HACIENDAS DE ANTONIO LÓPEZ DE SANTA ANNA
ANTONIO FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO
El
30 de julio de 1867 el bergantín Juárez atracó en Veracruz trayendo prisionero
a Antonio López de Santa Anna. El caudillo jalapeño regresaba a México con lo
que traía puesto, ni más ni menos. De sus antiguas propiedades –Manga de Clavo
y El Lencero- sólo guardaba recuerdos. Al ser derrotado y exiliado por la
revolución de Ayutla en 1855, uno de los primeros actos de gobierno de Ignacio Comonfort
fue incautar los bienes del once veces Presidente de la República, que pasaron a
manos de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación
para luego ser rematados.
Ni tardo ni perezoso, don Benito Juárez ordenó que don Antonio fuese juzgado
por la ley del 25 de enero de 1862 que condujo al patíbulo a Maximiliano,
Miramón y Mejía y que seguramente llevaría por el mismo sendero a Santa Anna. Don
Antonio protestó ante los jueces por esta ley. El juicio se llevó poco más de
dos meses y el 7 de octubre de 1867 se dictó sentencia. A Juárez se le
descompuso el rostro cuando le notificaron que los jueces habían impuesto a
Santa Anna la pena de ocho años de destierro y no la muerte. Encolerizado, don
Benito decidió desquitarse con los jueces y los envió a descansar, durante seis
meses a las húmedas tinajas de San Juan de Ulúa para que en ese lugar
aprendieran de leyes.
Lejos de México, don Antonio se
vanagloriaba de su última victoria. Jamás recuperaría El Lencero o Manga de
Clavo, sin embargo, salvó la vida. Regresó de su ostracismo después de la
muerte de Juárez.
¡Qué
de historias podría contar El Lencero! Correrías, aventuras pasionales, bodas,
peleas de gallos, conspiraciones y gran variedad de triquiñuelas. Durante tres
años, don Antonio hizo de todo en lo que fue su refugio personal, arena para
peleas de gallos, cuartel general y por momentos hasta “casa chica” –aunque la
hacienda tenía una extensión de casi dos mil hectáreas-.
El Lencero
Santa Anna compró la propiedad el 27 de
mayo de 1842 por la cantidad de 50 mil pesos. Por entonces Manga de Clavo era
su hacienda, pero Inés de la Paz García,
su primera esposa, se había apropiado lentamente de ella. Acostumbrada al ir y
venir de su marido, doña Inés optó por establecerse definitivamente –o al menos
la mayor parte del tiempo- en la hacienda veracruzana. Al iniciar la década de
1840 la señora de Santa Anna era la verdadera dueña y disponía a sus anchas de
peones y recursos de Manga de Clavo.
Recordamos que en mayo de 1825, vuelve a
México Mr. Joel R. Poinsett, con el carácter de Ministro Plenipotenciario y
Enviado Extraordinario de los Estados Unidos. Fortalece el ministro las logias
yorquinas y entran en tumulto a la nueva secta los chambistas (hordas de letrados criollos que se disputaban cada
empleo dejado vacante por los burócratas españoles. Esto contribuyó
poderosamente a crear la inestabilidad), los aspirantes a diputados, los
malversadores de fondos, en fin, toda la basura política de la nación. La
guerra de partidos se hace encarnizada, se multiplican los periódicos políticos
en los que se insultan soezmente unos a otros los distintos bandos, o sea, en
resumen, que está hirviendo la caldera que ha de explotar pronto, destrozándolo
todo.
Don Antonio López de Santa Anna, que por
lo pronto no tiene nada que hacer en aquella confusión, deja su empleo en
México y se marcha a Alvarado, en donde se enamora de una linda criollita de 16
años, doña Inés García, hija del rico comerciante de telas, el español, Juan Manuel García, y se casa con ella.
Por esta época compra en veinticinco mil
pesos la hacienda de Manga de Clavo, situada entre Veracruz y Jalapa, a la que
su dueño se retira para observar en perspectiva el desarrollo de los sucesos,
sin perder de vista ninguna posibilidad de actuar. Santa Anna en Manga de Clavo
es como un actor tras de las bambalinas que espera el llamado del traspunte
para salir al escenario y recitar su papel. De ahí parte a promover
revoluciones, ahí se refugiará cuando la fortuna le sea adversa, y Manga de
Clavo será, en los momentos de prosperidad del caudillo, la meca de los
políticos mexicanos.
