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domingo, 27 de marzo de 2016

LA DAMA DEL BAR Antonio Fco. Rguez. A.

LA DAMA DEL BAR
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado
                                   
   Vino Rojo, óleo de Fabián Pérez. Argentina

Ese día, salí más tarde que nunca de la oficina, me subí al auto con la intención de  dirigirme a casa, en el trayecto lo pensé mejor… nadie me esperaba, la familia había salido de vacaciones. Se me antojó fumar un cigarrillo y, quizá tomarme un par de copas para no sentirme tan solo al llegar a casa. Más adelante aparqué y entré a un Bar, a esa hora, se apreciaban áreas bien iluminadas y bulliciosas, y en cambio otras en penumbras y semisilenciosas; llegué donde el bartender, pedí un coñac. Al acercar un banco para sentarme, alcancé a ver un par de hermosas y bien torneadas piernas, subí más la vista y quedé casi petrificado al apreciar  unos voluptuosos muslos, no pude evitar fijar mi mirada en ellos. Su dueña cruzó las piernas, dejándolas más al descubierto, giró su asiento hacia mí y me dirigió su mirada, regalándome una sensual sonrisa, me sentí un poco turbado al ser descubierto apreciando el corto talle de su vestido azul y el gran escote de su pecho que como puertecilla de una jaula de aves dejaba escapar hacia la libertad un par de grandes senos. Le respondí con otra sonrisa, alcé mi copa y le dije: -¡Salud!, ella sin dejar de sonreír brindó conmigo, empezamos a platicar sobre nosotros, fui el primero en relatar parte de mi vida, seguimos brindando, y cuando a ella le tocó hablar me quedé embelesado viendo el óvalo de su cara, sus carnosos y apetecibles labios rojos, sus ojos color cafés aceitunados, la sombra azul de sus párpados, la trencha de sus sedosos y brillantes cabellos negros, su dulce sonrisa, y su refulgente mirada que me dejaba sin alientos. Por momentos, estábamos inmersos en un ambiente provocado por el barullo de la gente y el humo de nuestros cigarrillos, que nos hacía toser, y escondía fugazmente nuestros rostros. Un par de horas después, espaciamos las palabras, aparecieron los murmullos, acercamos más nuestros cuerpos, iniciamos un discreto toqueteo visual el cual se fue encendiendo obligándonos a pararnos, darnos un fuerte y prolongado abrazo, hondos suspiros y un apasionado beso. Pedí la cuenta, salimos… la noche era joven aún, y era toda nuestra.




viernes, 25 de marzo de 2016

TEPETAPAN Antonio Fco. Rguez. A.

TEPETAPAN
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


     Foto de Quintín Alvarado Torres

Así era nuestra hermosa Cascada Tepetapan ("Río de tepetate o rocoso"), de 5 metros de altura, y cerca de 200 metros de anchura, ahora destruida por la modernidad y el progreso al construir, en 1960, la hidroeléctrica de Chilapan. Se conocía como "El pequeño Niágara". Encontrándose a 320 metros sobre el nivel del mar.

     Me comenta el Lic. Roberto Arturo Valencia Gracia: La Cascada de Tepetapan se encontraba en terrenos que pertenecieron a los hermanos Luis y Bardomiano Valencia, y en los mismos se encontraba un aserradero cuya maquinaria era movida por la fuerza de la corriente.


     Dejemos que Eduardo Turrent Rozas, nos comente sobre ella: “Cuando la cacería no era dilatada, dirigíamos nuestros pasos hasta el salto Tepetápam, cuyo bramido de fiera encadenada se oye a distancia i sentados en el acantilado sobre enorme piedra milenaria, sentíamos que el estruendo se apoderaba de nuestros espíritus en intenso respirar de terror i dulce arrobamiento. Es que dentro, del temor al monstruo de las aguas, quisiera uno, cual náyade preciosa, bañarse debajo de los chorros de esa cascada maravillosa que se precipita sobre su lecho de arena i piedras en una anchura mayor de doscientos metros i forma al caer encajes de figuras caprichosas que se pierden río abajo seguidas de otras más que se agigantan i reducen al impulso de la corriente. Llega hasta nosotros el rocío que humedece, i a mano, así de cerca, parécenos tener al Arco Iris que hunde su cola de cometa entre las aguas para aspirarlas i llevarlas a las alturas. Al borde de la roca, hace equilibrios frondoso apompo lamido constantemente por las aguas. En el brazo de una de sus ramas, que el aire mueve, se halla un Martín Pescador que mira hacia abajo perdido entre la niebla del rocío. De pronto se desploma i pesca, i en rápido zig-zag de vuelo rectilíneo, llevando la presa bien sujeta, se pierde a nuestra vista.”

