Me llamo Amira, mi mamá Friné, ¿Te gustaría ir mañana conmigo a verla?, le sonreí y le dije: ¡Será un placer Amirita!, ¡bien bye!, ¡bye! Ya se había adelantado unos pasos cuando le dije: ¡Oye me llamo Toño!, ya lo sé, me respondió.


     Al día siguiente, Amirita se asomó a la puerta de mi salón de 2º. año de preparatoria. Al verla me acerqué a ella, y me dijo: ¿A qué hora sales hoy para esperarte?  


     Esa misma tarde, caminamos unas 10 o 12 cuadras a su casa, sin esperármelo me tomó de la mano todo el trayecto. Sentí una emoción como de familia.


     Al llegar a su casa, me pidió que la esperara un momento en la entrada. Instantes después salió a buscarme y tomándome nuevamente de la mano, me introdujo a la sala en donde  fui recibido por la bellísima sonrisa de una señora, de unos 35 años de edad, alta delgada, de tez blanca y linda mirada de unos ojos verde claros.


     Amira, me ha hablado mucho de ti, dice que aparte de guapo, eres muy educado e inteligente y sabes mucho –ella te ha escuchado hablando con tus amigos-, y quiere que seas amigo de nosotras, yo le dije que estaba de acuerdo, siempre y cuando tú también accedieras a ello. Me le quedé viendo con una sonrisa y le dije: ¡Aunque no todo lo que ella dijo es cierto, claro que me encantaría ser amigo de ustedes!


     Me invitó a pasar a su mesa a comer y no pude negarme -ya había olido el rico aroma que llegaba desde la cocina. Como siempre es en la mesa en donde se conocen más las personas; me enteré que ella tenía 4 años de haber enviudado de un rico ganadero tabasqueño, y que el rancho lo administraba un hermano de ella. Y que prefirió venirse a vivir a San Andrés Tuxtla por tener aquí sus raíces familiares.


     Me sorprendió además de que era poseedora de una gran cultura y de que se quejaba de no tener alguna persona con la cual hablar sobre ella. Me le quedé viendo como “embobado” y ella casi muerta de la risa, tronó sus dedos y me dijo: ¡Despierta, en que piensas! ¡En que ninguna de mis tías sabe tanto como usted! Soltó tremenda carcajada y dijo: ¡OK, no se diga más, a partir de hoy soy tu tía Friné! Los tres volteamos a vernos, sonreímos y soltamos la carcajada.


     Varios días viernes, Amirita me esperaba a la salida de clases para llegar juntos a su casa a comer y platicar con mí nueva, culta y guapísima tía Friné.


     Algunas veces, la tía Friné, nos decía, jóvenes vamos a la sala que hay sorpresas para ustedes. Sacaba oculto debajo de un cojín un libro y se lo entregaba a Amirita diciéndole: ¡Para mí linda y querida princesita!, dejaba pasar un rato de tiempo con la plática, y sacaba otro libro escondido y decía: ¡Para el joven más apuesto y culto! Pocas veces me sentí tan querido y aceptado, como con estas dos lindas mujeres.


     Lamentablemente, tuve que despedirme de ellas al terminar mi bachillerato. Y por diversas circunstancias les perdí la pista, nunca más volví a saber de ellas.


     Hasta este viernes 25 de diciembre en que a  las 10 de la noche recibí una llamada telefónica: ¡Toño, soy Amirita, mi mamá está muy mal y quiere verte! Viajé temprano a la ciudad de Minatitlán, el taxista me llevó a la dirección que le di. Me recibió Amirita, muy preocupada y con cara de angustia; nos dimos un abrazo al vernos y me puso al tanto diciéndome que se fueron a vivir a Xalapa en lo que ella estudiaba arquitectura, ahí conoció a su futuro esposo y finalmente se vinieron a vivir a la tierra de él.  Que su mamá siempre fue muy independiente y sana, pero desde un medio año a la fecha, primero dejó de leer, de platicar sus reflexiones, y después, le atacó una severa depresión, la cual le ha minado la salud, pues la hiporexia le provocó astenia y adelgazamiento. Parece ser un caso de anhedonia le dije. Sí eso me comentó su psicólogo; en eso llegaron su esposo y  sus hijos y cambiamos la plática.