Manga. Entrada formada por dos cercas
convergentes, que se estrechan progresivamente y que desembocan en un corral;
se utiliza para facilitar el encierro del ganado cerril. De clavo, porque en
lugar de ataduras de cuerdas o alambre era asegurada por grandes clavos.
Aparte, se le llama manga de hule a una especie de capote de monte, de tela
ahulada, que los campesinos usan para resguardarse de la lluvia cuando montan a
caballo.
Manga de clavo, del pintor alemán Juan Moritz Rugendas, estuvo en México de 1831 al 34, fue encarcelado y desterrado, acusado de haber conspirado contra el gobierno del Gral. Anastasio Bustamante.
Manga de Clavo ni siquiera aparece en los mapas. Sus últimos
restos quedan a 200
metros de la vía, en una estación rural del Ferrocarril
Interoceánico llamada Vargas: se trata de una solitaria columna hecha de
grandes piedras de río, ladrillos y argamasa, que sigue en pie sólo por el
sostén que le ofrecen las raíces de un árbol corpulento. Por allí existe también
un pozo, sin brocal, de 21 metros
de profundidad, al que los lugareños llaman “el pozo de Santa Anna”, se dice que a cuya mitad existió una especie de puerta, probable acceso a un pasadizo o túnel, está actualmente tapiada.
Desde su retiro, el general oye rugir la
tempestad de odio desatada por los yorquinos contra los españoles en ejecución
del propósito de ir destrabando las fuerzas que aseguran la nacionalidad. Se
inventa la conspiración del Padre Arenas para justificar una brutal persecución
racial. El congreso, dócil ejecutor de los designios de las logias, manda
separar de sus empleos a los españoles y más tarde decreta la expulsión de una
gran parte de ellos.
Santa Anna ve, digamos que complacido,
cómo se van acumulando elementos para una nueva revolución. Esto le agrada
porque le brindará la oportunidad de sacar nuevamente la espada y acaudillar al
partido que tenga mayores probabilidades de imponerse.
Don Antonio dejó hacer a su mujer cuanto
quiso. Sabía que su esposa gozaba del respeto de la sociedad, que jamás dio pie
al escándalo –a pesar de las aventuras galantes del jalapeño- y que era buena
madre. Sin embargo, el caudillo le había perdido el interés, sobre todo a
partir de que la religiosidad de doña Inés se transformó en simple y llana
mocharía, por lo que cualquier insinuación o intento de seducción del marido le
resultaba de mal gusto y pecaminoso.
El
22 de diciembre de 1839 pasaron por Manga de Clavo 2 distinguidos personajes,
el marqués Ángel Calderón de la
Barca, primer embajador que enviaba España tras reconocer,
por fin, la independencia de su antigua colonia, y su esposa, una escocesa
llamada Francis Erskine, quien escribió:
“Nos levantamos a las 2 de la madrugada, a
la luz de las velas, con la agradable perspectiva de salir de Veracruz… A eso
de las 5 llegamos a Manga de Clavo, después de pasar durante leguas a través de
un jardín natural, que es propiedad de Santa Anna.
“La casa es hermosa, de graciosa
apariencia y muy bien cuidada. Fuimos recibidos por un ayudante uniformado y
varios oficiales, y conducidos a una estancia amplia, fresca y agradable,
amueblada con parquedad, en la que no tardó en presentarse la señora de Santa
Anna, alta, delgada y vestida para recibirnos, a tan temprana hora de la
mañana, de transparente muselina blanca, zapatos blancos de raso, muy
espléndidos aretes de diamantes, prendedor y sortija. Se mostró muy amable y
nos presentó a su hija Guadalupe, miniatura de la mamá, en los rasgos y en el
vestir.
“Poco después hizo su entrada el general
Santa Anna en persona. Muy señor, de buen ver, vestido con sencillez, con una
sombra de melancolía en el semblante, con una sola pierna… No conociendo la
historia de su pasado, se podría decir que es un filósofo que vive en digno
retraimiento, que es un hombre que, después de haber vivido en el mundo, ha
encontrado que todo en él es vanidad e ingratitud…
“El almuerzo fue espléndido, y consistió
en una variedad de platos españoles, carne y legumbres, pescados, aves, frutas
y dulces, café, vinos, etcétera, todo servido en vajilla francesa en blanco y
oro…
“Vimos después las dependencias y las
oficinas, y también el caballo de batalla predilecto del general, un viejo
corcel blanco, quizás un filósofo más sincero que su amo; varios gallos de
pelea, ya que las peleas de gallos son una de las diversiones favoritas de
Santa Anna; y su litera, hermosa y cómoda. No hay jardines, pero Santa Anna
mismo apuntaba que todas las 12 leguas cuadradas que le pertenecen son su
jardín”.
