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martes, 13 de marzo de 2012

EVOCACIÓN DE LA SELVA Juana de Ibarbourou

EVOCACIÓN DE LA SELVA
(Fragmento)  JUANA DE IBARBOUROU
Poeta uruguaya (1892-1979)




¡Selva! He aquí una palabra húmeda,
verde, fresca, rumorosa, perfumada. Cuando
uno la dice, tiene en seguida la sensación
del bosque, todo afelpado de musgo,
runruneante de píos y de roces, lleno de los
quitasoles apretados y movibles de las copas
de los árboles, bajo los cuales las siestas ardientes
son tan dulces y donde es tan grato tenderse
a soñar. ¡Selva! ¡Oh, Dios mío!
¡Que palabra tan alegre y tan fresca; que
palabra para mí tan llena de reminiscencias!
Huele a eucaliptos, a álamos, a sauces, a grama;
suena a viento, a agua que corre, a pájaros
que cantan y pían, a roces de insectos y croar
de sapitos verdes; evoca redondeles de sol sobre
la tierra, frutas silvestres de una dulzura áspera,
caravanas de hormigas rojas cargadas de hojitas
tiernas, penumbra verdosa y fresca, soledad.
¡Oh, Dios mío, evoca mis quince años y toda
mi alegría sana, inconsciente y salvaje!




     Nacio en Melo el 8 de marzo de 1892 y murió en Montevideo el 15 de julio de 1979. En 1929 recibió el título de «Juana de América». Juana describió ese momento así:
(...) un grupo de jóvenes poetas me organizó en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, una fiesta inolvidable. La presidía don Juan Zorrilla de San Martín.  (...) Santiago Cozzolino, el orfebre, había cincelado el anillo de oro simbólico que me ofrecían los poetas. El ambiente era solemne, con la muchedumbre, los himnos, los delegados de toda América, y otro hombre de estatura física pequeña, pero también magnífico y grandioso: Alfonso Reyes. (...) Y a través de discursos hermosos en que la generosidad juvenil iluminaba las palabras, llegó el momento culminante, el de la entrega del anillo. El Dr. Zorrilla de San Martín fue el designado para ello y lo hizo con unas palabras breves y muy hermosas que me quedaron grabadas en el corazón:
- Este anillo, señora, significa sus desposorios con América.
     El 3 de octubre de 1947 fue elegida para ocupar un sillón en la Academia Nacional de Letras.  En 1950 fue designada para presidir la Sociedad Uruguaya de Escritores. Cinco años más tarde fue premiada en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid   por su obra. En 1959 se le concedió el Gran Premio Nacional de Literatura, otorgado ese año por primera vez.

     Al morir fue velada en el mismo Salón de los Pasos Perdidos en que fue nombrada «Juana de América». El gobierno del momento   dispuso un día de duelo nacional  y fue enterrada con honores de Ministro de Estado,  siendo la primera mujer en la historia de Uruguay a la que se le otorgó tal distinción.



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