Imagen de Internet

     Nuevamente, como hace casi 40 años, me hizo esperar, para ser recibido por su mamá. Regresó por mí, y tomándome de la mano como siempre lo había hecho, me llevó ante ella, ante mi tía Friné que se encontraba en su recámara sentada sobre un sillón, muy fina y delicada, con su linda mirada de ojos verdes claros que al verme alzó los brazos, me sonrío y dijo: ¡Ven, necesitaba verte! Con los ojos llenos de lágrimas, me acerqué a ella, me incliné para darle un beso y un amoroso y prolongado abrazo. Y ella alzando la mano intentó tronar los dedos, diciéndome: ¿Y ahora por qué lloras? ¡Por que la quiero tía!


     Se me quedo viendo fijamente y me dijo: ¡Créeme que desde el fondo de mi corazón estoy muy arrepentida de no haberte tomado como un hijo, así nunca nos hubiéramos separado!


     Mi emoción fue mucho mayor, la abracé con todo mi cariño y le dije: ¡Te quiero como a mí madre, y aún me tienes contigo!


     Después de unas largas pausas seguimos platicando…



     ¿Hijo, recuerdas que te dije que García Márquez iba a ganar un premio Nobel? Y que Octavio Paz, pondría trabas para que Juan Rulfo no ganara el premio Príncipe de Asturias…


miércoles, 23 de diciembre de 2015

EL COMBATE DE ROSAS Antonio Fco. Rodríguez A.

EL COMBATE DE  ROSAS 
EL BESO DE LA TÍA

Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


Imagen de Internet

No creo que haber besado a la tía de mí amigo sea un pecado. Sobre todo cuando el beso nos gustó a los dos. Todo tiene una explicación, una razón de ser, al menos así lo pienso yo. Porque  me hago responsable de las consecuencias de ese inolvidable beso.  

     Esa mañana, decididamente el “Olsen”, mi amigo del segundo semestre de Filosofía y Letras, y yo estuvimos a punto de no haber realizado la encomienda que nos pidió su mamá:   -Entregar un álbum de fotos a unas primas de ella. Después de un gran rato de buscar y haber tocado muchas puertas, al fin dimos con las parientes, el “Olsen” no conocía a sus tías Lucrecia y “Chepina”, ambas eran solteras, se dice que señoritas, de unos 30 a 35 años. Las dos aunque se vestían con un poco de recato, eran bastante guapas, ambas de piel blanca, Lucrecia era la más avispada, muy platicadora, de cabellos rubios y unos bellos ojos castaños; en tanto “Chepina”, era de  ojos y cabellos negros, su mirada era dulce e ingenua.


     La primera impresión al verlas fue de asombro, nunca imaginamos que fueran jóvenes, bellas y, muy atentas. Nos invitaron unas sodas y unas galletas. La plática empezó a girar en torno de la infancia de ellas, de cuando vivían en León, Guanajuato, de lo feliz y unidas que eran sus familias, siempre bajo la custodia del padre o de los hermanos mayores, del respeto y el amor a las tradiciones del pueblo, etc. Fue en esos momentos cuando “Chepina” dirigiéndose a mi amigo comentó:


     - ¡Pues de esas tradiciones naciste tú!

    ¿Cómo, cuéntenos cómo fue eso?


     Mira que una de nuestras más bellas tradiciones "El Combate de Rosas" celebrada la noche del día 16 de septiembre, es una de las fechas más esperadas por todos los jóvenes, que apenas asomando la tarde  se van al parque principal a caminar en la periferia de él; los hombres del lado externo y, nosotras las mujeres del lado de adentro. Las mujeres caminamos en sentido contrario a los muchachos, así nos vamos viendo todo el tiempo unos y otras, a este tipo de paseo le llaman “Retreta”. Pero lo bonito en este día, es que los muchachos llevan una flor en la mano para entregarla a la muchacha que más le guste. En cambio, nosotras cuando algún muchacho nos gusta, nos le plantamos en frente y le damos un beso. Eso fue lo que hizo tu mamá cuando vio por vez primera a tu padre. Nosotras que andábamos con ella, aunque era mayor, nunca esperamos que tuviera tanto valor. Como tu mamá era muy guapa, él ni tardo ni perezoso, la empezó a cortejar hasta llegar a casarse. Él era muy atractivo, un pelirrojo recién llegado de más al norte.


     Mi amigo escuchaba esta historia y ponía una cara de incrédulo, él tampoco se imaginaba ver a su madre haciendo tales “desfiguros”.
    
