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viernes, 17 de febrero de 2012

EL DILUVIO Elisa Ramírez

EL DILUVIO 
Elisa Ramírez
socióloga



      En muchos lugares del México indígena se cuentan historias de un diluvio. Siempre existe un sobreviviente que, con el maíz, el frijol y la calabaza, regresa al mundo para poblarlo nuevamente. Mucho tiempo se creyó que estos relatos eran versiones del diluvio bíblico, pero los primeros cronistas y las referencias indígenas más antiguas hablan del fin de algún katún o algún Sol por agua. La versión donde aparecen perros en vez de niños y mujeres, tal como sucede en este caso, existe también entre algunos hablantes de náhuatl y entre los huicholes. Los perros que se transforman en gentes son nuestros primeros padres. La siguiente versión, le fue narrada a la socióloga, por Juan Olivares, huave de San Mateo del Mar, Oaxaca.
     Es la historia ndiligueay mundo, que significa cambiarse, voltearse al revés, hacerse otro el mundo.
     Había un señor, pero no tenía esposa; sólo tenía dos perros; una hembra y un macho. El señor era campesino.
     Había mucha gente en el mundo. El señor soñó que el mundo se iba a voltear, se iba a hacer otro. Un día soñó que un señor le venía a avisar que se acabaría el mundo. Él es de suerte, porque el mismo Dios le vino a avisar; pero él no sabía si era Dios quien le decía que iba empezar a subir el mar. No creyó: tres veces soñó, a la tercera Dios le dijo:
     -¿Ya está listo lo que te encargué? Si no quieres hacerlo, tú sabes, pero yo ya te avisé.
     Y creyó a la tercera vez y empezó a hacer lo que Dios le dijo: se puso a torcer mucho mecate de palma. La gente le preguntaba que para qué quería tanto mecate y él les decía que el mundo se iba a transformar y les contaba su sueño. Y la gente le decía que si ya se estaba volviendo loco.
     -Pues crean, o no crean, así lo soñé.
     Al poco tiempo ya tuvo bastante mecate y empezó a subir la mar viva. Cuando vio que comenzó a levantarse el agua, se metió en su canoa con sus perritos y con sus alimentos: maíz, calabaza y frijol –el maíz, la calabaza y el frijol son los únicos alimentos que vienen de antes del diluvio. El hombre pudo comer todo ese tiempo del diluvio porque todavía no se había perdido el maíz; con un solo grano alcanzaba para tortillas y con un solo grano alcanzaba para pozol. Amarró un metate a su canoa, para que quedara como ancla y que él pudiera regresar a su tierra. Subió el agua, se llevó la canoa para arriba, abajo quedó el metate amarrado con el mecate de palma. Varios días estuvo flotando hasta que poco a poco el agua fue bajando. Cuando empezó a bajar el agua, él iba recogiendo todo el mecate, hasta que regresó al lugar de donde había salido. Él había llevado alimentos, pero cuando regresó a la tierra ya tenía pocos. En la tierra no había gentes; se murieron todos. Pues él, ¿qué cosa va a hacer? Pensó en trabajar otra vez; empezó a trabajar en el campo porque sus alimentos ya eran pocos y tenían que comer él y sus perros; y así siguió trabajando en el campo.
     Un día regresó de trabajar del campo y en un de repente, vio que ya están hechas las tortillas; pero, ¿de dónde sale esto? Llegó al otro día de su trabajo; igual, están las tortillas recién hechas. ¿Y de dónde salen las tortillas recién hechas si no hay gente? Y entonces pensó investigar cómo es eso. Al otro día se fue a trabajar, pero a medio camino se regresó; se vino a esconder cerca de la casa para ver quién está haciendo sus tortillas y vio el lugar donde estaban los perros, estaban jugando y oyó que estaban hablando:
     -A mí me toca moler hoy y a ti te toca hacer las tortillas.
     Y el otro le contestaba
     -Quítate la piel y ponte este pedazo de tela como ropa.
     Y se quitaron la piel y la dejaron a un lado los dos. El hombre estaba viendo; de lejos, pero estaba viendo. Se cubrieron con los trapos, empezaron a trabajar. Y se regresó a su milpa y trabajó. En la tarde regresó a su casa como siempre y vio que ya están hechas las tortillas; las hicieron los perritos. Cuando llegó, brincando lo recibieron los perritos, al modo de los perritos. Y empezó el hombre a comer las tortillas con los perritos.



     Tres días los espió. Al tercer día se fue otra vez a su trabajo pero llevando un poquito de sal. A medio camino se regresó para atrás y se escondió cerca del lugar donde vive. Vio que los perritos se quitaron la piel y se transformaron en gente; los perritos se quedaron como niños. El hombre se levantó entonces y corriendo les echó sal a las pieles de los perritos; y al echarles sal ya no se pudieron acercar los perritos, porque la sal es bendita y así se quedaron como gente. El hombre escondió las pieles lejos; los chamaquitos pedían sus pieles llorando, pedían perdón a su dueño; pero el hombre ya no quiso devolverles las pieles, las escondió de una vez.
     Y de una vez se quedaron transformados en gente. De ahí crecieron los perritos y se casaron, vivieron y durmieron; así tuvieron hijos, ahí empezó otra vez a multiplicarse el mundo. Por eso la gente de San Mateo cree que ellos son hijos de los perros; por eso no se puede matar un perro por matar. Así dice, creen que el mundo se fundó de los perros, así es la creencia.

     Tomado de mi libro inédito Diccionario de Dioses, Demonios y Enfermedades del México Prehispánico.


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