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viernes, 30 de septiembre de 2016

LA BRUJA Antonio Fco. Rguez. A.

“LA BRUJA”
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

 Imagen de Internet

Anoche, como es habitual, me estaba quedando dormido leyendo. Recuerdo que los bostezos me jalaban hacia la recámara.  Me resistía por estar atrapado en una apasionante lectura. Así que, para hacer sinergia a mi pasión me levanté del asiento y me serví una taza de negro y caliente café. No me sirvió por mucho mi estrategia. Opté por hacerle caso a mis bostezos. Me acosté boca arriba sin dejar de leer. En dos o tres ocasiones, me venció nuevamente el sueño, cayendo y golpeándome el libro sobre la cara. Algo que yo disfrutaba. Claudiqué a mi lectura y me acomodé para dormir.
     

     Unos toquidos ininterrumpidos a la puerta hicieron levantarme para averiguar quién tocaba a esas horas de la noche. Antes de abrir pregunté quién era y nadie me contestó. Intrigado abrí la puerta y en efecto, nadie había. Excepción de un maloliente aroma humano. Es mí cansancio de tantas noches sin dormir bien –pensé.
     

     Me acosté nuevamente a dormir. Pero ya no pude conciliar bien el sueño, escuchaba ruidos fuera de casa. Y mis narinas se habían impregnado del miasma de la entrada. Trataba de no darles importancia alguna. Me venció nuevamente el cansancio y  me quedé dormido, pero creo que no fue por mucho tiempo. Entre sueños escuché el estrépito y el caer de cristales junto a mi cama. Sentí que una férrea mano me jalaba de un brazo. En ese momento supe que no estaba soñando, que no era presa de una terrible pesadilla. Abrí los ojos y me espanté de ver una cabeza con greñuda cabellera y la horrenda faz de una mujer cuyos ojos azabaches tenían destellos vesánicos. Realmente estaba  empanicado, bloqueado de terror. Para entonces, ella ya había sacado parte de mí brazo por la ventana y lo mordía queriendo comérselo. El dolor me hizo retorcer todo el cuerpo. En eso reparé en el gran crucifijo metálico que estaba sobre la cabecera de mi cama, y con un sobreesfuerzo lo agarré y con él empecé a golpear la mano que me sujetaba.
     

     Escuché sus quejidos que más bien sonaban como monstruosas carcajadas, soltó mi brazo y arremetió queriendo romper la ventana que nos separaba. Cerré con mucha dificultad las dos hojas de la misma, y rezando me atreví a recargar el crucifijo en ellas pensando en que fuera una bruja u otro ser endemoniado.
     

     Realmente sentí que estaba llegando al límite de mis fuerzas, aumentando mi preocupación y mis miedos. Cerraba mis ojos pensando que al volverlos abrir despertaría de esta cruenta pesadilla.

     

     A lo lejos, se oía el ulular de la sirena de una ambulancia, la cual se acercaba a gran velocidad. Escuché que frenó con rudeza del otro lado de mi ventana, oyéndose distintas voces, gritos, fuertes pisadas corriendo. Alguien gritó – ¡la tengo! y al unísono sonaron las monstruosas carcajadas.




miércoles, 28 de septiembre de 2016

EL CHALECO DEL BRUJO Leyenda araucana

LA CAMISETA DEL BRUJO
Leyenda araucana

Machi imagen de Wikipedia

Doña Rosalía ya se lo había advertido en un par de oportunidades, que si no sanaba pronto a su marido tenía que vérselas con sus hijos.


_ "A vuelta del Navarino van a regresar de la Argentina, Pelapecho maldecío", le gritaba a pleno camino público.


Don Carmelo Barría había sido un hombre robusto y bueno para el trabajo, pero por cuestión de deslindes se enemistó con Juan Estanislao, brujo rematado según el vecindario. Ahora no era ni la sombra de lo que fue hace un año.


Primero lo sajaban a pleno día. Después lo extraviaron en su propio monte, a cuenta una manchita de matorrales, que cuando uno estaba entrando por un lado ya estaba saliendo por el otro. Pero ahí estuvo dando vueltas medio día -enlesado- hasta que su vieja lo salió a buscar y lo encontró difareando, sentado en un palo podrido.


