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domingo, 11 de marzo de 2012

MAL DE OJO EN MESOAMÉRICA



MAL DE OJO
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


    
 En pipil se conoce como ixcogoyalis. Y el ojear (echar mal de ojo), como ixkogoa. En Chiapas, entre los indios tzotziles, el mal de ojo se conoce como kelsat. En Oaxaca, entre los zapotecas como doch loo, runiloo. Los mixes lo conocen como “ojo caliente”. Es el que transmite por su mirada un individuo, o un animal, a otra persona, especialmente a un niño, dado que su sombra “todavía no tiene fuerzas”. Esta fuerza de la sombra sale al exterior a través de la vista. La gente cree que el daño sufrido se debe a la voluntad maligna o envidia de quien mira, y cuando el daño es recibido por un adulto, éste puede enfermar, morir, perder parientes o animales y quedar en la miseria. Los síntomas aparecen en minutos u horas y son estado general de abulia, fuertes diarreas, vómitos, fiebre, llanto constante e intranquilidad, sobresaltos durante el sueño, sangrado del ombligo y el más característico consiste en que uno de los ojos se pone más pequeño que el otro, o que la secreción lacrimal le impida abrir los ojos. En algunos casos puede llegar a morir si no es atendido a tiempo por un conocedor; si el niño defeca negro, verde o amarillo, puede considerarse mortal; si el niño empieza a arrojar una “baba amarilla”, el caso ya no tiene remedio. El tratamiento incluye una serie de limpias con huevo y el baño, la ingestión o las limpias con algunas plantas como ruda (Ruta chalepensis L.), albahaca (Ocimun basilicum L.) y tamarindo (Tamarindos indicus L.). Para neutralizarlo hay varios amuletos: colgar al cuello la semilla llamada “ojo de venado” (Mucuma urens) -el cual tiene el poder de desviar del niño las miradas de envidia-, las manitas de madera, de palma o de ámbar, un escapulario bendito; bolsitas de tela roja o de chaquira, rellenadas con hierbas mágicas (ruda, estafiate, tabaco y marrubio), y collares de colorines o piedrecillas redondas y lisas sobre cuya superficie resbala la mirada nefasta, sirve además untar saliva sobre sus párpados; y según comenta Beatriz Barba (1980: 231) con pequeños ojos, semillas y piedras semipreciosas con el color del iris humano (ágatas, ámbar, aguamarinas, etc.) y objetos con color de sangre como el coral. || Elmendorf (1973: 28) refiere que entre los mayas el mal de ojos se da si llega alguien de visita y tiene hambre y mira un niño, el niño se enferma, le da diarrea. || Foster (1972: 158-159, 188), señala que en Tzintzuntzan, Michoacán dicen que los niños con este padecimiento “tienen la sangre irritada” y una de las formas de prevenirlo es tapando al niño con un rebozo ante la presencia de extraños para que no pueda ser visto y, que en caso de verlo con curiosidad o admiración, se le debe de dar una nalgada al infante para contrarrestar cualquier daño no mal intencionado. E inclusive algunas madres tarascas deliberadamente mantienen sucios y harapientos a sus hijos, esperando así protegerlos de la posible admiración haciéndolos repulsivos. Además, como el mal de ojo es una entidad caliente, se debe de frotar el cuerpo del enfermo con un huevo, que es entidad fría, para así, sacarle todo el calor de la misma manera que lo hace una cataplasma fría. ||   Comentan Clemente Campos (2003: 52-53) y Olavarrieta (1989: 80-83), en general, el proceso puede caracterizarse de la manera siguiente: cuando a una persona poseedora de “vista fuerte” le gusta particularmente algo -infante, animal, vegetal- puede causar daño involuntario al objeto de su mirada. El mal de ojo por lo regular lo causan los “cuates”-gemelos-, el  “banco”-el hermano que nace después de los gemelos-, y el “culebro”-el que nace después del banco-. Este mal es transmitido a niños, a cachorros de animales, a plantas, a árboles que tienen frutos, a los chicharrones en el momento en que los están friendo, etc. Los animales enferman y pueden llegar a morir; las plantas se secan; el árbol puede dejar de producir frutos, y los chicharrones echarse a perder por no poderse freír. Para que un niño no reciba este mal, y también para tratarlo, es necesario que dichos cuates, bancos y culebros acaricien, carguen o hablen  al niño; también se puede neutralizar el efecto frotándolo y cubriéndolo varias veces con ropa usada y sudada del padre; o con un pañuelo o mandil sucio en el rostro, cabeza, brazos y piernas, así como, amarrándole un trapo en la cabeza. En la curación algunos utilizan, huevos de gallinas de rancho, ramas de albahaca, cucharo o cocuite, del cual se dan rameadas. El huevo después de frotarlo por el cuerpo del paciente se casca y se vacía su contenido dentro de un vaso con agua; “ahí se ve el ojo”, es decir, la enfermedad transferida del cuerpo del enfermo al objeto curativo (huevo). Otras veces, el huevo se echa en un vaso con agua y se tira en el arroyo o río para que el niño se refresque.



     En relación a cuates, bancos y culebros existe una especie de jerarquía con respecto a su poder de provocar y curar el mal de ojo. Quien se considera más fuerte es el culebro: “…lo que hace el cuate, lo cura el banco, y lo que hace el banco lo cura el culebro; pero lo que hace el culebro no lo cura ni cuate ni banco, sólo un yerbatero” –afirmó una informante.  