    
     La tía Lucrecia y yo intercambiábamos miradas de agrado por lo que estaba sucediendo, y fue en una de esas miradas que ya no le pude quitar la vista de encima. Ella inmediatamente lo notó, se ruborizó, y sin dejar de verme soltó un profundo suspiro, el cual mi alma atrapó en el aire y lo hizo mío. Por su parte, “Olsen”, seguía muy atento a los relatos de la tía “Chepina”. En ese instante, en ese pequeño espacio, estando muy cerca las dos parejas, se formaron dos mundos: el de mi amigo y su tía, que ya para entonces habían abierto el álbum de fotos para conocer mejor su historia familiar, y, un mundo de miradas trémulas, hambrientas, ansiosas, que parecían salirse de los ojos para tocar y acariciarse una a la otra.


     La tía Lucrecia carraspeó, como queriendo salir de ese trance que la había atrapado y, me dijo: 


     -¡Disculpa, enseguida regreso!


     Yo mismo me sentí apenado por mi insistencia y lo que consideré una falta de respeto hacia ella.


     Y ella, ya no regresó, sino sólo su voz llamándome desde un balcón que daba a un patio interior. Llegué ante ella y con voz nerviosa me dijo:



     ¡Perdóname, me siento una vieja ridícula, entiendo que tus miradas hicieron vibrar todo mi cuerpo, pero tú eres más joven que yo y tendrás muchas novias de tu edad! Al escuchar sus razonamientos no quise contrariarla, pensé que era lo más sensato. Agaché la cabeza, con cierta humildad, como aceptando lo dicho por ella. Y luego la volteé hacia la sala, dando a entender: el reunirnos con mi amigo y su hermana. De súbito, ella se puso delante de mí, y me dio un cálido beso en la boca, levantó sus párpados para ver mi reacción, volvió a  bajarlos y, su beso se volvió un fuego ardiente, sus labios parecían hechos de piedra volcánica, nunca se había formado lava en ellos. Era como un volcán en su primera erupción. Yo era la primera persona que se fundía en ese fuego interno, que me abrasó y me incineró hasta que sólo quedó un rescoldo de mí.


     …Después de inmolar su doncellez me llenó de besos, húmedos y frescos como agua de manantial, los cuales apagaron el fuego que aún ardía en las entrañas de mi cuerpo.


     Me miró a los ojos, su mirada entró y salió de mi mirada, como cerrando un ciclo de pertenencia de mi ser. Me sonrío con alegría, sus ojos castaños brillaron como astros en el firmamento, me abrazó con ternura, me volvió a recorrer con la mirada  y, con una dulce voz me dijo:


      ¡Gracias…!

     ¡Aunque no trajeras una flor en la mano, te estaba esperando…!

     ¡Siempre pensé darme entera en mi primer beso!


     ¡Gracias…!


     A una pequeña distancia  la tía “Chepina” y mi amigo seguían en su mundo... formando una estampa más de su álbum familiar.


lunes, 14 de diciembre de 2015

NUESTRO DIARIO Antonio Fco. Rguez. A.

¡NUESTRO DIARIO!
REFLEXIÓN
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


Creo que llega un momento en la vida del hombre, en que necesitamos recobrar parte de la misma, por lo cual escarbamos en nuestra propia historia, preguntando a los "viejos" ¿cómo éramos?, la mayoría lo hacemos viendo fotos de eventos pasados que nos han resultado inolvidables, incluso fotos antiguas y viejas en que nos observamos con dulzura, con ternura, con risas y hasta con llanto viéndonos niños o jóvenes, acariciándonos a nosotros mismos a través del tiempo y la distancia. Muy pocos tenían su proyector de filminas o de películas familiares, demasiado pocos. Y no sólo nos añoramos a nosotros mismos, también añoramos aquellos recuerdos memorables en compañía de nuestros padres, amigos y hermanos que se han ido, que cumplieron su ciclo y su misión pero dejaron su huella imborrable en todo nuestro ser.



     Era maravilloso oír a nuestros padres, tíos o abuelos relatar historias familiares, o de otra índole muchas de ellas inventadas o formateadas con realidad y fantasía, pero ahí nos tenían absortos, con los “pelos en punta” esperando saltar de miedo o reír de acuerdo al desenlace de las mismas.




     Algunos otros escribimos desde pequeños un "diario". Era muy emotivo para algunos padres regalar un "diario" a sus hijos. Este diario era nuestro mejor amigo, nuestro confidente, el testigo de nuestros descubrimientos, de nuestras pillerías, de nuestras alegrías y de nuestras tristezas, corríamos a él para plasmar nuestros "estados". El candadito o cerradura que traían algunos no era del todo suficiente, era celosamente guardado debajo del colchón, dentro de una almohada, etc., era incompartible y, protegido con todas nuestras armas infanto-juveniles. 