Después de este percance ya no fue el mismo. Empezó a ponerse maganto y falto de apetito.
Lo llevaron al médico, a Castro, pero sus vecinos les aconsejaron que estaban perdiendo plata porque ese era trabajo de una machi. Pero ésta se declaró incompetente porque el raiguae era muy poderoso y no podía contrarrestarlo. Sin embargo, le dio algunos consejos. Pero necesitaba a sus hijos para eso.



Después cayó en cama y entonces -cuentan los vecinos- era una función cada noche con tanto lucerío que transitaba la casa. Doña Rosalía se confundía, atendiendo siembras, sus animalitos, a su marido y a los brujos por la noche. Pájaro que se aposentara salía persiguiéndolo con tizones del fogón.


_"¡A cuentas un puñado de huesos está mi viejo! -le gritaba la mujer-. ¡Espérate que vengan los chicos -lo amenazaba- ahí te quiero ver, brujo sarniento!".


Y así fue como una tarde de otoño, en la lancha de recorrido se bajaron dos mocetones gruesos, forzudos, cargando pesados cacharperos y un par de valijas de madera terciada.


Después de los llantos de rigor, la madre les contó, con más detalles que en las cartas, lo que estaba sucediendo en su hogar. Los muchachos escucharon en silencio y con sigilo salieron de la casa antes que amaneciera.


Lo pillaron todavía en su cama. Y con ese vozarrón autoritario que identifica a los viajeros a la Patagonia, uno de ellos le gritó de afuerita del cercado.


_"¡ Sale de tu cama, brujo flojonazo, que aquí te precisamos !".


A penas se acercó lo tomaron de un ala y se lo llevaron. No hubo palabras durante el trayecto.


Al llegar, lo introdujeron en el dormitorio y fue atrincado por la familia. El viejito, acurrucado en su poncho café, negaba todo con monosílabos. Doña Rosalía ordenó:


_"Ahora, sáquenle esa manta. Ahí dentro debe traer su macuñ".

Apareció una camiseta ennegrecida por el hollín y grasienta, que le quitaron en el acto.


Quedó en puros cueros, encogido y protegiéndose el pecho.


_"¡Máchavete ahora! -hijo de satanás-" le replicó la mujer.


El anciano recogió su poncho y en dos zancadas alcanzó la puerta.


Ahora chicos -ordenó la madre más calmada- va-yan a buscar unas varitas bien sobaditas y fuertes porque a esta camiseta la vamos a moler a palos. Este es el chaleco con que ese brujo miserable vuela cada noche. Májenlo bien esto, una hora cada día, hasta que tengamos resultados. Al día siguiente -contaban los vecinos- el viejo Juan Estanislao cayó en cama.


_"¿Y cómo va el enfermo aquí?", preguntaban curiosos.


_"Saben, -contestaba doña Rosalía- arregentando está. Hoy, hasta unas papitas al rescoldo comió".


Y así no más fue. A la semana, la camiseta no era más que un puñado de hilachas y la salud del embrujado ya se había recuperado casi por completo. El día que salió al corredor de su casa, aprovechando el solcito de la mañana, se detuvo un vecino a saludarlo.


_"Miren qué alentadito que están don Carmelo". ¿Capaz que tengan fuerzas para ir al sepulte del finado Juan?


_"¿Qué Juan, hombre?"


_"Juan Estanislao -¿qué otro?-. Parece que murió a la amanecida. A mí fueron a suplicar para que diera razón al fiscal... y repiquen las campanas".


Machitún Imagen de Wikipedia



GLOSARIO:


MACHI. Para los araucanos de Argentina y Chile, médico hechicero. Consiste en una especie de casta. En cada tribu la machi es una especie de consejero del caudillo. Dice Ramón Pardal que funda su poder en sus conocimientos de medicina y en sus relaciones con los espíritus. Reunían en su persona los atributos del médico y sacerdote, sirviendo en tal carácter para las enfermedades del cuerpo y del alma. Era el oráculo, el consejero de la paz o de la guerra, el que impetraba las lluvias en tiempo de sequía y el mediador entre los hombres y los demonios. Usaba vestiduras especiales, hacía vida solitaria, dedicándose a prácticas ascéticas. La profesión de machi solo estaba reservada a un pequeño número de escogidos, señalados por alguna tara física o mental. Era condición muy apreciada que padeciera afecciones nerviosas, que fueran epilépticos o afeminados; muchas veces eran invertidos sexuales, que vestían con ropas femeninas, gustaban usar alhajas mujeriles y desempeñaban tareas propias de las mujeres. Con el transcurso del tiempo el hombre machi fue perdiendo prestigio y desplazado poco a poco por la mujer machi, que ocupó casi por completo su lugar. Siendo el Machitún la ceremonia tradicional en que ejerce como médica o hechicera.


