TLÁLOC
Y EL TLALOCAN
ANTONIO
FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO
TLÁLOC. De tlal(li), tierra + oc(tli),
vino, licor: “El vino de la tierra”, esto es, lo que bebe la tierra, la lluvia.
El dios de las aguas; pero de las aguas del cielo, a diferencia de
Chalchiuhcueye, que es la diosa de las aguas de la tierra, esto es, de los
mares, ríos, lagos y fuentes. Tláloc es la lluvia divinizada. Llamábanlo
fecundador de la tierra y protector de los bienes temporales, y creían que
residía en las más altas montañas, donde se forman las nubes, y acudían a las
alturas para implorar su protección. A su paraíso terrenal le llamaban
Tlalocan, sitio donde está Tláloc, y era una región de delicias de todo
género. Se le atribuía la dádiva de la
vida y el dominio de las almas separadas de los cuerpos, que habrían de volver
a la tierra a tomar cuerpo. Es
originario de la cultura de Teotihuacan. A la caída de la ciudad pasó a Tula, y
de ahí su culto se esparció entre los pueblos nahuas. Los teotihuacanos
tuvieron contacto con los mayas, de ahí que ellos lo adoptaran o lo
identificaran en la forma del dios Chaac. Entre los zapotecos fue conocido como
Pitao Cocijo, entre los mixtecos como Dzahui, los purépechas lo llamaron
Chupi-Tripeme (“Agua preciosa azul”), en totonaco se nombraba Tajín y entre los
otomíes como Muye. En la cosmología
tlaxcalteca, Tláloc se casó primero con Xochiquétzal, diosa de la belleza, pero
Tezcatlipoca la secuestró. Tláloc se casó otra vez con Chalchiuhtlicue, llamada
Matlalcueye entre los tlaxcaltecas. Tiene una hermana mayor llamada
Huixtocihuatl.
En las cercanías del Penón de los Baños se
encontraba un manantial conocido como Aoztoc (atl, agua + oztoc, cueva: cueva
del agua), de donde en época de lluvia salía gran cantidad de agua y en época
de estiaje formaba un remolino o sumidero, en donde, cuando Tláloc castigada
con hambre y sequía los indígenas
arrojaban a los nacidos albinos, se suponía que se habían ido entonces al
Tlalocan convirtiéndose después de su muerte en tlaloques. Al conducirlos al
suplicio, se esforzaban por hacerlos llorar, pues sus lágrimas prefiguraban la
lluvia. Como protección del remolino colocaron algunos postes con banderas por
lo que es conocido también como Pantitlan (Entre banderas).
Según la cosmología indígena prehispánica
los cerros son enormes depósitos de agua comunicados con el mar, la vierten
hacia los campos a través de los manantiales, los cuales son considerados
lugares sagrados vigilados por los servidores de Tláloc, el ahuizotl, los
ahuaztli o ahuaques; tlaloques que castigan a los impuros que se lavan con sus
aguas o que visitan estos sitios a las 12 del día, momento liminal de manifestación
hierofánica. En tiempos muy remotos se veía la estatua del dios en la cumbre de
la alta montaña (4,200m), llamada hoy todavía Tláloc, no lejos de Texcoco, de
piedra pómez en figura de un hombre sentado sobre una loza cuadrada, delante de
la cual había un vaso en el que los devotos ponían ulli y toda clase de
alimentos, para dar gracias después de la cosecha. Nezahualpilli cambió esta
estatua por otra de piedra negra; más destrozada por un rayo, y tomando el
suceso como castigo de la profanación cometida, fue vuelta la primitiva a su
asiento, deteniéndola con tres clavos de oro uno de los brazos que se le había
roto. El obispo Zumárraga hizo llevar a México el reverenciado numen, y mandó
hacerlo pedazos. Esta relación se le debe a Torquemada. Se cree que el Tláloc
del Códice Nuttal es copia de la estatua que estaba en la montaña de Tláloc.
En esta sierra donde se encontraron el
ídolo se congelan nubes y se fraguan algunas tempestades de truenos y relámpagos y rayos y granizo por lo que la
llamaron Tlalocan.
El 16 de abril de 1964, cuando el Museo Nacional de
Antropología decidió cargar y transportar a México, D. F., un enorme monolito, una estatua de Tláloc de 7 metros de
altura y
de 200 toneladas, encontrada acostada, sepultada a 60 cms de la tierra,
construida muchos siglos antes en Cuautlinchan, cerca de Texcoco, cientos de
granjeros de la zona, con el argumento de que la pérdida del dios traería
sequía y probablemente enfermedades, acosaron a los transportistas del museo,
furiosamente quitaron las coberturas y cortaron los cables de acero con los que
el antiguo dios había sido atado sobre una plataforma especial para su
transporte. Estudios arqueológicos posteriores demostraron que la estatua no pertenecía a Tláloc sino a su amada Chalchiuhcueye, y en efecto, se aprecia en el atuendo el faldellín de la diosa.
El gobierno tuvo que enviar soldados para
proteger a los transportistas del museo y al mismo monolito. Finalmente para que
la sangre no llegara al río, hubo que hacer una transacción con los habitantes
de la región afectada, a los que el gobierno prometió drenar pozos de agua para
reemplazar la presencia de Tláloc, mientras los granjeros, llenos de
desconfianza, entregaron finalmente la preciada estatua.
El día que "Tláloc" llegó a la capital,
convenientemente transportado sobre un enorme trailer tirado por dos poderosos
motores diesel, la ciudad amaneció sumida en una tormenta: el tráfico se
detuvo, y la barda de un estacionamiento se derrumbó sepultando a 30 carros.
Cuando las primeras planas de los periódicos de toda la nación consignaron la
evidencia del vigor de "Tláloc", el gobernador del Estado de Jalisco, ese año
acosado por la sequía, telegrafió a las autoridades de la capital rogando que
se le prestara por un tiempo el enorme monolito. Schendel (1980:41-42), Rodríguez (2004).
TLALOCAN. Del náhuatl tlal(li), tierra +
o(ctli), vino + can, lugar: “Lugar del vino de la tierra”. Lugar donde se forma
la lluvia, el vino de la tierra. El oriente, lugar del dios Tláloc. El cielo,
lugar de los dioses. El paraíso, en oposición al Mictlan, mansión de los
muertos, o infierno. Así como en el Mictlan se esconde el sol, en el Tlalocan
la luna, y así como el fuego crea al sol, Tláloc o el agua es padre de la luna.
Los nahuas creían que la luna andaba en el cielo de las lluvias, de donde se
desprendían las nubes (Robelo, 2001: 568). Al Tlalocan o Paraíso Terrenal, iban
los que morían heridos por el rayo, los ahogados, los leprosos, los bubosos,
los gotosos y los que padecían de enfermedades semejantes.
Tomado de mi libro: Los Tuxtlas, nombres geográficos pipil, náhuatl, taíno y popoluca.
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