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jueves, 2 de febrero de 2012

INDIANOS Antonio Fco. Rguez. A.

INDIANOS
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

     En la España de los siglos imperiales vivían a gusto los grandes señores terratenientes y los eclesiásticos regulares y seculares. Y solían llamar despectivamente indianos a quienes a base de no poco sacrificio y trabajo hacían una fortuna en las Indias, en las antiguas colonias españolas y portuguesa de América, sobre todo en  Brasil, Cuba, Argentina, Uruguay, Venezuela o México y regresaban luego a vivir holgadamente a la Península (algo que les era imposible conseguir en sus lugares de origen). Llegando a ser muchos de ellos benefactores de los lugares que les vieron nacer. La labor de mecenazgo que llevaron a cabo estas personas fue notable en la España de aquella época, levantando escuelas, iglesias y casa consistoriales ¹, construyendo y arreglando carreteras, hospitales, asilos, traídas de agua y posteriormente de luz eléctrica, etc. Otros se quedarían en el camino y no encontraron más que el fracaso y desaliento en una suerte que les fue esquiva también al otro lado del Atlántico. Por tanta resistencia de este casticismo, no se creó una clase media, burguesa, los enriquecidos con el oro de las Indias no hallaban postura cómoda o rango prestigioso entre ambas clases de españoles. Una de las razones para despreciar a los indianos es que era la gente de mal vivir que emigraba a las Indias (ya en 1497, los Reyes Católicos pensaron en que las nuevas tierras fueran lugar de deportación para criminales que no merecían pena de muerte, y podían ser útiles allá con su trabajo forzado); y otra “la idea tan difundida en la España del siglo XVl, del deshonor que entrañaban las actividades mercantiles, principalmente las de los desalmados logreros o usureros”. La significación de las Indias para los españoles que permanecían en la Península está bien clara: enriquecerse en el Nuevo Mundo ponía en peligro la limpieza del linaje, esta riqueza mancillaba, convertía al indiano en un posible judío, interesado en acumular una fortuna individual y secular (no como aureola de su rango nobiliario o para fines religiosos). El adinerado que no era noble, hidalgo o eclesiástico nunca se hacia “viejo” respetable. Algunos indianos buscan honores; merced a sus visitas a los ministerios de Madrid, “y a algunos centenares de  peluconas ², obtienen grado de capitán, o titulo de marqués, o la gran cruz de Isabel la Católica, o las tres cosas juntas; todo estriba en su desprendimiento. Otros, vueltos a sus aldeas, mantienen a sus padres, y edifican una casa o palacete de estilo colonial de tres pisos, más suntuosa que todas cuantas construyeron sus predecesores. ¡Una casa de tres pisos! Pirámide elocuente que atestigua su victoria y, conocidas con el distintivo de casa del indiano. De la añoranza por la tierra americana quedan las palmeras que plantaron frecuentemente a las entradas de estas casonas. 

     Extracto modificado de Sobre lo precario de las relaciones económicas entre España y las Indias de Américo Castro, Universidad Veracruzana, México, 1966.

¹ Casa consistorial. Edificio donde el alcalde y los concejales se reúnen en corporación para regir el pueblo, villa o ciudad. El consistorio es el llamado consejo municipal.
² Pelucona. Onza de oro acuñada con la efigie de uno de los Borbones hasta Carlos 1V inclusive.



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