ESCUDILLA
Antonio
Fco. Rodríguez Alvarado
De visita al bazar
encontré una gran escudilla plateada y de inmediato pensé en ti. La llevé a
casa, y al regresar unas horas más
tarde, me sorprendió verte completamente acostada y desnuda sobre ella.
Contemplé a mis anchas
este riquísimo y erótico platillo. Todo un buffet, el cual fui besando y
mordisqueando… encontrando sabores, olores y texturas en toda tu voluptuosa
anatomía, cuya calidez reaccionaba con finos escalofríos a la frialdad del
afortunado contenedor.
Mis besos y mordiscos
te provocaban finos ayes y prolongados y
dulces gemidos de placer. Las caricias de mis manos atemperaban tus
escalofríos, y pronto tu cuerpo se fue
encendiendo provocando una profusa transpiración que exacerbó la sensual
humedad y el perfume de tu piel.
Tus labios los tenías
entreabiertos como esperando el beso o la apasionada mordida que aumentara aún
más el gran deseo de amarnos.
Tu mirada me seguía.
Tus párpados se abrían y cerraban no queriendo perderte de esta fantasía sexual
en que me tenías atrapado.
Sentí en las yemas de
los dedos las trémulas sacudidas de tus nervios y tus músculos, tal como suena
a mis oídos una convulsa y perenne percusión acústica. Mi cuerpo se electrizó
con las descargas que emanaban del tuyo, generando al momento un apasionado
éxtasis de deseos, de locura y de lujuria.
Te tomé en mis brazos,
acostándonos sobre la alfombra, y en ella,
al compás de un sexual, viejo y
candente ritual nuestros cuerpos y nuestras almas se hicieron una sola.
Xalapa, Ver. 14.01.2020