LA
LLEGADA DEL CAOS
(Relato
fantástico)
Francisco
Javier Fontela García
Imagen de Internet
La primera fase de este apocalipsis empezó hace varios meses, cuando un monstruo de tamaño colosal y forma indescriptible surgió del mar cerca de la ciudad portuaria de Vigo, situada en el noroeste de España. Nunca se llegaron a especificar las dimensiones exactas del monstruo, pero superaba ampliamente en tamaño a cualquier animal marino conocido y no se parecía a nada conocido por la ciencia. Aunque la mera visión de semejante ser fue suficiente para que miles de personas enloquecieran de terror y huyeran despavoridas del puerto, en un primer momento se descartó que pudiera salir del agua y atacar la ciudad, pues, en tal caso, debería morir aplastado por su propio peso, tal como les sucede a las ballenas cuando se quedan varadas en una playa. Craso error: bien porque la constitución de aquel ser no fuera completamente material, en el sentido usual del término, o bien por cualquier otro motivo igualmente inexplicable, el monstruo abandonó el mar sin sufrir el menor daño e inició un ataque brutal contra la ciudad de Vigo, que no tardaría en ser borrada del mapa junto con la mayoría de sus habitantes. Una vez arrasada la ciudad, el monstruo volvió al mar y desapareció sin dejar rastro. Aunque la Armada y la Guardia Civil lo buscaron durante días por toda la bahía y aguas adyacentes, resultó imposible localizarlo. Aquella cosa se había marchado de nuestro mundo tan rápida y misteriosamente como había venido.
…
Antes de desaparecer, el monstruo había sido grabado por numerosas cámaras y, como es lógico, las imágenes recogidas dieron la vuelta al mundo, apareciendo en todas las televisiones del planeta, así como en innumerables vídeos de Internet. Aquel ser presentaba un aspecto tan terrorífico que su mera visión provocaba un hondo estremecimiento incluso en las personas más audaces, por lo cual no es de extrañar que durante las noches siguientes muchos televidentes e internautas de todo el mundo tuvieran horrendas pesadillas, en las que el monstruo volvía del abismo para extender el horror y la muerte por doquier. Lo extraño es que, con el paso del tiempo, aquellas pesadillas, en vez de atenuarse, se volvieron cada vez más frecuentes y horribles, hasta acabar provocando serios desórdenes mentales en muchas de sus víctimas. Algunas se volvieron locas y otras prefirieron suicidarse antes que volver a soñar con aquel monstruo, que, cual un nuevo Freddy Krueger, parecía ser capaz de atacar a la Humanidad desde el reino de los sueños. Podemos decir que esta fue la segunda fase del Apocalipsis, aunque su gravedad fuera muy inferior a la de lo que vendría después.
…
Nyarlathotep, imagen Internet
Para combatir aquella epidemia de pesadillas, que llevaba camino de convertirse en un serio problema sanitario, un científico estadounidense llamado Baxter patentó unas pastillas de su invención que impedían soñar. Aunque al principio algunos médicos opusieron reparos a las pastillas del doctor Baxter, este recibió el apoyo de las autoridades y las principales multinacionales farmacéuticas le ofrecieron cantidades millonarias por la compra de la patente. Gracias al apoyo institucional y a una agresiva campaña de publicidad, las voces discordantes fueron reducidas al silencio, más allá de dudosos foros de Internet, donde los presuntos efectos negativos de las pastillas Baxter se mezclaban con teorías “conspiranoicas” y elucubraciones pseudocientíficas de nulo prestigio. Y como la gente estaba harta de soñar con el monstruo, en pocos días se vendieron millones de unidades, que convirtieron al hasta entonces desconocido doctor Baxter en el hombre más rico del mundo (por cierto, al igual que el monstruo él también desapareció misteriosamente, sin que se volviera a saber nada de él). Entonces, literalmente de la noche a la mañana, llegó la tercera fase del horror, infinitamente peor que las dos anteriores.
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Imágenes Internet
Las pastillas del
doctor Baxter, efectivamente, impedían soñar con el monstruo, pero la
eliminación de los sueños tuvo unos efectos psicológicos realmente terribles,
infinitamente peores que los de las más atroces pesadillas. Tal como habían
intuido los psicoanalistas de finales del siglo XIX, el sueño es útil para la
mente humana, no solo porque le permite evadirse de los sinsabores de la vida,
sino porque lo ayuda a desahogar, de una forma relativamente inocua, los
impulsos más oscuros del subconsciente. Destruida esa barrera de control que es
el sueño, el lado oscuro del subconsciente se apodera de la mente y se
convierte en el todo, provocando que nuestros demonios interiores salgan a la
luz de forma inexorable. Así pues, una mañana millones de personas de todo el
mundo que habían tomado las pastillas Baxter antes de acostarse se encontraron
con las manos manchadas de sangre y enloquecidas por lo que habían hecho
durante la noche. En vez de dormir y soñar, todos se habían levantado de sus
camas en un estado de frenesí incontrolable y habían hecho realidad sus más
tenebrosos deseos, bajo los efectos de algo peor que la simple locura. Quienes
aún conservaban suficiente cordura para sentir remordimientos optaron por
suicidarse, pero otros, completamente enloquecidos, siguieron violando y
matando sin parar… hasta que otro loco más fuerte los mató a ellos.
…
…
Ahora estoy escribiendo esto (ignoro para quién), mientras alguien que una vez fue mi mejor amigo intenta entrar en mi casa para matarme. A él, como a tantos otros, lo han enloquecido las pastillas Baxter. Yo, al ser alérgico a uno de sus componentes, no llegué a tomarlas y gracias a eso aún conservo la cordura, ya que no la esperanza. Sé que todo está perdido, tanto para mí como para el resto del mundo, y el único consuelo que me queda es la comprensión: todo esto, desde la aparición del monstruo marino hasta ahora, siempre formó parte de un diabólico plan para destruir a la Humanidad, un plan ideado por una inteligencia inhumana e implacable. ¿Quién era realmente el doctor Baxter? ¿Qué provocó la locura de su ayudante, quien fue la última persona que lo vio antes de su desaparición y que poco después murió en un manicomio, chillando “Nyarlathotep, Nyarlathotep ha vuelto”? ¿A qué venía esa alusión a un dios del caos que, teóricamente, solo existe en las fantasías literarias de H. P. Lovecraft?
Ahora debo terminar. Él
ha conseguido derribar la puerta de mi casa y…
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