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jueves, 16 de febrero de 2012

EL LAGO DE LAS SERPIENTES Juan de Dios Restrepo

EL LAGO DE LAS SERPIENTES  
Juan de Dios Restrepo
Colombiano (1827-1894)



     Provocado por un sol brillante, raro en esos países nebulosos el cazador cogió la escopeta y se fue a vagar. No encontrando caza mayor iba  bastante   distraído con esas pequeñas diversiones que siempre encuentran los amantes de la Naturaleza. El sol brillaba entre los tupidos ramajes de los árboles.

     “Me divertía –dice el protagonista- cogiendo esas pequeñas ranas de color de oro, de cuya piel se extrae un veneno mortal; matando hormigas negras, llamadas yanabes o congas, cuya picadura da vértigo, y contemplando los colores variados y caprichosos de infinidad de insectos alados.”

     Ante sus ojos aparecen los parajes sucesivos de un terreno accidentado, colinas y extensos valles de vegetación exuberante, tan tupida que dificulta el avance y da cobijo a las fieras y a los reptiles, a dañinos insectos y a peligrosas alimañas, ocultas entre espesos matorrales.

     El cazador es hombre bravo a quien, según confiesa, no le preocupan culebras ni tigres, pues nunca le detenía el riesgo sino cuando éste se convertía en temible realidad. Entonces, su corazón de cazador se estremecía, con miedo y gozo, entre la lucha abierta y “cara a cara”.

     En su camino se encuentra un arroyo de aguas límpidas y se propone seguirlo hasta su nacimiento. Llega así hasta un lugar en que la espesura se hace inextricable; los árboles entrelazados por las lianas forman un verde y compacto pabellón a la entrada de una gruta, de cuyas rocas cuelgan en festones flores de rara belleza y perfumes delicados.

     “Un torrente salía de entre las enredaderas, formando una cascada vaporosa. Sus aguas descompuestas en espuma, caían en lluvia de perlas. Miríadas de mariposas azules volaban por todas partes.” La belleza de aquel lugar era soberbia, y el ancho estanque formado entre rocas por el agua de la cascada suscitaba impensadamente el deseo de bañarse. El cazador, imprudente, no resiste la tentación y se sumerge en el agua. Su imaginación, en medio de la frescura del baño y el encanto prodigioso del lugar, se alucina y cree ver a cada momento una verde ondina de verde cabellera o una sílfide. Más lo que pronto pudo ver, paralizado de espanto, fue… Dejemos que la palabra del narrador nos describa la impresionante escena:

     “De repente penetró por donde yo había entrado una culebra cascabel y, en pos, otras corales, equis, mapanaes, verrugosas, etc.; toda la gran familia venenosa estaba allí representada. Juguetearon un momento sobre el césped y se arrojaron al agua. Me quedé inmóvil, sumergido hasta el pescuezo, pues sabía que al hombre quieto no le muerden las serpientes. Jugueteaban en el agua, formando figuras caprichosas; algunas veces se rozaban contra mí y el frío de sus anillos me penetraba hasta el corazón. Conocí pronto que no tenían ninguna mira ofensiva, sino bañarse únicamente.  A poco rato se salieron por donde habían entrado y no volvieron más. Yo debía haber quedado loco, o, por lo menos, con el pelo cano, y, sin embargo, conservo algunos átomos de juicio y no tengo una sola cana en los cabellos”.

     La aventura termina bien, y, por extraña paradoja para un cazador, siendo la más peligrosa, no se produce como un episodio de la lucha del hombre con la fiera o con el animal poderoso y agresivo, sino como un momento vacío, de tregua entre las especies enemigas. Los indios de la región sabían que las aguas de aquella gruta eran muy frecuentadas, en los días calurosos, por los grandes reptiles, y por eso la llamaban El lago de las serpientes.


     La rana “flecha venenosa” dorada (Phyllobates terribilis) exuda por su piel el veneno más potente del mundo, vive en Colombia. Tiene tanto veneno como para matar a 10 hombres adultos. Los indígenas Emberá ya utilizaban este veneno, impregnando las puntas de sus flechas y lanzas (de ahí su nombre) para matar a sus presas que caían fulminadas.





   
    La hormiga yanabe o conga (Paraponera clavata), del griego ponerina, dolor, tiene de 3 a 4 cm de largo, es de color negro y vive entre los troncos caídos, entre las raíces y las plantas epifitas. Sus colonias no son numerosas. Tienen un aguijón  cuando pica produce un dolor muy fuerte, que puede durar hasta 24 horas. Se dice que puede provocar una altísima fiebre que tumba hombres fuertes por una semana. Se dice “que es el dolor no mortal más intenso que se puede experimentar”. Habita en bosques lluviosos de baja altitud, desde el amazona hasta la costa Atlántica de Costa Rica y Nicaragua.










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