    

     ¿Pero qué pasa cuando hemos perdido todo ese valioso y querido bagaje? Que hemos perdido inclusive hasta a las personas que podían ayudarnos a recobrar toda esa memoria. ¿Llegamos a sentirnos como una página en blanco? o forzamos dándole crank a nuestros herrumbrados y vetustos recuerdos, algunos incluso por vez primera.  

  
     Ahora, debemos escribir una historia, nuestro “diario” de los recuerdos que nos permita explorar y sacar nuestro cerebro. Muchos de ellos serán incompletos, fragmentados igual que toda nuestra vida, la cual pedazo a pedazo hemos ido construyendo. 


domingo, 13 de diciembre de 2015

ACOSO SEXUAL Antonio Fco. Rguez. A.

¡ACOSO SEXUAL!
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


Imagen de Internet
Ya sabrán el por qué preferí salirme de la fiesta antes que acostarme con la hija del dueño de la finca.  Llegué a ese lugar de Santiago Tuxtla invitado por un amigo de ella, y como era mi primera vez con este grupo de amigos de mi edad -de la secundaria-, yo era “el nuevo”, no niego que todos me trataron muy bien, sobretodo ella, que se desvivía en atenciones conmigo. La muchacha no era fea: nalgona, pechugona, cachetona y barrigona, ah pero con unas piernas gruesas y bien formadas y una linda y angelical sonrisa,  aunque confieso que me dio miedo la manera en que me tocaba casi todo el cuerpo al estar platicando conmigo, máxime cuando acercaba su  rostro al mío y le veía la lujuria en los ojos, mi amigo se daba cuenta de ello y parecía divertido al verme todo sonrojado  y, pícaramente me hacía señas indicándome las recámaras que se encontraban cerca de nosotros. Todos los demás se hallaban en la terraza cantando y tocando la guitarra alrededor de unas fogatas y,  viendo como preparaban una rica barbacoa de cochino. Mi amigo salió a alcanzarlos, y entonces ella casi jalándome de los brazos me llevó a una de las recámaras, entrando a ella, cerró la puerta por dentro, yo estaba muy nervioso, ella me abrazó y empezó a besarme, yo no me sentía bien, ella no me gustaba pero no me atrevía a decírselo. Empezaba a desnudarse riéndose de mí quizá pensando que yo era tímido o primerizo, en eso se escucharon unos fuertes toquidos a la puerta y oímos el vozarrón que preguntó:

     ¿Hija estás ahí?

     –¡Sí papá!

   -¿Qué chingaos haces ahí? ¡Ven rápidamente y  atiende a tus amigos! ¡Carajo...!

     Toda espantada me dijo: -¡métete debajo de la cama, que no te vea porque te mata!

     Se volvió a arreglar la ropa y salió de la habitación.

     Minutos después salí de mi escondite de la cama, casi invisible como un fantasma abrí sigilosamente la puerta de la habitación, me escurrí a la salida de la casa y,  caminé 6 kilómetros en plena oscuridad, todo picoteado de zancudos y tábanos, hasta llegar al pueblo, ahí esperé que pasara un autobús y me subí en él rumbo a Catemaco. Entre más me acercaba a mi tierra menos asustado me sentía.


     Y esa fue la razón por la cual preferí salirme de la fiesta, cualquier otra razón que les den no es cierta.


jueves, 10 de diciembre de 2015

LINGÜISTAS Mario Benedetti

LINGÜISTAS
[Cuento. Texto completo.]
Mario Benedetti



Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del congreso internacional de lingüística y afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y sus papeles y se dirigió a la salida abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos, eniólogos, críticos estructuralistas y deconstruccionalistas, todos los cuales siguieron su barboso desplazamiento con una admiración rallana en la grosemática. De pronto, las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica: ¡Qué sintagma, qué polisemia, qué significante, qué diacronía, qué centrar ceterorum, qué zungespitze, qué morfema! La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas. Solo se la vio sonreír, halagada y, tal vez, vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído: ¡Cosita linda!


FIN


ES QUE SOMOS MUY POBRES Juan Rulfo

ES QUE SOMOS MUY POBRES
Juan Rulfo


Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estarnos arrimados debajo del tejaván, viendo cómo el agua fría que caía del cielo quemaba aquella cebada amarilla tan recién cortada.

     Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir doce años, supimos que la vaca que mi papá le regaló para el día de su santo se la había llevado el río. El río comenzó a crecer hace tres noches, a eso de la madrugada.