Otra vista del Tepetapan
  
GLOSARIO TOPONIMICO

Chilapan. Del náhuatl chil(i), chile, pimienta + a(tl), agua + pan, en, sobre: “Ribera de los chiles”. ||  Localidad veracruzana del municipio Catemaco. En este lugar se encuentra en servicio desde el 8 de mayo de 1960 una Estación Hidroeléctrica, la cual además de producir la energía eléctrica, está encargada de regular el nivel del lago de Catemaco, controlando así inundaciones.


Tepetapan. Del náhuatl tepét(latl), tepetate, roca, tierra bronca + a(tl), agua + pan, en, sobre: “Río rocoso”. || Hermosa cascada, de 5 m de altura, ubicada en Catemaco, Veracruz, en la región de los Tuxtlas, la cual desapareció cuando se instaló en ese lugar la planta hidroeléctrica de Chilapan.

Tepetatal.  Del náhuatl, terreno en que abunda el tepetate, con capa muy delgada de tierra vegetal.

Tepetate. Del náhuatl tepetlatl, de te(tl), piedra + petlatl, estera, capa: Estera de piedra.  Capa terrestre caliza (de carbonato de calcio) y dura, que cortada en bloques se usa en vez de piedra para la fabricación de muros. Se emplea para revestir carreteras y para formar bloques para paredes de casas.



Tomado de mi libro Los Tuxtlas nombres geográficos pípil, náhuatl, taíno y popoluca. Analogía con las Cosmologías de las Culturas Mesoamericanas. Incluye Diccionario de localismos y mexicanismos. Primera edición 2007. Ediciones Culturales Exclusivas.


HAMACA Antonio Fco. Rguez. A.

HAMACA
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado
Gloria Echeagaray Blancarte (GREB)


Imagen de Internet

Me invitas a tu hamaca y me dices:
- Ven, no te dejare caer.


Ni yo, te lo juro,
Eso tenlo por seguro,
Es más no te separaría de mi piel,
Te envolvería en mis brazos
Y te acabaría a besos.


-Me dejas muda
-Pero imaginando todo.


Y lo prohibido sería lo más sagrado para mí...
Qué placer, qué delicia...
Aspiraría el aroma de tu nuca,
De tu rosa de venus,
De tu propio aliento,
De todo tu cuerpo.


-Calla por favor.
-Sabes lo que haces y logras con tus palabras.


Me pierdo contigo,
En cada íntimo rincón de tu cuerpo
Y de tus pensamientos,
Y me reencuentro en tu mirada
La cual me atrapa
Para no soltarme
Jamás...


-Calla, no sigas...
-Me matas,
-Muero en ti.


martes, 22 de marzo de 2016

OCASO Antonio Fco. Rguez. A.

OCASO
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


Imagen de Internet

Me invitaste a tu cabaña de la playa para deleitarnos con una agradable plática, un rico café y una puesta de sol.

     Me pediste una interpretación o que meditara con el ocaso:

     “Una súper belleza, se me apetece estar acostado en una hamaca contigo, viendo en el horizonte la puesta del sol, y al irse éste, abrazarte con cariño, dándote calor con mis brazos para que se te quite el frío del aire de la noche, pararnos un momentos a tomar una taza de café, alabarte con mis palabras, envolverte con mi mirada y permanecer juntos hasta el amanecer disfrutando el armónico sonido al romperse las olas en la arena, y apreciar un cielo cuajado de estrellas. Y de mañana, dejarte la iniciativa de irte o quedarte un tiempo más. Aclaro que, antes de que te vayas, cerraré los ojos por si tienes que salir apresurada no me embargue el sentimiento de quedarme solo”.

     Agradeciste mi relato, preguntando la fuente de mi inspiración. Te dije que viéndote e imaginándote tengo sentimiento de sobra, eres muy linda y agradable. No sé que sea: Brujería, química o fuerte atracción, querida amiga. Eres muy atractiva y romántica. Obvio decir, de tus otros encantos más allá de la figura.

     Pienso semejante a ti. Y no te dijo lo demás que pienso y quiero porque podría parecer poco caballeroso. Más sin embargo, me exiges saberlo. Aclarando con tus palabras: Me halaga lo que me dices pero tengo mis pies en la tierra jeje.