MACUÑ o MACUÑI. Chaleco de los brujos que a manera de corpiño se lo ponen para volar, alumbrarse y detectar la presencia humana. Se le supone hecho de piel humana –pecho de mujer- o cuero de pescado. La sacan de los cadáveres, a la izquierda del cuerpo y en dirección del pecho hacia la barriga. Esa piel la curten con ciertas yerbas y enseguida los brujos se la cuelgan con sus cordones al lado izquierdo y con ella andan de noche produciendo una luz especial que los distingue. Es luminoso, de luz amarillenta, rutilante, que despide gotas en forma de llamas, por el aceite humano.


ARREGENTADO. Crecer en altura. Mejorado en salud o fortuna. Tener éxito.

CACHARPEROS. Del quichua cacharpayani, despachar. Que vende cacharpas (trebejos, trastos de poco valor).
Se dice cacharpari al convite o al baile  que por despedida se ofrece al que va a emprender un viaje. De igual modo se emplea Cacharpearse. Adornarse con las mejores prendas y zarandajas.

DIFAREANDO. Desvariar, decir cosas sin sentido.

ENLESADO. Embrujado, que pierde el juicio y la razón.

MAGANTO. Pálido enfermizo, macilento, preocupado, soso.


PALAPECHO. Nombre despectivos al brujo por usar una prenda confeccionada con piel del pecho de un muerto. Existen personas que hacen cortes en los cadáveres de sus familiares para evitar que sus cuerpos sean profanados. 



BIBLIOGRAFÍA.
El Diccionario de Mitos y Leyendas, que comprende las etnias Abipones, Araucanos, Guaraníes, Mapuches, Mocovíes, Pilagás, Quichuas, Tobas, Tupí y Wichis una producción del Equipo NAyA.

Diccionario mitológico americano. Héctor V. Morel y José Dali Mora. Primera edición 1987. Editorial KIER, Buenos Aires.

Diccionario práctico de americanismos. Edición 1996. Editorial EVEREST, España.

Medicina indígena de América. Luis A. Seggiaro. Primera edición 1969. Editorial Universitaria de Buenos Aires. Argentina.

WIKIPEDIA.







martes, 27 de septiembre de 2016

TU MIRADA Antonio Fco. Rguez. A.

TU MIRADA
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


Imagen de Internet

¡No puedo pedirte nada
Que tú no quieras darme!

¿Debo acaso conformarme
Con tu mirada
Que circunstancialmente
Me toca y me hace vibrar?

¡No puedo pedirte nada
Cuando todo me das
Con tu mirada…!


lunes, 26 de septiembre de 2016

AGUA DE ORO Y los indios comechingones

AGUA DE ORO
Historia de un nombre

Imagen de Internet

A pocos kilómetros de la ciudad de Córdoba, Argentina hay un lugar que se llama Agua de Oro. Esta es la historia del porqué de ese nombre.

     Cuando llegaron los conquistadores, allí vivían los indios comechingones, que se integraron con los españoles, actuando de guías por el territorio.

     Durante uno de esos reconocimientos del territorio, junto con el cacique Unquillo, llegaron a un paraje donde, entre una tupida vegetación corría un arroyo entre las piedras formando pequeñas cascadas que salpicaban el amancay (Alstroemeria aurea) que florecía a la vera del camino. Con la arena y el brillo del sol, las aguas emitían dorados reflejos, como si de pronto el metal se hubiera tornado líquido.

-¡Brota oro de las piedras! – Exclamó asombrado un conquistador.

     Al instante, todos lo rodearon y admiraron el mágico fluir de lo que creían oro. En tanto los nativos los miraba sin inmutarse, porque para ellos toda la belleza valía más que el oro.

     Cuando ávidos, los hombres quisieron aprisionar el oro líquido en sus vasijas, se desvaneció el color... y vieron que era simplemente agua. Simple y maravillosamente ¡AGUA!






INDIOS COMECHINGONES











Los hênia-kamiare o "comechingones" vivían en las sierras de Córdoba, en la región central de la Argentina; ocupando lo que hoy es la zona de Calamuchita, San Javier y Los Molinos.