     En Chiapas, entre los tzotziles, la embarazada no ha de quedarse mirando a una criatura porque le daría el “mal de ojo”; tanto peor si ésta es del sexo opuesto al de su feto.  Si un niño la atrae, entusiasmándola mucho, tendrá que morderle suavemente los lóbulos de las orejas, cada uno tres veces, y besarlo, para no causarle daño. Debe arrojar tres pizcas de sal en las vasijas donde se derrite y clarifica la manteca, ya que de otro modo su calor la aguaría. Cuando se matan puercos en banquetes rituales, las embarazadas deben tomar y retener agua y sal en sus bocas y espurrear a cada uno de los animales. Si se acercan a frutas que se cortaron verdes y se están dejando madurar, deben rociarlas tres veces con agua de sal, o mordisquear  tres frutas del montón para que la fruta no se ponga negra y se pudra. Guiteras Holmes (1965: 99).
     Según Turner (1973: 67-68), en Oaxaca, los chontales de los altos, consideran que una mujer embarazada no debe caminar por el río porque un espíritu podría comerse a la criatura. Se cree que tiene poderes peligrosos que ella no puede controlar, de manera que su mera presencia puede echar a perder los ladrillos que se estén haciendo, el azúcar o la cal.
     Refiere Butterworth (1975: 113), que los recién nacido mixtecos está muy expuestos al mal de ojo, por lo que es muy importante para la puérpera, la cual se levanta al tercero, sexto y noveno días del alumbramiento para bañarse en el temascal, que  la comadrona adorne cuanto antes con flores el lecho del temascal y rocíe con pulque las brasas de adentro.
     Lumholtz (T.ll. 1986: 411), señala que a las mujeres tarascas no les gusta que los desconocidos les acaricien a sus hijos, más bien, les piden que los molesten y provoquen el enojo del niño, de esta forma no le hacen mal de ojo y conserva su buena salud. Como prevención atan hebras de hilo rojo en las muñecas y tobillos de sus hijos, y les clavan en los cabellos una pluma roja de pitorreal, con la idea de que dicho color le oscurece la vista al hechicero.
     En Oaxaca, entre los huaves, si llega una embarazada de visita y hay un recién nacido, tienen que tapar a éste para que no le haga ojo. Si se enferma, lo deben tapar con el huipil de la que le hizo ojo: quiere decir que el que tiene en la panza no es igual que el que enfermó (del mismo sexo). Si son iguales, no hace ojo. La enfermedad de ojo se llama nitiam (el que se pone rojo, el que se sonroja). Por eso los niños tienen su collarcito de tubo de insecto como gusano vacío (crisálida) para el mal de ojo. O si saben quien le hizo ojo, hacen un cordón de hilo como collar y se lo dan a la persona para que lo use en el cuello un rato. Luego lo regresa para que el niño lo use y ya no se enferme, se tira. La ropa del niño tierno se tiende dentro, igual que la de la mamá, para que no le echen ojo. El ojo se limpia con huevo de gallina negra, ese chupa el ojo. Se tira lejos cuando ya se uso.  Ramírez Castañeda (1987: 149). Sobre los mismos huaves, comentan Signorini, Tranfo y Rita (1979: 258, 301), que el mal de ojo es llamado oniïhkah, y es causado por todo aquel que mire con especial interés al niño, sea con envidia, simpatía, simple curiosidad o por el hecho de poseer un tono de animal agresivo, por lo que la madre tiene que confeccionar y darle un cordón de algodón con tres nudos a la persona causante para que lo ensalive varias veces en la boca, usarlo al cuello un día el niño y posteriormente tirarlo. El uso de huevo de gallina negra, está basado en la conexión simbólica del color negro con la oscuridad que anula el poder o efecto negativo de la mirada portadora del mal de “ojo”. Para prevenir el peligro de mal de ojo, desde los primeros días de vida se protege a los niños con amuletos hechos con nidos tubulares de una especie local de araña, huesos de tiburón y conchillas. La simple explicación de esta costumbre es que el “ojo”, al detenerse en el brazalete o en el collar, ha descargado en éstos su poder maléfico. Con tal fin, hoy en día, algunos se permiten llevar joyas de oro, mientras que otros se limitan a simples pendientes hechos con un centavo de peso horadado.
     De la Fuente (1977: 343) comenta que entre los zapotecos de Yalálag el mal de ojo en los niños era tratado anteriormente pintando un círculo en el ojo enfermo, con tizne, y dejando libre al paciente que, al encontrarse con otro niño, le provocaba un espanto y le pasaba el mal. Cuando con el mal se asusta, éste abandona al enfermo.
     Médicamente se sabe que durante la menstruación en la sangre y secreciones corporales femeninas  existe una sustancia tóxica denominada menotoxina, la cual perjudica la vida de las plantas.
     Refiere Weitlaner (1954: 103) que entre los chinantecos se cree que cuando una persona ya ha sufrido tres veces el mal de ojo, queda inmune contra esta enfermedad.
     Comenta Tranfo (1974: 289), cualquier persona que haya estado enferma de mal de ojo, durante su niñez, es a su vez portador.  
     Álvarez (1978), comenta que en otras partes del mundo se tiene la creencia de que el individuo tuerto, de ojos saltones o de color azul o rojo, suscita el mal sin quererlo.




   




















Extraído de mi libro "Los Tuxtlas, nombres geográficos pipil, náhuatl, taíno y popoluca". Analogía de las cosmologías de las culturas mesoamericanas. El cual incluye un diccionario de localismos y mexicanismos.



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