EL PODER DE LA FE
Un día un brahmán vino a su noria para lavar las piedras sagradas. Cuando Dhanna le preguntó qué hacía, el brahmán le dijo que estaba bañando a los dioses. Dhanna quedó mirándole y de repente dijo al sacerdote:
- Estos dioses son muy poderosos, ¿verdad?
- Sí, no hay nada más poderoso en el mundo.
- ¿Pueden hacer de todo?
- No hay nada que no puedan hacer.
El sacerdote ya había bañado a los dioses. Entonces sacó algo de comida y la puso delante de ellos. Dhanna entonces preguntó qué hacía ahora y el brahmán le explicó que estaba dando de comer a los dioses. Cuando el brahmán estuvo a punto de marcharse, Dhanna le dijo:
- ¿No podría Ud. Regalarme uno de estos dioses?
- Estás loco, hombre. ¿Cómo puedo regalarte un dios?
- No se ofenda señor sacerdote, yo le pago si quiere. Pero yo deseo tener un dios.
El brahmán no sabía como sacarle de encima. Finalmente le dijo:
- Bueno ven a mí casa y te daré uno.
Aquella tarde Dhanna llevó unos cuantos regalos al sacerdote y éste le dio una piedra redonda – por supuesto no una de las bendecidas que eran los dioses, sino una cualquiera.
A la mañana siguiente Dhanna llevó al “dios” al campo. Lo bañó como lo había hecho el sacerdote y puso comida delante de la piedra. No pasó nada. Dhanna dijo:
- ¿Por qué no comes diosecito?
Nada.
- Bueno, si no comes tú, yo tampoco comeré.
Pasó un buen rato. Dhanna estaba firme. Su fe conmovió al dios. Al final salió una pequeña mano de la piedra para tomar la comida. Dhanna dijo:
- Así no vale. Tienes que salir del todo y comeremos juntos.
El dios no tuvo más remedio que obedecer ante la persistencia del campesino.
Después de comer, el dios quiso volver a la piedra. Dhanna le tomó por el brazo diciendo:
- ¿A dónde vas después de llenarte la barriga? Vamos a trabajar.
Y así Dhanna ya tenía un ayudante que le hacía todo el trabajo sin cansarse. Todas las mañanas salía de la piedra y después de trabajar todo el día volvía a ella. Así pasaron algunos días. Un día la mujer de Dhanna le dijo:
- Oye, querido, te has solucionado tu problema pero no has pensado en mí. Yo también tengo mucho trabajo en casa. ¿Por qué no me consigues aunque sea una pequeña diosecita para que me ayude en algo?
Dhanna quería mucho a su mujer. Le prometió ir aquella misma tarde al sacerdote para pedirle una diosa.
- No sé cómo agradecerle por el dios que me ha dado Ud. – dijo Dhanna al brahmán-. Es incansable. Me hace todo el trabajo como un esclavo. Ahora bien, si puede hacerme otro favor, mi mujer necesita una diosa también porque ella no puede con todo el trabajo que tiene. Ud. ha sido tan generoso conmigo, no me diga que no.
El brahmán había quedado boquiabierto. No podía creer todo lo que decía el campesino. Pero al mismo tiempo sabía que no estaba mintiendo. Al final le dijo:
- Está bien. Pero primero quiero ver a tu dios.
Dhanna le dijo que fuera a su campo al día siguiente.
Cuando el brahmán llegó a la mañana, Dhanna estaba acostado tranquilamente. Al ver al brahmán le dijo:
- Mire Ud., allí está arando.
El brahmán miró. Veía a los bueyes y al arado pero nada más. - ¿Dónde está? -preguntó. Dhanna estaba sorprendido.
- ¿No lo ve, detrás de los bueyes?
Pero el brahmán no lograba ver nada. Al final, Dhanna comprendió que algo andaba mal. Fue hasta el dios y le preguntó:
- ¿Cómo es que yo te veo y el sacerdote no?
Es que tú tienes fe y él no. Por eso no puede verme.
El sacerdote reconoció su error y arrodillándose delante de Dhanna le pidió que interviniera para que él también pudiera ver al dios.
El dios aceptó la petición de Dhanna y el sacerdote también fue salvado para siempre.
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