    El término comechingón procede de "comi" serranía o sierra, "chin" pueblo y el sufijo "gon" plural de la palabra pueblo, "pueblos de las serranías".

    Con la fundación de Córdoba en 1573, comenzó el lento pero inexorable proceso de extinción ya fuere por encomienda, mestización, enfermedades traídas por los blancos- europeos, combates contra los españoles, todo lo cual fue menguando su número e influencia en la región.

    Las viviendas de piedra eran más bien bajas, porque la mitad estaba por debajo del nivel del terreno. Por su forma, estas casas-pozo mantenían el calor durante el invierno y eran frescas en verano. Para entrar, había que bajar por una rampa.
    En el centro de la habitación reinaba el fogón para cocinar y calefaccionar.
    También se establecieron en las concavidades montañosas como refugio natural.

    Los hombres eran morenos, altos, un diez por ciento aproximadamente eran de ojos verdosos, se dejaban crecer la barba y como las mujeres, usaban flequillos. Se trenzaban el pelo y lo adornaban con vinchas o cubre nuca de lana que caía hasta los hombros.

    Vestían ropa de lana, sus prendas más comunes, el delantal atado a la cintura con una faja y una túnica (como un poncho con los lados cocidos).

    Esta ropa solía estar adornada con chaquiras (disquitos de conchilla) y tientos (tiritas de cuero).  Además algunos usaban mantos sujetos con prendedores de cobre y otros materiales. En los pies llevaban ojotas de fibra vegetal trenzada. Los caciques, guerreros y curanderos lucían trajes de cuero muy elaborados y recubiertos con vistosas plumas.


    En ocasiones especiales llevaban en la cabeza mandíbulas de animales salvajes.




 Bibliografía.
    
Libro de cuentos, canciones y leyendas “La Casa del Agua”. Lecturas Argentina.

Wikipedia.

Antiguos Asentamientos. Página web de Argentina.




sábado, 24 de septiembre de 2016

MELOSA Antonio Fco. Rguez. A.

MELOSA
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

Imagen de Internet


Tú, amiga,
Bella y dulce,
Como la miel.

Me haces reaccionar
Como un fuerte
Y gigantesco oso.

Con deseos desbordantes
Por paladear
Esa miel,
Esa dulzura.

Que llena mis ansías
De ternura
Y calma mis ímpetus
Por ti.



jueves, 22 de septiembre de 2016

CARNE DE CHANGO CATEMACO Antonio Fco. Rguez. A.

APUNTES SOBRE EL PLATILLO TUXTLECO CONOCIDO COMO CARNE DE CHANGO
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

Imagen de Internet


En nuestra actual Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas compuesta por buena parte de la Sierra de Santa Marta y de la región de Los Tuxtlas.  La cual mantiene todavía unas 50,000 hectáreas de selvas y bosques tropicales, o sea, apenas 20% de la vegetación original. La destrucción de ese 80% (200,000 hectáreas) obedece a las compañías deslindadoras, la explotación forestal, el reparto agrario, la colonización sobre tierras de los indígenas, etc., etc. 


     Era común apreciar el mono araña Ateles geoffroyi, al igual que otros animales como  El jabalí Pecari tajacu, el mazate Mazama americana y el venado Odocoileus virginianus; los tlacuaches Chironectes minimus y Caluromys derbianus;  el oso hormiguero Tamandua mexicana y el brazo fuerte Cyclopes didactylus, etc. La carne de estos animales eran desde tiempos ancestrales la carne predilecta por las primigenias culturas olmeca, popoluca, zoque-popoluca y mixe-popoluca. Inclusive por varios de nuestros tatarabuelos, algunos de los cuales se iban a montear, de cacería o de caza, en busca de estos apreciados platillos.

Imagen de Internet

     Dentro de la demanda de estas carnes imperaba la de la especie más prolífica, el mono araña. El cual incluso no sólo era buscado como alimento, sino cómo mascota. Era bastante común, casi igual que ver pericos o loros,  ver colgados, jugando a estos changuitos en los patios o en los corredores de las casas. Me tocó ver además changos “abuelos”, seniles y canosos, caminando de las manos de sus dueños. Llegaban personas de otros pueblos, a comprar estos especímenes. Se dice que otros usos además de mascotas, eran ser utilizados como animales de experimentación en laboratorios, o incluso como amuletos de varios hechiceros o brujos.


