LA
ESTRELLA EN EL POZO
Antonio
Francisco Rodríguez Alvarado
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Recuerdo muy bien esa
noche, había tanto calor que subí a refrescarme al tejado de la casa. El cielo
nocturno era espléndido, podía ver los cerros que rodeaban nuestra casa de
campo. Me puse a contar el interminable número de estrellas, cuando vi que como
goteando del mismo cielo algunas de ellas caían como aerolitos o estrellas
fugaces. De pronto, una de ellas rauda se acercó tanto que su resplandor llegó
a cegarme. Escuché un fuerte splash y al momento sentí un baño de agua caliente en todo el cuerpo.
Me bajé del tejado y corrí apresuradamente adonde aún se reflejaba un pequeño
destello de aquel gran resplandor. Al llegar descubrí agua encharcada alrededor
del pozo. Me acerqué al brocal y nuevamente una gran luminosidad me volvió a
cegar. La estrella había caído dentro de él.
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Surgían del pozo unos
sonidos como entre agua hirviendo o quejidos. Que poco a poco se fueron
apagando hasta llegar a un silencio total.
Muy temprano le comenté
este suceso a mi padre, el cual me pidió fuéramos a investigar al pozo. Al
mirar dentro de él, observamos que
persistía la luminosidad aunque en menor intensidad. Sacamos una cubeta
con agua y al probarla apreciamos que además de encontrarse tibia, había
cambiado de sabor, tenía un sabor desconocido pero agradable. Dos semanas
después, mi padre y yo notamos que a él se le iban colorando las canas y
quitando las arrugas del cuerpo. Incluso su salud mejoró: dejó de tomar
medicamentos recetados para la presión, la artritis y la diabetes.
Algunas noches al
acercarnos al pozo oíamos unos lamentos y al mirar a través del brocal
desaparecían. En noches de humedad se formaba un pequeño y bello arcoíris saliendo
del interior del pozo.
A nadie le hicimos
saber de la estrella del pozo. No quisimos que ella fuera lastimada por alguna
persona mal intencionada o que el Gobierno nos sacara de nuestras propiedades
con el fin de investigarla.
Mi padre empezó a
regalar agua del pozo a parientes y amigos que estuvieran enfermos, los cuales
mejoraban su salud o sanaban a las pocas semanas. Conservamos nuestro secreto,
decíamos que era agua preparada por un anónimo curandero.
Al paso del tiempo nos
fuimos encariñando con la estrella, cada vez que nos acercábamos al pozo le
agradecíamos todos los favores que nos prodigaba. Algunas noches cubríamos el
brocal con flores aromáticas y prendíamos velas y orábamos por el bien de
nuestra querida amiga y benefactora.
Cierta noche, cuatro
meses después, un aumento de calor y una inmensa luz nos despertó a mi padre y
a mí. Era provocada por una estrella que se acercaba al pozo y al estar encima
de él desprendió una especie de brazos luminosos los cuales se metieron al pozo
y sacaron a nuestra querida amiga, al estar juntas se abrazaron y se fundieron
en una sola luz, se escucharon sonidos musicales. centellaron varios minutos a
manera de despedida, y en un abrir y cerrar de ojos desaparecieron de nuestra
vista.
Algunos años después... le confesamos nuestro secreto a un sabio anciano del pueblo, el cual se había curado de la ceguera tomando de esta maravillosa agua. Posteriormente de enterarse, nos explicó: - "Afortunadamente, la estrella se mantuvo flotando en el agua del pozo, pues de haber tocado la tierra del fondo, hubiera perdido los poderes innatos de los cielos".
Xalapa, Ver. 29.05.2019