     “-Te abrazaría fuerte entre mis brazos y te comería a besos, todo tu cuerpo, cada rincón de él, solo dejaría de besarte para decirte lo mucho que me gustas y lo bien que me haces sentir”.

     ¿Y tus pies en la tierra…?
     Los elevaría suavemente para que tú toda puedas gravitar conmigo en ese momento de placer.

     - Es mi poesía para ti querida y linda amiga.

     De momento te quedaste ida, y al regresar en ti me dices: Gracias estuve en éxtasis. ¡Está hermosa! Ojala tuviera este don para dedicarte algo parecido, si pudieras ver mi rostro te diría más que mil palabras.

     Me conformo con que estés ahí, en donde te encuentras ahora, yo sé bien que cuento con tu linda amistad y con eso me siento halagado, porque eres una gran mujer.

     En la noche trataré de recordar tus palabras para soñar bonito. Gracias…


     Espera…te regalo mil besos que sirvan de alfombra a todo tu cuerpo, y te doy mi hombro para que lo uses como almohada para tu linda cara, y mis brazos para que te sientas segura. Pero lo más cierto es darte toda mi amistad y cariño y conservarte por muchísimos años más, gracias a ti dulce y querida amiga mía.


domingo, 20 de marzo de 2016

CATEMACO María Boettiger de Álvarez

CATEMACO
Mi Tierra Natal
María Boettiger de Álvarez

Foto AFRA

¡Espléndido el paisaje! ¡Una verde llanura
extiéndese a la falda de montañas azules!
¡Parece una acuarela de exquisita hermosura!
Las cumbres con las nubes se envuelven en la altura,
como en diáfanos tules.

Foto AFRA

A lo lejos, se mira la fértil arboleda
de los bosques, poblados de pájaros cantores,
y el céfiro acaricia con su música leda,
esa verde campiña, que parece de seda
Matizada de flores.


Muy cerca de estos campos se extiende el caserío,
y como puntos blancos se ven entre el follaje
las casas que componen el pueblecito mío,
donde se oye a lo lejos la corriente de un río
oculto entre el ramaje.

Foto Magali Armengual

 Y completando el cuadro, un lago transparente
arrulla con sus olas las vidas seductoras
de aquellos campesinos que viven dulcemente
sin penas en el alma ni nubes en la frente
que entristezcan sus horas.

Foto de Internet

¡Y surge el sol espléndido y brillante,
dorando con sus rayos el límpido cristal
de las aguas, que en chispas de diamante,
forman un centelleo en el lago ondulante
como en un manto real!


Ya empiezan las palomas su nido a abandonar,
saludan con sus trinos al refulgente sol,
las garzas en parvadas se vienen a bañar
y en sus blancos plumajes el agua al resbalar,
se mira tornasol.

Foto AFRA

Árboles corpulentos inclinarán sus ramajes
hasta besar las aguas de transparencia azul,
y parecen guardianes que rinden homenaje
al lago que retrata magnífico el paisaje
de gasas y de tul.


Y se ven en la playa, hundidas en la arena,
las rústicas piraguas de aquellos pescadores
que salen a la pesca, si la mañana es buena,
y vuelven por la tarde, después de la faena,
a su nido de amores.

Foto AFRA

Ya esparcen por el bosque sus trinos las alondras,
los árboles ondulan su esplendido follaje,
y vienen las gaviotas a hundirse entre las ondas,
mecidas por el viento que viene de las frondas
y forma el oleaje.

Foto Magali Armengual

Y el sol, al ocultarse detrás de la colina,
extiende sobre el lago sus pálidos destellos;
asoma por Oriente la estrella vespertina,
formando con las ondas del agua cristalina
los colores más bellos.


Y en esas tristes horas en que la tarde muere,
y las flores del campo cierran ya sus corolas…
Cuando ya ningún trino nuestros oídos hiere,
parece que en el lago cantan un miserere
al rumor de las olas.

Foto AFRA




sábado, 19 de marzo de 2016

TUS PASOS Antonio Fco. Rguez. A.

TUS PASOS
(Fatalidad)

Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


Hoy, como todas las mañanas
Vengo en busca de tus pasos,
Con la esperanza
De encontrarte.


Con el vehemente deseo,
De conocerte,
Verte y amarte.


Sé que existes,
Por las huellas de tus pasos,
Que me indican que vives,
Buscándome…
Esperándome.


Quiero tenerte presente,
Los sigo...
Los cuento...
Los grabo en mi mente.


