LA
OBRA PRODIGIOSA
Salvador
Herrera García
Cronista de la Cd. de Catemaco
Fue el séptimo día.
Dios descansaba, cuando descubrió en su recién creada obra un breve espacio
ocupado por la nada.
¡No podía ser! Era
preciso llenar ese vacío que resaltaba en un punto del redondo mundo.
Entonces, el Supremo
Hacedor, artista consumado, dispuso sus pinceles de luz y una rica gama de
colores… ocres, sienas, tierras, verdes, azules, carmines, amarillos…
Pinceladas firmes,
tenues toques, deslavados, esfumados, fueron desparramando trazos y matices
sobre el etéreo lienzo de la nada. Y al soplo Creador adquirió dimensión y
forma la prodigiosa acuarela…
Tornasolados celajes,
esmeraldinas serranías, floridas campiñas y valles. Plata en el espejo del
lago, ríos y cascadas. Lapislázuli en mares que bañan playas infinitas… Y una
rica profusión de flora y fauna poblando la tierra y agua…
Ahí estaba la
espléndida obra, esperando el engarce dorado de los días y la nocturna plata de
luna y de estrellas. El Hacedor dispuso que el Tiempo, con su transcurrir
natural, se encargara de completarla.
Tal vez, entonces quedó
decidido en el arcano que un volcán violentaría el paisaje, y haría surgir tres
islas de esmeralda sobre el lago.
Por Voluntad Suprema,
el terco flujo y reflujo lacustre fue modelando el espacio donde se asentaría
un risueño poblado. Y entre siluetas de piraguas y tejido de redes quedó
trazado el destino pescador de sus habitantes…
Y por ahí, la mano
Creadora habría seleccionado, en un bello paraje, la gruta que acogería a una
dulce y milagrosa Virgen…
Caía ya el sol de la
séptima jornada. Satisfecho de su obra prodigiosa, Dios se arrebujó en las
nubes. Y, cual travieso niño, esperó el sueño haciendo girar y girar su redondo
y recién creado mundo.
Catemaco, Ver. México
30.05.17 ©shg
-Para Celia Judith-