     Yo estaba muy dormido y, sin embargo, el estruendo que traía el río al arrastrarse me hizo despertar enseguida y pegar el brinco de la cama con mi cobija en la mano, como si hubiera creído que se estaba derrumbando el techo de mi casa. Pero después me volví a dormir, porque reconocí el sonido del río y porque ese sonido se fue haciendo igual hasta traerme otra vez el sueño.

     Cuando me levanté, la mañana estaba llena de nublazones y parecía que había seguido lloviendo sin parar. Se notaba en que el ruido del río era más fuerte y se oía más cerca. Se olía, como se huele una quemazón, el olor a podrido del agua revuelta.

     A la hora en que me fui a asomar, el río ya había perdido sus orillas.

     Iba subiendo poco a poco por la calle real, y estaba metiéndose a toda prisa en la casa de esa mujer que le dicen la Tambora. El chapaleo del agua se oía al entrar por el corral y al salir en grandes chorros por la puerta. La Tambora iba y venía caminando por lo que era ya un pedazo de río, echando a la calle sus gallinas para que se fueran a esconder a algún lugar donde no les llegara la corriente.

     Y por el otro lado, por donde está el recodo, el río se debía de haber llevado, quién sabe desde cuándo, el tamarindo que estaba en el solar de mi tía Jacinta, porque ahora ya no se ve ningún tamarindo.

     Era el único que había en el pueblo, y por eso nomás la gente se da cuenta de que la creciente esta que vemos es la más grande de todas las que ha bajado el río en muchos años.


     Mi hermana y yo volvimos a ir por la tarde a mirar aquel amontonadero de agua que cada vez se hace más espesa y oscura y que pasa ya muy por encima de donde debe estar el puente. Allí nos estuvimos horas y horas sin cansarnos viendo la cosa aquella. Después nos subimos por la barranca, porque queríamos oír bien lo que decía la gente, pues abajo, junto al río, hay un gran ruidazal y sólo se ven las bocas de muchos que se abren y se cierran y como que quieren decir algo; pero no se oye nada. Por eso nos subimos por la barranca, donde también hay gente mirando el río y contando los perjuicios que ha hecho.

     Allí fue donde supimos que el río se había llevado a la Serpentina la vaca esa que era de mi hermana Tacha porque mi papá se la regaló para el día de su cumpleaños y que tenía una oreja blanca y otra colorada y muy bonitos ojos.


     No acabo de saber por qué se le ocurriría a La Serpentina pasar el río este, cuando sabía que no era el mismo río que ella conocía de a diario. La Serpentina nunca fue tan atarantada. Lo más seguro es que ha de haber venido dormida para dejarse matar así nomás por nomás.

     A mí muchas veces me tocó despertarla cuando le abría la puerta del corral porque si no, de su cuenta, allí se hubiera estado el día entero con los ojos cerrados, bien quieta y suspirando, como se oye suspirar a las vacas cuando duermen.

     Y aquí ha de haber sucedido eso de que se durmió. Tal vez se le ocurrió despertar al sentir que el agua pesada le golpeaba las costillas.

     Tal vez entonces se asustó y trató de regresar; pero al volverse se encontró entreverada y acalambrada entre aquella agua negra y dura como tierra corrediza. Tal vez bramó pidiendo que le ayudaran.

     Bramó como sólo Dios sabe cómo.


     Yo le pregunté a un señor que vio cuando la arrastraba el río si no había visto también al becerrito que andaba con ella. Pero el hombre dijo que no sabía si lo había visto. Sólo dijo que la vaca manchada pasó patas arriba muy cerquita de donde él, estaba y que allí dio una voltereta y luego no volvió a ver ni los cuernos ni las patas ni ninguna señal de vaca. Por el río rodaban muchos troncos de árboles con todo y raíces y él estaba muy ocupado en sacar leña, de modo que no podía fijarse si eran animales o troncos los que arrastraba.

     Nomás por eso, no sabemos si el becerro está vivo, o si se fue detrás de su madre río abajo.

     Si así fue, que Dios los ampare a los dos.

     La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda suceder el día de mañana, ahora que mi hermana Tacha se quedó sin nada. Porque mi papá con muchos trabajos había conseguido a la Serpentina, desde que era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella tuviera un capitalito y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis otras dos hermanas, las más grandes.