Me desespera no tenerte,
Me enloquece
Que al sentirlos más cerca
sean borrados por las olas del mar
Nunca tienen regreso...


Me duele…
Profundamente me duele
Al imaginarte locamente desesperada,
Muriendo diariamente…
Al no ver llegar…
El amor a tiempo.


AMISTAD Antonio Fco. Rguez. A.

AMISTAD
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado



La muerte,
Las enfermedades,
La frivolidad,
El tiempo,
La distancia,
Pero más que nada el olvido,
Me han ido quitando amigos
Y querencias.


En su momento,
Duele mucho,
Es un trago amargo de digerir,
Más nunca motivo
Para dejar mi vida seguir.


Nuestra vida es un mar
De olvidos
Y recuerdos
Que debemos navegar
Y a veces naufragar.





miércoles, 9 de marzo de 2016

LA SIRENA HECHICERA Antonio Fco. Rguez. A.

LA SIRENA HECHICERA (Bruja del mar) 
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado



     Esa mañana visité el mar, me puse a caminar descalzo sobre la playa, iba todo arrobado viendo tanta belleza en el paisaje y sintiendo la calidez del sol y la suave brisa que refrescaba todo mi cuerpo, encontré en la arena las huellas de unos pasos de mujer, llevaba los pies desnudos igual que yo, miré en dirección y no alcancé a verla, apresuré mi marcha intentando saber quién era la dueña de esos pasos. Más adelante, la vi, estaba ella en cuclillas con una vara en la mano dibujando sobre la arena, desaceleré mi marcha, sin dejar de verla, sin perder detalle de todo lo que ella hacía. 

     Tendría unos 30 años, alta, guapa,  de muy buen cuerpo, largos cabellos rojinegros que le caían como cascada hasta la cintura, me llamó la atención el color de su piel dorada, se puede decir que los rayos del sol rebotaban en su cuerpo, como si éste fuera otro sol.


     Ella se percató de mi presencia, apenas giro imperceptiblemente el rostro para verme, y regresó a lo que la tenía casi absorta. 

     Ese pedazo de playa se estrechaba un poco lo que me permitió pasar más cerca de ella y ver lo que dibujaba, al parecer eran extraños símbolos esotéricos. Pasé de largo, sin saludarla -no la quise interrumpir-. Empero, apenas me alejaba unos pasos más de ella tuve que detenerme al escuchar su voz que me llamaba: - Señor, señor… quiero pedirle un favor-, me acerqué a ella, se me quedó viendo fijamente a los ojos y me volvió a decir: -¡quiero que me dé un beso, desnudos los dos! Al comienzo pensé que era una broma, pero no era así, ella empezó a desnudarse por completo, yo no reaccionaba aún, así que se acercó a quitarme la ropa, la ayudé a hacerlo... Una vez desnudos los dos, me besó mordiendo y sangrándome los labios, me abrazó con fuerza enterrando las uñas de sus dedos en mi espalda, sorbió con frenesí la sangre de mis labios y escupió parte de ella sobre sus símbolos, asperjando sobre los mismos la sangre que portaba en sus dedos. Los símbolos se movieron girando velozmente sobre la arena, y se incendiaron por entero, al tiempo que ella corría al mar e iba perdiendo el contorno de sus piernas, se lanzó contra las olas y, dejando una estela dorada, desapareció tras ellas.


martes, 8 de marzo de 2016

LOS PEPES Y LAS TORTOLITAS Eduardo Turrent Rozas

LEYENDA TUXTLECA SOBRE LOS PEPES Y LAS TORTOLITAS
Eduardo Turrent Rozas

Pepe

Comenta este autor que de niño él i su pandilla eran tan sanguinarios matando las aves i otras pequeñas especies de animales que: Hasta los campos, prados i montañas  lloraban con nuestras visitas, la pérdida de los trinos de su flauta que son sinfonía sin igual, así como veían mermar, día a día, el policromo plumaje con que se visten de gala.


