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martes, 19 de diciembre de 2017

LAS CHANECAS DEL AMOR Y DE LA MUERTE Antonio Fco. Rguez. A.

LAS CHANECAS DEL AMOR
Y DE LA MUERTE
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

Imagen Internet

El alma de los animales y de la espesura es el alma del chaneque. El chaneque, ser o ente sobrenatural, es el único dueño del entorno, todo es de él. Se manifiestan como  niños seniles, jugando en los bejucos o arriba de una ceiba, un apompo o un amate; otras veces como sombras oscuras o blancas, como sea, pero una sombra, ustedes la ven como cristiano, pero es una sombra; también se manifiesta como mal viento o mal aire. Aquí en el lago cuando a los pescadores se les aparece la chaneca  “Achane” (dueña de la casa del agua),  dueña de los animales acuáticos,  le avientan un pedazo de copal y ella se lo come, poniéndose tan contenta que hasta cumple en la medida de lo posible y con  moderación las cosas que éstos le piden. Se dice que “Achane” ayuda a tener buena pesca sólo a las personas que no transgreden las normas morales y  tiene además la misión de castigar a los hombres malos y culpables que en la tierra hubieran cometidos faltas que han quedado impunes y que pretenden  lavar  su  cuerpo en  las  aguas de los remansos. Existen también chanecas de tierra, algunas son güeras, güeras, de pelo blanco, blanco, que les llega hasta las piernas, y otras tienen largas y gruesas trenzas endrinas (negras azuladas),  algunas son muy bellas, andan desnudas, viven en los árboles y hacen perder su camino a los hombres. Las chanecas, dueñas de grandes tesoros que están en las cuevas o en el centro de la tierra sólo quieren a los hombres para lograr hijos. Invitan a las personas mole de chipilín, que al comerlo empiezan a trastornarse y caen en trance. La gente pierde el alma en el monte. Tiempo después se les puede encontrar y depende de las artes de un buen brujo para que las chanecas devuelvan el alma de las personas. Para prevenir esto se llevan ofrendas de copal, refrescos, licor, tortillas, café y galletas.

    
     Otro dulce peligro de la espesura son las chanecas llamadas  mujeres macti o makti, cuya presencia se puede detectar por las excrecencias blancas que a veces cuelgan de ramas y troncos (un hongo llamado “baba de chaneca”). Son mujeres rubias, de gran belleza, cuyo peligro mayor es que son seductoramente macabras, que se bañan desnudas en los ríos,  mientras corren y parlotean en lengua indígena atrayendo a los adúlteros con fines de castigo. Naturalmente, los cazadores solitarios o que se han separado de un grupo, suelen ser cautivados por ellas. Algunos sobrevivientes de un encuentro con estas doncellas del bosque narran que se suben a vivir una intensa vida sexual en la copa de algún árbol, en donde ellas suelen tejer una especie de nido. Las macti tienen la magia amorosa que el hombre no encuentra en casa. Lamen todo el cuerpo del seducido con el propósito de quitarle toda la sal. En esta forma, además de extenuado,  la víctima queda toda soporosa, confundida y con sacudidas musculares las cuales pueden llegar a las convulsiones.  A sus encantos sexuales se suman habilidades gastronómicas notables, pues preparan el más sabroso guisado de yerba chipile, lo cual hace aún más placentera la estancia y la “luna de miel” entre el cautivo y la doncella makti. Sin embargo, el cautivo tiene que sobreponerse y escapar, pues las makti, después de disfrutar de él, a la postre terminarán devorándolo.


     - Hace muchos años, yo fui uno de esos jóvenes sobrevivientes, y con riesgo a que me cueste la vida,  he regresado en varias ocasiones queriendo repetir esa emoción, pero parece ser una maldición que quien logre escapar no pueda repetir esa experiencia.


     Así, las mujeres macti al igual que las mantis religiosas o que las arañas capulinas o “viudas negras” devoran al amante al hacer el amor.


     El término makti proviene del verbo nahua maktia, “hacer dar”, y maki del verbo maka, “dar”. En el popoluca de la sierra la palabra makti la traducen como “duende”.



Xalapa, Ver. México. 19.12.17

lunes, 11 de diciembre de 2017

KARMA Y DHARMA Antonio Fco. Rguez. A.

KARMA Y DHARMA
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

Imagen Internet

Tardeaba el día cuando tomé por la vereda, cercana al río,  que me llevaría al pueblo donde habían nacido mis abuelos. Iba entusiasmado pensando que conocería un poco más de la vida de ellos, que la que me habían contado mis padres. Las luces del naciente crepúsculo se filtraban a través de las copas de los árboles dando una policroma tonalidad al boscoso paisaje. Podía ver reflejos chispeantes de luz en la fronda y en partes de la hojarasca. El aire traía un fresco aroma de flores. Arriba se escuchaba el trinar y el aleteo de alguna parvada de tordos que regresaban a sus nidos. Del lado del río, el continuo murmullo de éste y el croar de algunas ranas. Apresuré el paso, a lo lejos distinguí un grupo de personas: era un anciano acompañado de un joven de unos 16 años y una muchachita de unos 14 años de edad. Nos saludamos y nos acompañamos en el viaje.


     El viejo me platicó que hacía unos 25 años había perdido en la ciudad a su hijo de 6 años, y que fue tan grande el dolor que no quiso tener más hijos, pero al paso del tiempo optó por tener a éstos dos. La muchacha venía muy atenta cortando flores del camino para los floreros de la casa, y el joven levantando pequeñas ramas y troncos que servirían de leña.


     Fuimos interrumpidos por los gritos de un señor corpulento que venía detrás de nosotros y qué acercándose al viejo le pidió que regresara para checar la marcha de una camioneta. Éste le dijo que por hoy no podía dejar solos a sus hijos, pero que se comprometía a ayudarlo muy temprano al día siguiente.  El corpulento, molesto, lo tomó por las solapas y empezó a  golpearlo, y el viejo le contestó los golpes, cayendo ambos al río. Los hijos, al ver al padre en desventaja se lanzaron al río para defenderlo. Pero fue inútil, el corpulento golpeó a los tres.


     Todo sucedió tan rápido que yo no alcancé a reaccionar, y de momento vi venir a un señor joven y robusto y señalando al viejo y los muchachos le dije: -Ese tipejo los acaba de golpear. E instintivamente nos arrojamos al río, golpeando duramente entre los dos al agresor, el cual llorando nos pidió perdón. ¿Lo matamos? le dije al señor robusto, y éste respondió: -No, no vale la pena, es mejor que viva para que no olvide nunca este momento.


     El agresor, con la nariz y algunas costillas rotas, con dificultad logró ponerse quejumbrosamente en pie y caminando en forma claudicante, cayó varias veces al suelo.


     Al acercarnos a socorrer a los muchachos y al viejo, éste se quedó viendo fijamente al recién llegado, y sumamente emocionado y con voz entrecortada le dijo: -Tienes los mismos ojos que mi padre. Y abrazándolo efusivamente continúo diciendo: al fin te encuentro hijo mío. E inesperadamente, ambos quedaron abrazados fuerte y cariñosamente y llorando lágrimas de felicidad.


     Llegamos al pueblo, me despedí de mis nuevos amigos y busqué descansar en un hotel. Mañana… sería mi reencuentro con los míos.



Veracruz, Ver. México 27/NOV /17