Dolores Tosta
Fiel a su costumbre, Santa Anna posó los
ojos en otra mujer para darle cauce a su pasión y comenzó a cortejar a la joven
y atractiva Dolores Tosta. Pero si manga de Clavo era territorio perdido, don
Antonio necesitaba un lugar donde colgar su hamaca para mecerse apaciblemente;
un sitio que le sirviera de refugio a la hora de abandonar el poder, propicio
para la seducción y, por su fuera poco, que no se encontrara alejado ni de
Veracruz ni de la Ciudad
de México. Se decidió entonces por El Lencero.
Lago de El Lencero
El Lencero se halla a nueve kilómetros de
Jalapa, sobre el antiguo camino a Veracruz. Hacia 1525 Juan Lencero –uno de los
hombres de Cortés- recibió una merced real para establecer una posada que diera
alojamiento a los viajeros. Su ubicación era inmejorable, se encontraba en el
punto exacto donde las altas temperaturas de la región costera se transformaban
en clima templado.
El Lencero
El negocio de don Juan prosperó
rápidamente y en unos años diversificó sus actividades. Al mesón se sumaron la
cría de ganado, la reparación de carruajes, el servicio de cambio de
cabalgaduras para los viajeros, alfarería, hilados y tejidos y el cultivo de
algodón, henequén y caña de azúcar. En los siglos siguientes a su construcción,
la propiedad fue adquirida por la
Compañía de Jesús y vio sus mejores años como hacienda.
La Rosita (nombre de su hija), su hacienda en Turbaco, Nueva
Granada (Colombia), era un emporio donde trabajaban más de cuatro mil personas.
El cultivo del tabaco, la cría del ganado y los cincuenta trapiches dejaban
utilidades tan pingües que se dio el lujo de embellecer con ricos ornamentos la
parroquia y el cementerio del pueblo.
La Rosita
La casa principal con el techo de tejas de
barro colorado, amplio corredor exterior y columnas cilíndricas. En ella vivió
dos períodos de su vida: de 1850
a 1853 y de 1855 a 1858. Se presentó una turbulencia política en Nueva Granada. El
caudillo liberal Cipriano de Mosquera, que tenía lazos de amistad con Benito
Juárez, se había levantado en armas contra el gobierno conservador. Temeroso de
que Mosquera entrara a saco en La
Rosita, hizo maletas y fletó un vapor con rumbo a Saint
Thomas, en las Bahamas. Una semana después recibió un correo informándole que
Mosquera había confiscado sus propiedades y los soldados le habían torcido el pescuezo a sus
gallos de pelea.
Actualmente la casa de Turbaco, Colombia, es
usada como Alcaldía, y la calle que da a la exhacienda del caudillo lleva su
nombre Antonio López de Santa Anna, pero es mayormente conocida como calle de la Alcaldía. Cuando
vayas a Cartagena de Indias, Colombia, puedes visitarla, está a una hora de
camino.
Gracias a una amnistía decretada por el
presidente Lerdo, vuelve a México a pasar sus últimos días. Se instala en su
casa de la calle de Vergara (hoy Bolívar 14), donde lo visitan los viejos
santanistas. Las cataratas lo han privado de la vista y ahora no puede salir
solo a la calle. Las estrecheces económicas y la ancianidad lo han convertido
en una pesada carga para su esposa. Dolores Tosta le escatima el dinero. Por orgullo
se niega a pedir al gobierno la pensión que le corresponde como militar
retirado. En 1876 enferma de diarrea crónica y muere el 21 de junio, a la edad
de 82 años.
Bibliografía:
Alejandro
Rosas. Santa Anna y la Diosa Fortuna.
Relatos e Historias en México. Editorial Raíces, S. A. de C. V. Mayo 2010. México,
D. F.
Alfonso
Trueba. Santa Anna. Figuras y episodios de la historia de México. Abril 1958.
Editorial Jus. México, D. F.
Enrique
Serna. El seductor de la patria. Editorial Joaquín Mortiz, S. A. de C. V.
México, D. F. 1999.
Armando
Ayala Anguiano. Del Santanismo al Juarismo. Editorial Contenido, S. A. México,
D. F. 1978.
Leovigildo
Islas Escárcega. Diccionario Rural de México. Editorial COMAVAL, S. A. México,
1961.