Tortolitas

     Entre nuestras víctimas volátiles se contaban los llamados pepes i las tortolitas. A los primeros los perseguimos con coraje extremo queriendo exterminarlos i a las segundas procurábamos no matarlas o al disparar cerrábamos los ojos como disculpa interna o si se quiere con ánimo de errar el tiro, porque venía a nuestras mentes, en uno i en otro caso, la leyenda de cuando Jesús i María huían de la degollina ordenada por Herodes. Los pepes, -cuenta la leyenda cristiana- fueron pájaros parlantes que gritaban delatando a los que huían: “¡aquí van, aquí van, aquí van!”, mientras que las tortolitas se posaban en bandadas tras de los fugitivos, borrando celosamente el rastro de sus pisadas. Por eso los pepes, -sigue diciendo la leyenda-, no cantan i al perder el habla, fueron condenados a proferir solo ese molesto y grotesco grito de “pe”, “pe”, “pe”, cuando tropiezan con algún caminante. Contrariamente, a las tortolitas les fue concedido el dulce i atrayente “cu”, “cu”, “cu”, “cuucú”, que es arrullo, i se las considera desde entonces como pájaros sagrados.







METAMORFOSIS DE LA HECHICERA Rosario Castellanos


METAMORFOSIS DE LA HECHICERA

ROSARIO CASTELLANOS



Nacer, salir de madre como el río
que se despeña, arrastra materias extrañas, precipita
su caudal hasta el fin, sin ver el cielo
ni el árbol de las márgenes
ni pulir con amor la piedra de su entraña.


Así a nuestro vivir llamamos vértigo,
remolino que a veces devora, alga que enreda
lo que quiere ascender hasta la superficie.
Y no hay, entre el estruendo y su extinción,
más que la turbiedad
del limo, el pez oscuro y el pulso sin descanso.


Así todos los que desembocamos
en el mar antes de haber logrado un nombre.


Así todos. No ella. Hecha también de agua,
se detuvo en remansos pensativos.


¡Qué figuras nos deja entrever su transparencia!
Galería sin fin, palacios desolados,
complejas maquinarias
donde se transformaba el universo
en belleza y en orden y en ley resplandeciente.
Mujer, hilaba copos de luz; tejía redes
para apresar estrellas.


Mujer, tuvo máscaras y jugaba a engañarse
y a engañar a los otros,
mas cuando contemplaba su rostro verdadero
era una flor de pétalos
pálidos y marchitos: amor, ausencia, muerte.
Y en su corola había
alguna cicatriz casi borrada.


Por todo lo que supo era obediente y triste
y cuando se marchó por esa calle
-que tan bien conocía- de los adioses,
fueron a despedirla criaturas de hermosura,
esas que rescató del caos, de la sombra,
de la contradicción, y las hizo vivir
en la atmósfera mágica creada por su aliento.






UNA MUJER BELLA William Osorio Nicolas

UNA MUJER BELLA
William Osorio Nicolas

Imagen de Internet

“Una mujer bella, siempre será bella. Aun cuando el mundo diga lo contrario y la sociedad establezca cánones o estereotipos de perfección.

     Una mujer bella es aquella que en sus ojos se proyecta lo mejor del mundo. La luminosidad de las estrellas y la infinitud del universo.

     Una mujer bella es capaz de brindar paz al inquieto, risas al triste, locura al más serio, y amor al solitario.

     Una mujer es bella cuando de sus labios florecen sonrisas contagiosas que vuelan en el viento y se impregnan en los demás.

     Una mujer bella es como un diamante: precioso y escaso, puro y transparente. Es el imán más poderoso: atrae y atrapa a las personas, las contagia de dicha, júbilo y alegría. Su belleza es inigualable, incontenible, inagotable.

     Una mujer bella es un ángel terrenal que nos enseña que este mundo no es mundano, que el paraíso puede hallarse en la tierra y no sólo en el cielo.

     Que la vida es maravillosa, llena de misterio y fantasía, llena de locuras, amor y alegrías.

     La belleza de una mujer puede hallarse en cosas tan sencillas como un gesto, una palabra, una caricia, aunque sea a distancia. Tenue, sutil, consistente.

     Da igual si está triste, da igual si cambia de aspecto. Si, por ejemplo, se corta el cabello o se siente opaca, ¡da igual, da igual!

     Porque una mujer bella, siempre será bella.

     Aun cuando no lo quiera, aun cuando reniegue contra sí misma, porque su carisma luminoso, transparente y mágico, seguirá brillando eternamente, seguirá y seguirá por siempre.

     La belleza no está en la perfección, está contenida en sí misma. Es autónoma y se sustenta en su propia luz, en su propia belleza.