     Recordemos que el principal centro rector de rituales iniciáticos, lugar de adoración de los brujos o hechiceros, es el cerro del Mono Blanco a 640 msnm., situado al este de la cuenca del lago de Catemaco. Se adoraba a “Ochilobos” (Huitzilopochtli), deidad mexica que representaban pintada en piedras o en esculturas de barro. Y que posteriormente, por sincretismo con la brujería africana, traída por los primeros negros cortadores de caña a los ingenios de la región, lo convirtieron en el Monozambo, el Gran Brujo o Rey de todos los brujos y nahuales.


     Aún más, estos personajes esotéricos pensaban que consumiendo cierto tipo de animales podían adquirir sus potencialidades.


     Para atrapar a estos animalitos, los cazadores localizan su refugio y tienen que matar a la madre la cual sale a defender a sus críos.


     Una de las últimas partes de la sierra o selva en dónde fueron exterminados fue en la sierra de San Pedro Soteapan.


     Baste recordar que una de las últimas épocas en que se diezmaron un alto porcentaje de todas estas especies animales fue durante la Revolución, en donde los rebeldes tenían que andar escondidos y comiendo lo que la selva misma les proporcionaba. Historiadores revolucionarios comentan que los soldados para no aburrirse disparaban a cualquier animal que se moviese. O cómo pasó en Mata Canela, congregación de Catemaco, que los soldados se entretenían dándole balazos, a manera de diana, a las esculturas o vestigios prehispánicos de influencia teotihuacana.



     En relación a lo que nos ocupa, puede pensarse que los habitantes en añoranza al sabor de la carne de chango, la cual ya no era fácil conseguir, usaron como sucedáneo la carne de puerco preparada en tal forma que simulara mucho el sabor de aquella. Acompañaban tan rico platillo de unas "peñiscadas", frijoles refritos y salsa verde en molcajete. Como dirían nuestros abuelos: ¡Ellos mismos se dieron gato por liebre!



     Exquisito guiso probado en la casa de la familia Villegas Hernández.
Preparado por la Sra. Juana (Juanita) Hernández Rojas, quien nos regala su receta:

Proceso de la carne de chango;
Se utiliza carne de cerdo, preferentemente el lomo, que es más suave.
Se marina únicamente con sal.
Se cuelga en alambre o parrilla (en otros tiempos era en tapeixtes) sobre las brasas a una distancia de altura, se ocupa para generar humo HOJAS DE GUAYABO (algunas gentes usan hojas de pimienta), esperar hasta que la carne adquiera un color rojizo.
Lleva un tiempo como una hora o un poco más.
Para degustarla puede ser frita o asada, acompañada de frijolitos de la olla o secos.
La salsa de preferencia verde, acompañada de unas ricas pellizcadas.
La clave son las hojas de guayabo.
Y el punto del ahumado, no debe quedar muy reseca.

Se debe retirar estando aún jugosa.

Foto P. Villegas Tax





miércoles, 21 de septiembre de 2016

CRISIS NOCTURNA Antonio Fco. Rguez A.

CRISIS NOCTURNA
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

Imagen de Internet



     Ayer, ya muy tarde, vi con tristeza que las luces y los colores eran consumidos por la noche. Se formó una oscuridad tan densa, negra e impenetrable, como una muralla, que no dejaba pasar la brisa, ni el ulular del viento. Sentí una gran opresión. Creí estar en el infierno, de las más oscuras conciencias. De repente, un fugaz resplandor, me volvió a encender la vida. Otro y otro resplandor. Y después como profundos suspiros, luego tímidos ronquidos del cielo, los rayos y los truenos rasgaron y perforaron el vientre de las preñadas nubes, cuyas crías se precipitaron desde las alturas en torrentes de agua que lavaron, aclararon, la mácula nocturna. Y destruyendo la impenetrable muralla, fuertes vientos se llevaron el infierno y lo fueron a tirar en alguna boca de volcán.

Imagen de Internet

 Me acosté a dormir con toda la placidez y la frescura del instante, dejando arrullar mi sueño como si fuera un niño. Y hoy, desperté momentos antes que la madrugada. No quise pararme sin ella. La esperé, nos dimos un amoroso abrazo, y salimos a festejar la nueva vida que el cielo nos regalaba.



lunes, 19 de septiembre de 2016

MONUMENTO DE MUJER Antonio Fco. Rguez. A.

