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domingo, 13 de diciembre de 2015

ACOSO SEXUAL Antonio Fco. Rguez. A.

¡ACOSO SEXUAL!
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


Imagen de Internet
Ya sabrán el por qué preferí salirme de la fiesta antes que acostarme con la hija del dueño de la finca.  Llegué a ese lugar de Santiago Tuxtla invitado por un amigo de ella, y como era mi primera vez con este grupo de amigos de mi edad -de la secundaria-, yo era “el nuevo”, no niego que todos me trataron muy bien, sobretodo ella, que se desvivía en atenciones conmigo. La muchacha no era fea: nalgona, pechugona, cachetona y barrigona, ah pero con unas piernas gruesas y bien formadas y una linda y angelical sonrisa,  aunque confieso que me dio miedo la manera en que me tocaba casi todo el cuerpo al estar platicando conmigo, máxime cuando acercaba su  rostro al mío y le veía la lujuria en los ojos, mi amigo se daba cuenta de ello y parecía divertido al verme todo sonrojado  y, pícaramente me hacía señas indicándome las recámaras que se encontraban cerca de nosotros. Todos los demás se hallaban en la terraza cantando y tocando la guitarra alrededor de unas fogatas y,  viendo como preparaban una rica barbacoa de cochino. Mi amigo salió a alcanzarlos, y entonces ella casi jalándome de los brazos me llevó a una de las recámaras, entrando a ella, cerró la puerta por dentro, yo estaba muy nervioso, ella me abrazó y empezó a besarme, yo no me sentía bien, ella no me gustaba pero no me atrevía a decírselo. Empezaba a desnudarse riéndose de mí quizá pensando que yo era tímido o primerizo, en eso se escucharon unos fuertes toquidos a la puerta y oímos el vozarrón que preguntó:

     ¿Hija estás ahí?

     –¡Sí papá!

   -¿Qué chingaos haces ahí? ¡Ven rápidamente y  atiende a tus amigos! ¡Carajo...!

     Toda espantada me dijo: -¡métete debajo de la cama, que no te vea porque te mata!

     Se volvió a arreglar la ropa y salió de la habitación.

     Minutos después salí de mi escondite de la cama, casi invisible como un fantasma abrí sigilosamente la puerta de la habitación, me escurrí a la salida de la casa y,  caminé 6 kilómetros en plena oscuridad, todo picoteado de zancudos y tábanos, hasta llegar al pueblo, ahí esperé que pasara un autobús y me subí en él rumbo a Catemaco. Entre más me acercaba a mi tierra menos asustado me sentía.


     Y esa fue la razón por la cual preferí salirme de la fiesta, cualquier otra razón que les den no es cierta.


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