     Por eso, una mujer bella, siempre será bella”

6 de febrero de 2014

— Amor con palabras. William Osorio Nicolas. Sociólogo y emergente escritor chileno.


lunes, 7 de marzo de 2016

ADIÓS A LA ESCUELA Eduardo Turrent Rozas

ADIÓS A LA ESCUELA
Eduardo Turrent Rozas


Imagen de Internet

     Aquella mañana del 18 de junio de 1906, a las ocho horas todos nos hallábamos ante nuestros pupitres esperando la entrada del maestro i Director del plantel: don Antonio C. Rascón, quien ya visitaba a esas horas los otros salones. Todos habíamos llegado aliñados con lo mejorcito sacado de los roperos i baúles. Albeaban las blusas. En verdadera hermandad, junto al que llevaba terno de casimir, estaba sentado el modesto hijo del pueblo que no llegaba a zapatos. Pero todos, sin excepción, vestidos de limpio i sobre todo peinados. Cosméticos i cremas en unos i en otros sólo agua, agua en abundancia para abrir la raya en el rebelde pelo. Muchos no obstante la cantidad empleada que les escurría empapando las blusas, parecían erizos. ¡Pelos de rigidez de alambre que en la coronilla formaba uno o más remolinos que semejaban plumeros! Unos cuantos minutos solamente i oímos los pasos del maestro que llegaba acompañado de los profesores don Pastor Torres i don Pedro Ortega que atendían respectivamente, el primero i segundo año de primaria.


     Después de dar instrucciones varias, don Antonio toma asiento en la mesa cuadrada que le sirve de escritorio i que descansa sobre un templete de unos setenta centímetros para poder dominar todo el salón, i comienza la clase. – Les he ordenado que vinieran todos con sus mejores ropas, - nos dice- porqué como les indiqué ayer tarde, hoy serán los exámenes. ¡Fin de año escolar! Entre ustedes hay varios que han terminado. Se van en busca de nuevos horizontes. Algunos, a cursar estudios superiores; otros, a bregar en el surco del trabajo. A cuántos en iguales circunstancias, he visto salir con las lágrimas en los ojos al abandonar este plantel. Es porque sólo cuando se han terminado los estudios, el aula que en muchas ocasiones nos pareciera prisión, se nos antoja jaula de oro en donde a guisa de pájaros, el maestro nos nutrió pacientemente con el pan del saber. Don Antonio carraspeó emocionado. Entre nosotros algunos sollozaban. Otros sentíamos que nuestros ojos se llenaban de lágrimas. – Sí, - continuó don Antonio- prisión ayer; hoy jaula de oro que abre sus puertas para que los palomos, con resistente plumón, lancen el vuelo. Yo también fui como ustedes. También pasé por la edad de la niñez, grávida de ilusiones e inquietudes, cuando las ideas chocan en tropel impetuoso que imposibilita juzgar las cosas dentro de un criterio de sensatez i sin arrebatos. También tuve maestros por los que al igual que ustedes por mí, sentía rencor i llegué hasta odiar, porque los creí sanguinarios en sus métodos de enseñanza. Sin embargo, Dios sabe que después de mi madre i padre muertos i de mi esposa e hijos, es lo que más venero en la vida. I así como llevo dentro de mi alma un altar en el que rindo culto a un don Esteban Morales entre otros, posiblemente mañana todos ustedes a quienes he nutrido de saber, olvidarán a don Antonio Rascón, al cruel e implacable individuo que los ha tratado a pescozones i que les ha roto más de una vara o regla encima, i sólo quedará en su recuerdo el maestro Rascón, que dentro de su misma crueldad, ha sabido quererlos. Pero conste, i así quiero que lo recuerden siempre: en mí no ha habido distinciones, pues lo mismo he apaleado al rico que al pobre, al igual que a mis hijos. Todos sin excepción han recibido el castigo cuando lo han merecido, como también he sabido alentarlos cuando se han hecho acreedores al halago. Recto en todo. Cruel, tal vez; pero no me arrepiento. Todos mis actos han sido dictados por mi anhelo de hacer de ustedes, hombres útiles i dignos de llamarse mexicanos.


     Calló el maestro, se enjugó las lágrimas que ya no pudo contener, i paso a paso salió del salón. Contra toda costumbre imperó el silencio. Podía oírse el volar de una mosca. Nuestras almas habían sido conmovidas en lo más hondo. Olvidamos por completo los denuestos i castigos excesivos. Yo por lo menos hubiera querido, cuando volviera, estrecharle la mano i decirle que lo quería. Sí, que había olvidado i daba por bien recibidos todos sus castigos. Así permanecimos por más de media hora hasta que volvió juntamente con los sinodales: tres caballeros vestidos de negro, con largos i retorcidos bigotes y sendas cadenas de oro que les cruzaban el peche: el regidor de instrucción Enrique Suárez, Juan José Sinta i Alberto González. Sus Largos sacos contrastaban con las solapitas que no medían media cuarta. Como siempre que llegaba gente extraña, nos pusimos en pie i volvimos a sentarnos hasta que nos dieron la venía.