     Según mi papá, ellas se habían echado a perder porque éramos muy pobres en mi casa y ellas eran muy retobadas. Desde chiquillas ya eran rezongonas. Y tan luego que crecieron les dio por andar con hombres de lo peor, que les enseñaron cosas malas. Ellas aprendieron pronto y entendían muy bien los chiflidos, cuando las llamaban a altas horas de la noche. Después salían hasta de día. Iban cada rato por agua al río y a veces, cuando uno menos se lo esperaba, allí estaban en el corral, revolcándose en el suelo, todas encueradas y cada una con un hombre trepado encima.

     Entonces mi papá las corrió a las dos. Primero les aguantó todo lo que pudo; pero más tarde ya no pudo aguantarlas más y les dio carrera para la calle. Ellas se fueron para Ayutla o no sé para dónde; pero andan de pirujas.

     Por eso le entra la mortificación a mi papá, ahora por la Tacha, que no quiere vaya a resultar como sus otras dos hermanas, al sentir que se quedó muy pobre viendo la falta de su vaca, viendo que ya no va a tener con qué entretenerse mientras le da por crecer y pueda casarse con un hombre bueno, que la pueda querer para siempre. Y eso ahora va a estar difícil. Con la vaca era distinto, pues no hubiera faltado quien se hiciera el ánimo de casarse con ella, sólo por llevarse también aquella vaca tan bonita.

     La única esperanza que nos queda es que el becerro esté todavía vivo. Ojalá no se le haya ocurrido pasar el río detrás de su madre.

     Porque si así fue, mi hermana Tacha está tantito así de retirado de hacerse piruja. Y mamá no quiere.

     Mi mamá no sabe por qué Dios la ha castigado tanto al darle unas hijas de ese modo, cuando en su familia, desde su abuela para acá, nunca ha habido gente mala. Todos fueron criados en el temor de Dios y eran muy obedientes y no le cometían irreverencias a nadie.

     Todos fueron por el estilo. Quién sabe de dónde les vendría a ese par de hijas suyas aquel mal ejemplo. Ella no se acuerda. Le da vueltas a todos sus recuerdos y no ve claro dónde estuvo su mal o el pecado de nacerle una hija tras otra con la misma mala costumbre. No se acuerda. Y cada vez que piensa en ellas, llora y dice: “Que Dios las ampare a las dos.”

     Pero mi papá alega que aquello ya no tiene remedio. La peligrosa es la que queda aquí, la Tacha, que va como palo de ocote crece y crece y que ya tiene unos comienzos de senos que prometen ser como los de sus hermanas: puntiagudos y altos y medio alborotados para llamar la atención.

     -Sí -dice-, le llenará los ojos a cualquiera dondequiera que la vean. Y acabará mal; como que estoy viendo que acabará mal.

     Ésa es la mortificación de mi papá.

     Y Tacha llora al sentir que su vaca no volverá porque se la ha matado el río. Está aquí a mi lado, con su vestido color de rosa, mirando el río desde la barranca y sin dejar de llorar. Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se hubiera metido dentro de ella.

    Yo la abrazo tratando de consolarla, pero ella no entiende.


     Llora con más ganas. De su boca sale un ruido semejante al que se arrastra por las orillas del río, que la hace temblar y sacudirse todita, y, mientras, la creciente sigue subiendo. El sabor a podrido que viene de allá salpica la cara mojada de Tacha y los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente comenzaran a hincharse para empezar a trabajar por su perdición.





lunes, 7 de diciembre de 2015

LA STAR ESPAÑOLA Antonio Fco. Rodríguez A.

LA STAR ESPAÑOLA
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado




Antes de regresar a casa había que borrar evidencias, así que,  aún con miedo de ser atacados por los cocodrilos, bajamos a la laguna de Nixtamalapan y “Chico” lavó la mancha de sangre de su camisa blanca. Eran cerca de las dos de la tarde cuando salimos al pueblo por el camino del Hotel “Las Jacarandas” de los Llinas, más adelante, nos despedimos los tres jurando no decir nada de esto a nadie.

     Entre más me acercaba a mí casa más lentos y pesados sentía mis pasos, estaba muy arrepentido de lo que había hecho. Mi madre, igual que siempre, se encontraba sentada en la sala cuidando el negocio de las revistas. La saludé cómo si nada hubiera pasado y me fui a mí cuarto, intenté dibujar un rato pero no pude, mis ojos estaban anegados de lágrimas de coraje, impotencia y miedo.