MONUMENTO DE MUJER
ANTONIO FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO
Imagen de Internet

Tenía varias noches sin poder dormir, llegué a temer que fueran pródromos de una locura. Anoche, después de tantas incertidumbres e inquietudes, medio dormí, creo fue así, porque acabo de medio despertar. En el límite final de mis sueños explotó dentro de mí mente una sola idea: Había que hacer un monumento a la mujer. Me imaginé conduciendo un auto a gran velocidad por calles y avenidas. Tenía que llegar a tiempo a plasmar mi idea con puntos y comas para no perder detalle alguno de mi sueño. Me levanté de la cama, me eché agua en el rostro, me serví una taza caliente de café. Me dirigí a mi estudio, prendí mi Lap-top y empecé a escribir.


     ¿Cómo empezó todo? No lo sé. Se puede decir, que lo primero que recuerdo, fue haber visto una hermosa cara de mujer, cuya mirada me atraía como canto de sirena, trastornando mi cordura. Después de eso, comencé a divagar, hasta perderme en el limbo de mi subconsciente. Y hoy, apareció esa luz en mi entendimiento. Había que hacer una ofrenda muy relevante a la mujer.


Imagen de Internet
  
   Un monumento que represente a la mujer universal, a la diosa de la creación, a nuestra madre, a nuestra pareja. Comenté en un grupo de amigos intelectuales y artistas que me ayudaran a precisar cómo sería ese reconocimiento. Algunos opinaban que fuera un conjunto de estatuas de diferente material.


Tiene que ser de oro como el sol.


Tiene que ser de plata como la luna.

Tiene que ser de obsidiana como las estrellas.

Tiene que ser de turquesa como el mar.

Tiene que ser de jade como la vida.

Tiene que ser de ébano como la noche.

Tiene que ser de marfil como la mañana.

Tiene que ser de esmeralda como la naturaleza.

Tiene que ser eterna como el diamante.

Tiene que ser de mármol como las diosas griegas.

Tiene que ser de porcelana como su tersura.

Tiene que ser de rosas como su hermosura.


Tiene que ser de plumas celestiales como los ángeles.

Tiene que ser de amor infinito como su corazón.

Tiene que ser de madera como su calidez.

Tiene que ser de fuego como la pasión.

Tiene que ser de lágrimas como la ternura.

Tiene que ser de poemas como el amor.



     Di las gracias a todos, más no salí muy convencido de las aportaciones de mis  amigos. Recordando que este monumento me costó muchas noches de desvelos y qué finalmente yo lo construí… de sueños.

Imagen de Internet

Veracruz, Ver. 18/09/16

jueves, 15 de septiembre de 2016

REGRESO A CASA Antonio Fco. Rguez. A.

REGRESO A CASA
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado
           
 Imagen de Internet
               

Venía de regreso a casa cuando vi que los últimos reflejos del sol despedían la tarde.


Ansiaba por llegar a descansar a mi amado refugio.


Entre más cerca me encontraba de él, disfrutaba más el caminar.

Escuché un rumor que me hizo volver la vista al cielo.


Era una parvada de graciosos periquitos en retirada anunciando la llegada de la noche.
A la cual un suave viento la venía a refrescar.


Me embargó una plácida sensación.

De lado a lado de la calle algunos jardines 
lucían hermosas buganvilias y fragantes jazmines.
Sobre la banqueta araucarias y magnolias.

Me sentía feliz del mundo que me rodeaba.


El suave fresco trajo una fina lluvia.


La neblina se deslizaba por los adoquines de la calle.
Haciendo ver como apariciones a las personas.
Que habían salido a pasear a sus mascotas.
Las vi acelerar el paso de regreso a casa.


Yo, imperturbable, seguí caminando mí andar.
Deseando disfrutar más y más este momento.


Y finalmente…


Lleno de gratas emociones.
Llegué… y entré a mí destino.



Xalapa, Ver. 15/09/16





martes, 13 de septiembre de 2016

EL ESCARABAJO NEGRO Antonio Fco. Rguez. A.

EL ESCARABAJO NEGRO
ANTONIO FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO


Imagen de Internet, Escarabajo rinoceronte.