     Tres sillas en hilera fueron ocupadas por los sinodales, i comenzó el examen. De Aritmética, de Geografía, de Gramática, de Ciencias naturales. Todos pasábamos al pizarrón i resolvíamos lo que se nos dictaba; contestábamos alguna pregunta, i vuelta a nuestros pupitres, henchidos de gozo al recibir alguna sonrisa de aprobación o palmada de quienes habíamos pensado serían nuestros inquisidores. No cabíamos de contento. Don Antonio, cuando no entendíamos algo o nos equivocábamos, paternalmente nos decía “hijos” o “hijitos” i ayudaba a salir del paso. Terminado el examen el jurado se despidió. Abandonaron el salón acompañados del profesorado. Poco después don Antonio volvió a tomar asiento. Volvió a estirarse los pantalones de casimir café a cuadro, i volvimos a escuchar su voz, -estoy contento de todos ustedes, - dijo -. Este año estudiaron a satisfacción. A los que se quedan pido que el año entrante estudien igual. Para los que se van, para los que abandonan el colegio, digo adiós i les deseo buena suerte. Sus nombres figuraran en el libro que llevo de todos los discípulos que he formado. ¡Tres generaciones. Tres generaciones que me cabe la honra de haber enseñado! ¡Ese es mi capital, ese es el saldo acreedor que orgulloso, puedo presentar a quien se atreviera a preguntarme qué cosa buena he hecho en la vida! Sí, formar generaciones de hombres útiles, de hombres estudiosos, de hombres cultos. He trabajado por mísero sueldo que apenas me ha dado para mal alimentar a los míos. Pero orgulloso, porque no he sabido pedir; menos robar, i mucho menos arrastrarme. He trabajado dignamente i dignamente he llevado el pan a los míos. I ahora, pueden retirarse.

     Los de años inferiores, salieron con la alegría pintados en sus rostros. Vacaciones, jolgorio. Los que ya habíamos terminado, nos sentíamos clavados a los bancos de nuestros pupitres. Al fin uno a uno fuimos desfilando después de dar la mano al maestro quien para cada uno de nosotros tuvo palabras afables, de aliento, de esperanzas. Su mano temblaba al estrechar la nuestra. Al llegar mi turno, después de estrechársela, la apoyó en mi hombro i me dijo: - has sido de mis buenos discípulos i he puesto el mayor empeño en que aprendieras, porque eres huérfano i necesitaras trabajar muy pronto para ganarte la vida. Tu padre, hombre todo bondad, fue buen amigo mío. Ten confianza en ti mismo; de nadie esperes ayuda sino de tu propio esfuerzo. No terminó. Me dio un abrazo y me empujó hacia afuera.

     Llegué al zaguán; me faltaba equilibrio. Como borracho alcancé la escalinata deseoso de alejarme. Seguí caminando; pero antes de llegar a la mitad de la rampla, volví los ojos hacia el colegio, hacia mi escuela. Más que leer, fui deletreando: “E-s-c-u-e-l-a  C-a-n-t-o-n-a-l Landero i Cos”. Nunca se me había ocurrido leerlo; sabía que así se llamaba; pero no me había tomado siquiera el trabajo de verlo escrito. Algunos compañeros que como yo ya no volverían, también se pararon. ¡Qué bonita fachada, qué bonito nombre el de nuestra escuela, qué letras tan bien diseñadas i doradas! Diez, quince minutos; no sabría decir cuánto tiempo estuvimos parados contemplando el edificio. Los pichones, eternos enamorados que tanto abundan, mecían sus amores en los aleros. El “currucutucú” ayer tan molesto, fue en esos  momentos para nosotros sinfonía sin igual. Lentamente nos alejamos. En las primeras bancas del parque tomamos asiento. I a charlar. Echamos al vuelo las campanas de los recuerdos. Hablamos de nuestros alborotos, de nuestros triunfos, de nuestras penas. De los pleitos diarios a la salida de clase en que los mayores nos empujaban sobre el contrario con el pique de “a que  no le quitas la pajita”. De las palizas recibidas del maestro; de las veces que se nos paraba en la ventana como castigo por no saber las lecciones para mofa de todos los que pasaban. -¿I cuántas varas de granadilla te ha roto en tu vida de estudiante en tus flacas canillas? – preguntamos al hoy obeso i ya profesor de la propia escuela Liborio Chigo. Una carcajada con dejos de llanto coreó la respuesta de este noble condiscípulo. Risa i llanto ya que como dijo Peza.