     Muchas horas antes, de ese mismo día, esperé a que mi hermana Mary saliera de su cuarto, me metí rápidamente en él, abrí el ropero y tomé la pistola que le había regalado su novio José Capote. Una vez en mis manos no dejaba de admirarla, de soñar despierto, una pistola de verdad, una pequeña escuadra Star Española calibre 22, la cual cabía perfectamente en la bolsa de parche de mi pantalón, a mis 14 años me sentía soñado, todo un vaquero del Viejo Oeste. Así que salí a la calle y me encontré a mis amigos Tomás Montoya y a su hermano Francisco “Chico”, muy emocionado les mostré la pistola, les invité a usarla, y al poco rato ya íbamos los tres rumbo al monte a las faldas del Cerro Puntiagudo y del Volcán Nixtamalapan.

     Como si fuéramos niños con juguete nuevo, nos divertimos, alternando la pistola, le tirábamos balazos a las iguanas y a las aves y a todo aquel “blanco” que nos sirviera como diana para presumir nuestra puntería. Afortunadamente, para los pobres animalitos, los tres éramos malos tiradores.

     Estábamos tan absortos en nuestro regocijo, que no vimos de dónde surgió aquel tipo que de momento estaba ya junto a nosotros. Era un ranchero, de unos 30 años de edad, de tez prieta, de complexión recia, y de mirada adusta, el cual a modo de saludo nos preguntó:

- ¿Son ustedes de aquí?,
¡Sí, contestamos los tres!

-¿Saben quién soy yo?
¡No, les respondimos!

Nos contestó ¡Soy un ladrón! Y al momento de decirlo rápidamente y con fuerza me arrebató la pistola de la mano rompiéndole con la cacha de la misma la boca a “Chico”, nos dejó paralizados y cuando quisimos responder el ya huía entre el monte llevándose la pistola aún con balas. Lo que nos hizo desistir de ir tras él.

     Dos o tres días más tarde, mi hermana Mary se dio cuenta de la desaparición de la pistola y me preguntó por ella, le dije que yo no sabía nada. 


     Al día siguiente me pidió que la acompañara con una viejita cartomanciana que vivía a unas dos cuadras del “Cerrito”. Nos sentamos mi hermana y yo enfrente de la viejita, la cual tenía los dos ojos como espejos debido a sus cataratas y, que previo a una extraña plegaria sacaba y acomodaba las cartas del mazo, y a la vez, debido a su escasa visión, repasaba una a una con los dedos como queriendo cerciorarse de no estar equivocada. Interrumpió su lectura ritual, guardó una a una las cartas acariciándolas con gratitud por el secreto develado, se mantuvo en silencio un par de minutos como si meditara, y volteó hacia mí mirándome brevemente a través de sus dos lunas llenas, escudriñándome  creo hasta lo más recóndito del alma. Y como si saliera de un profundo trance respiró hondamente en medio de un par de convulsiones. Fue entonces que habló con voz pausada y convincente, diciendo:


     - ¡Señora, veo que tiene dos hermanos menores y, el más pequeño  fue quien sacó la pistola, se fue con unos amigos,  y un enviado de las fuerzas oscuras se las quitó! Y agregó:

     ¡Den gracias al cielo de que este demonio sólo se haya llevado la pistola y que no les hiciera más daño!

     El veredicto de la viejita me lleno de escalofríos, nunca pensé ser descubierto por este medio; pero lo que más temor me dio fue al describir ella la naturaleza maligna del tipo ese. Mi hermana también se impactó con la respuesta, tanto así que en lugar de regañarme me abrazó fuertemente y me llenó de besos.


sábado, 5 de diciembre de 2015

EL ROBO Salvador Herrera García

EL ROBO
Salvador Herrera García


Todo está silencioso. Todo duerme. Hasta la luna alumbra semioculta entre las nubes. Los caminos blancos se recortan sobre el oscuro cuadro del pueblo sumergido en la noche. De unas que otras ventanas y rendijas se escapan tenues destellos del fuego de candiles y braceros hogareños, únicos testimonios de vida en el pueblo dormido.

     Por uno de los senderos polvorientos camina un hombre. Su paso es cansado y su sombra se proyecta fantasmal sobre la tierra seca y blancuzca. Los perros callan, no le ladran porque el silencio les robó el ladrido.

