¡SIN
MADRE!
A
la poetisa María Enriqueta C. de Pereyra
María
Boettiger de Álvarez
Imagen Internet
En
mísero lecho, con gesto doliente,
La
madre angustiada con fiebre delira,
Y
el pequeño niño de rostro inocente,
Curioso
la mira.
La
luz de una vela apenas alumbra;
El
niño solloza, la madre se queja;
¡Parecen
fantasmas entre la penumbra
de
la casa vieja!
-Mamá,
tengo miedo… ¿Por qué estás callada?
¿Qué
ya no me quieres? La noche está fría.
¿Por
qué no respondes? ¿Qué, estás enojada,
madrecita
mía?
La
enferma, que escucha, extiende la mano
hacia
el pobre niño que triste la mira.
A
lo lejos vibran las notas de un piano.
¡La
enferma suspira!
Muy
cerca aletean rumores de fiesta;
los
ricos magnates se entregan a un baile;
llegan
a la enferma preludios de orquesta
Que
trasmite el aire.
De
pronto, la madre entra en agonía,
ya
no mira al niño que cerca está de ella…
La
fiesta prosigue con gran alegría.
¡La
noche es muy bella!
El
niño se azora de ver el semblante
de
la triste madre que está agonizando,
y
siguen las notas de aquel vals brillante
Que
otros van bailando…
-No
te duermas, madre, oye bien la fiesta.
¿Tienes
tanto sueño, madrecita mía?
Oye,
que bonita se escucha la orquesta
en
la noche fría.
De
la pobre madre cesaron las quejas;
parece
que duerme con la boca abierta.
El
niño la cubre con las mantas viejas
¡sin
ver que está muerta!
Se
acerca y la besa en la frente helada;
Creyendo
que duerme, se acuesta con ella;
¡Y
alumbra este cuadro, con dulce mirada,
la
luz de una estrella!
¡Oh!
noche serena, en tu negro manto
envuelves
callada mil sueños de amor,
crímenes
y fiestas, dolores y llanto,
que
causan pavor.
¡Oh!
noche callada, sigues impasible,
llevando
en tus sombras misterio profundo.
Y
un niño se queda, ¡parece increíble!,
solito
en el mundo.
Los
ricos se embriagan de luz y de vino,
y
hay pobres que mueren sin luz y sin pan,
pero
todos llegan al mismo destino.
¡Todos
morirán!