¡Aquí aprendemos a reír con llanto
i también a llorar con carcajadas!

     El reloj encajado en la iglesia en construcción, uno y otra testigos de nuestras aventuras i fechorías, dio una campanada. ¡Hora y media llevábamos de charlar olvidados del mundo, envueltos en el sutil manto de nuestros recuerdos. Sin que nadie lo hubiera visto acercarse, pasó a nuestro lado el maestro. Instintivamente nos pusimos de pie para saludarlo. Lo seguimos con la vista. Reboleaba nerviosamente su grueso bastón. Torpeza en el andar i amargura en su semblante se notaba. Dobló la esquina, i se perdió por entre los arriates del parque.

     Varias veces nos levantamos con ánimo de decirnos adiós; pero volvíamos a caer en conversación la que avivábamos a cada instante para que no muriera, cual se aviva el fuego acogedor en noches invernales. Pasado largo rato i corriendo para ocultar su emoción, sin despedirse se fue el primero de los compañeros, luego el segundo i luego los demás. Quedé el último acompañado sólo de mis libros i cuadernos que apretaba con fuerza bajo el brazo. El parque me daba vueltas. ¿I mañana, -me preguntaba- qué será de mí mañana? Levanté la vista a lo alto, una i más veces sacudí la banca donde estuvimos sentados como queriendo hacerla conocer lo triste que me hallaba i poco a poco caminé en dirección a mi casa. Tras mí quedaba mi niñez. Ya mis pasos me llevaban hacia el mañana; hacia una nueva vida.



APUNTES SOBRE LA ESCUELA Y SOBRE EL PROF. ANTONIO C. RASCÓN SANDIEL. 
Antonio Fco. Rguez. A.

     En el mes de abril de 1887, el H. Ayuntamiento Constitucional inició el trazo y la construcción del edificio destinado a la Escuela Cantonal para niños “FRANCISCO LANDERO Y COSS” proyectada desde varios años antes, pero las penurias del erario no habían permitido la realización. No hay datos sobre las ceremonias con que se hayan iniciado los citados trabajos, pero puede afirmarse con certeza, que en la consecución de la obra puso todo su empeño el progresista jefe político de entonces, que era ya, D. Marcelino González.

     Después de su cimentación, como la obra fue exclusiva del Ayuntamiento con sus propios recursos, al faltarle, hubo de suspender el trabajo para reanudarlo en 1893 en que la corporación municipal encomendó la obra al homeópata D. Ignacio O. Monterde que entendía de construcción; y trabajando según lo permitía el erario, en 1897 pudo ocupar los salones recién terminados; y al comenzar el siguiente, los niños matriculados ya quedaron instalados en casa propia; por lo que se descargó bastante, el tesoro municipal por la renta que venía pagando desde luengos años atrás. Ya instalados los niños, faltaba local para instalar la “AMIGA” que siguió errando de casa en casa por más de medio siglo todavía.

     A principio de 1890, D. Julio Lara Delfín, copropietario de la farmacia “LA SALUD”, y radicado aquí desde 1887, viendo buena perspectiva para la enseñanza primaria, hizo venir de Alvarado a su coterráneo el joven profesor D. Antonio C. Rascón Sandiel, quien estableció una escuela primaria laica particular para niños, que prevaleció hasta 1903 en que asumió la dirección de la Escuela Cantonal “Landero y Coss”, hasta 1912 en que dejó el servicio social y restableció su escuela particular hasta que falleció en 1921. El profesor formó siempre aprovechados discípulos, durante los treinta años que ejerció la pedagogía entre nosotros. El Prof. Rascón se casó, vivió y murió aquí.

     La enseñanza gratuita y oficial era impartida únicamente en la Escuela Cantonal “Landero y Coss” para niños, y para el sexo contrario estaba  “La Amiga Municipal” ambas sostenidas por el Ayuntamiento, así como las rurales de Comoapan, Soyata y Tepancan, de las que restan algunos vestigios.


León Medel y Alvarado. Historia de San Andrés Tuxtla T. 1. Pág. 318, 333, 372, 429-30.