     El hombre se acerca a la primera casa, a la ventana por donde escapa la luz y de pronto se retira dejando solamente oscuridad. Se dirige a otra casa, a otra y a otra. Así, al paso del extraño caminante, todas las rendijas puertas y ventanas se hacen cómplices de las tinieblas…

     Ya el visitante camina por la última callejuela, apresura su andar y se pierde en la lobreguez de la barranca…

     Al amanecer, las veredas se pueblan de escuálidas figuras envueltas en jirones de rebozos. Como tristes y adoloridos fantasmas, las mujeres se reúnen a deliberar en la plaza barrida por el viento inclemente. Murmuran, buscan un consejo…

     Pero ¿Quién pudiera aconsejarlas? Sus hombres se fueron hace tiempo a buscar la fertilidad de otras tierras…Los ancianos han muerto…Dios no está; el templo fue cerrado hace años, cuando asesinaron al cura…

     Se sienten solas, despojadas, más míseras que nunca…Porque el fuego del hogar, el de candiles y braceros, su última pertenencia, les fue robado la noche anterior por un desconocido, que manchó la blancura de los caminos polvorientos con su siniestra sombra.


© SHG


viernes, 4 de diciembre de 2015

SEPARACIÓN DE LA PAREJA Antonio Fco. Rguez. A.

SEPARACIÓN DE LA PAREJA
REFLEXIÓN
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado



Amiga (o) cuídate mucho y sobre todo REFLEXIONA. Si alguien quiere salir de tu vida existen varias razones para ello:

1). No es porque no te quiera, varias veces lo hacemos para no seguir lastimando, cuando sabemos que no vamos a cambiar, o porque la permanencia juntos implicaría una sobrecarga para ti (en caso de enfermedad, etc.).

2). Cuando realmente ha dejado de quererte, sin que ello implique odio ni rencor, aquí esa persona debe tener nuestra comprensión, no debemos atar a nadie, como tampoco deben atarnos a nosotros si somos los que queremos salir.

3). Y claro que esas  personas no son las idóneas, pero fueron sinceras o pretendieron serlo.

4). Las personas más valiosas del mundo somos nosotros mismos, pero muy poco nos valoramos, y preferimos "entregarnos" a la otra que tampoco se valora, que tampoco se quiere a sí misma, y ahí se encuentra gran parte de nuestra desdicha.

5). cuántas veces hemos escuchado que el amor no es eterno, refiriéndonos al carnal (erótico, lascivo), al de pareja.

6). entendamos que el hecho de amar a una persona no obliga a ésta igualmente a amarnos.

7). ¿Quién nos entiende? queremos dejar a una persona para ser felices y, a la vez no permitimos que esa persona se vaya de nuestro lado para encontrar su propia felicidad.



8). Vale más estar solo que mal acompañado, o sola en compañía ¿qué opinas de esto?


¿Orígenes…?

     Qué duro es que nos formen como príncipes y princesas, como muñequitos lindos. Que nos resuelvan todas nuestras necesidades y preocupaciones. Que sólo sepamos de nuestros derechos, sin que nunca nos enteren de nuestras obligaciones. Que no nos dejen ser nosotros mismos, sino sólo marionetitas de sus deseos, sus gustos y antojos. Llegamos a crecer sin haber sido nunca independientes, y la peor fatalidad es encontrarnos a alguien igual que nosotros.

     Por eso lloramos cuando nos dejan, cuando  sentimos que perdemos nuestro gran apoyo. ¡Pero qué tal…! Cuando somos nosotros quienes dejamos o abandonamos ese apoyo para buscar un apoyo nuevo o mayor... ¡Qué lloren los otros!



     Muy pocas parejas son co-dependientes, mostrando un grado mayor de inteligencia emocional o de madurez.


martes, 1 de diciembre de 2015

QUIJOTE EN CAMPAÑA Antonio Fco. Rguez. A.

QUIJOTE EN CAMPAÑA
MICRORRELATO
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado



El político Miguel Serdán andaba en campaña, no le importaba andar sucio y sudado atravesando milpas y nopaleras, entró a la pobre ranchería con su fiel secretario Juan Sánchez, sacó su magnavoz para reunir a la gente. Esta venía en pequeños grupos los cuales se  juntaron enfrente del político. Era gente alta, fornida,  de noble  mirada, que lo observaba con incredulidad y desconfianza. Les preguntó sobre sus necesidades inmediatas, lloró junto a ellos al escuchar tantas desgracias. Tomó nuevamente el magnavoz y les dijo: -¡Amigos, sin importar si el voto me favorece o no, no les prometo, les juró en nombre de Dios que todo lo escucha y ve que vendré ayudarlos a que mejoren sus vidas y sus tierras! Ahora, la  gente lo miraba con agrado. De momento… tembló de miedo pues uno de los más fornidos rancheros rápidamente se abalanzó sobre él y lo apretó fuertemente entre sus brazos al momento que le decía:


-¡Muchas gracias señor cura, muchas gracias!