Ya avanzada la tarde me encontraba cómoda y plácidamente leyendo en el estudio de mí casa una antología sobre cuentos de terror. Me resultaba realmente fascinante el gran suspenso que emanaba de cada uno de los cuentos. Por ratos suspendía la lectura, y entrecerrando los ojos me ponía a visualizar esos impactantes relatos que me tenían envuelto en una atmósfera de escalofríos y con la piel erizada, sufriendo, o disfrutando masoquistamente, la trama cargada de terribles maleficios y horrores que perseguían al personaje. Me serví otra taza de café, y cuando iba a continuar la lectura algo en el suelo me llamó la atención, me acerqué y vi un lindo y pequeño escarabajo negro arrastrando tras de sí con una fina telaraña una bolita que semejaba una minúscula perla. Instintivamente levanté el pie y lo aplasté. En décimas de segundo me arrepentí de haberlo matado. Bien pude llevarlo al jardín. No había forma de reparar el daño. Quedé con remordimientos. No pude continuar leyendo, lo único que hice fue sentarme en el sofá junto a la ventana.



      Momentáneamente entró por ella una corriente de aire húmedo y frío presagiando la lluvia. Comprendí que el pequeño escarabajo había sido el primero en anunciar este barrunto, o cambio de tiempo. Retomé la lectura, la cual empezó a describir un ambiente nocturno y nubloso en medio de una gran tormenta. Me di cuenta de la sincronicidad ocurrida en el medio, en la lectura y en mis remordimientos. Escuché un tronido a lo lejos y el aire se tornó más fuerte cómo si le fuera abriendo camino a la lluvia, la cual irrumpió como si fuera una cascada que abatía todo lo que tocaba. En ese momento, mí única compañía en casa eran los protagonistas y los demonios de mi novela. Los tronidos se hicieron más sonoros y frecuentes, y los relampagazos, cual millones de luciérnagas eléctricas, rasgaban como espadas de luz la densa epidermis de la oscuridad exterior. Debo confesar que para mí era un momento mágico y misterioso que no lo había sentido ni leyendo tantas historias de terror. Quise degustar más esa pequeña impronta de tiempo, y cerrando los ojos me dejé llevar a otros mundos, guiado por mi imaginación, de esta manera recorrí lugares inhóspitos, selvas, profundidades del mar,  cielos e infiernos de dioses desconocidos, y a punto de llegar al Hades, un soberbio estallido, que hizo retumbar la tierra, me despertó sacándome del largo camino, y al abrir los ojos sólo pude ver tinieblas, se había cortado la energía eléctrica de la casa. Preocupado me asomé al patio y a través del resplandor de un relámpago vi un gran orificio en el suelo, al parecer ahí había caído el rayo. Aún no salía de mi sorpresa, cuando distinguí, saliendo de ese agujero infernal, la sombra de una enorme figura, atemorizado, corrí a la sala, en donde fui alcanzado en medio de grandes gruñidos  por esta espantosa sombra. Los relampagazos me hicieron identificarla como un enorme escarabajo negro, mucho más alto que yo, caminando erguido en dos patas. Su mirada era de odio, sus ojos rojos centellaban como dos tizones de fuego. Intuí el motivo de su presencia, los remordimientos me hicieron aflorar varias lágrimas que caían profusamente de mis ojos. Me incliné, recogí del piso el pequeño escarabajo negro y se lo ofrecí. La criatura se mantenía  impávida observándome. No sé qué tiempo transcurrió, a mí se me hizo eterno, en que pude ver que disminuía el rojo resplandor de sus ojos. Y alargando una pata tomó de mí mano el pequeño escarabajo, y con la otra pata quitó varias lágrimas que escurrían por mi rostro, las cuales untó en el cuerpo del pequeño escarabajo. Pasado un tiempo pude ver que éste se  movió, volvió a la vida. Y al mismo tiempo yo también sentí renacer. El gigantesco escarabajo  me vio en forma extraña, rugió con gran fuerza, y con un ademán agresivo me empujó con sus patas como vengando la afrenta que yo le había hecho al pequeño y negro escarabajo. Quedé atontado por el golpe y cuando me repuse me encontraba nuevamente sólo. La luz había regresado y la gran criatura y el infernal hoyo habían desaparecido.

     Al regresar al sofá me sorprendí pues por poco piso al lindo y pequeño escarabajo negro que seguía arrastrando la bolita que semejaba una minúscula perla.

     


Xalapa, Ver. 13/09/16