Translate

jueves, 2 de febrero de 2012

MENSTRUACIÓN EN EL MÉXICO PREHISPÁNICO

MENSTRUACIÓN 
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

     Médicamente se sabe que durante la menstruación en la sangre y secreciones corporales femeninas  existe una sustancia tóxica denominada menotoxina, la cual perjudica la vida de las plantas. La gran mayoría de las culturas indígenas temen este período de la mujer.


     Underhill (1975: 35, 46, 61, 97-98, 156) refiere que entre los pápagos persiste con gran intensidad el miedo a la impureza de la mujer. Cada vez que alguna mujer tiene su menstruación tiene que retirarse a una casita aislada detrás de la casa y procurar no tocar, ni siquiera mirar, a ninguno de los objetos usuales de su familia, ya que está “impura” y puede contagiar a alguno de los hombres de su familia, principalmente a su esposo, si es casada. Si tocan el arco de un hombre o tan sólo lo miran, ese arco no tirará más. Si beben de la taza de un hombre, éste se enfermará. Si tocan al hombre mismo, puede caerse muerto. En caso de que su esposo fuera guerrero lo matarían en el campo de batalla. En caso de ser un curandero le destruye su poder. La mujer menstruando no debe salir bajo la lluvia por que puede ser muerta por un rayo ella o quien la acompañe. No deben estar cerca de ningún fuego y no deben alimentarse con carne o sal (porque se están purificando). Tampoco puede rascarse la cabeza con los dedos porque se le caería el cabello. Se lo rascan con un palito afilado.
     Ramírez (1987: 13, 82, 115), refiere que entre los huaves también existía ese tabú: un hombre no podía tocar la ropa de una mujer, porque se pierde; ésta no podía tocar la tarraya del hombre pues la echaba a perder arruinándole la pesca. La mujer tenía incluso un sitio definido para dormir: junto a la pared. Y cada vez que debía salir, pedía permiso a su marido, pues si pasaba por encima de él podía enfermarlo.
     Báez-Jorge (2000: 264), en relación a los popolucas, señala: a la mujer embarazada se le considera causa de determinadas influencias negativas como la de “contagiar” al marido y hacerle presa del cansancio. Se piensa que “cuando a un hombre le muerde una culebra, no debe ver [ni dejarse mirar por ella] a una mujer preñada o que esté en luna [menstruación] porque si no se muere […] la mujer que tiene luna está más caliente que el hombre; también cuando está preñada, por eso tiene más fuerza”. De igual manera, se teme que la encinta camine junto a un herido o lo vea, ya que por ello puede enfermar de gangrena.
     Marion Singer (1991: 130-131), estudiando a los lacandones, señala que según Alain Testart, parece que las mujeres están culturalmente alejadas del uso de las armas y herramientas de trabajo que entran en contacto con el animal, más que de las actividades haliéuticas y cinegéticas en sí. La sangre menstrual posee poderosas propiedades mágicas y al entrar en contacto con la sangre del animal o con las herramientas del cazador pone en peligro el éxito de la partida y quizás hasta la vida de quienes la emprendan. Existe, obviamente, una relación entre la exclusión femenina de los ritos mayas y la exclusión femenina de las actividades donde se derrama sangre.
     Galinier (1987: 451) comenta que entre los otomíes la palabra šikhi (sangre podrida) designa el sexo de la mujer. Y que el embarazo y el excremento de la mujer, son considerados “mancilla”.  Este último, en el plano de lo simbólico es el equivalente al oro. Al igual que las piedras y otros objetos sagrados, el oro y los excrementos son cuerpos cargados de potencia. Así, el señor del cerro de Santa Ana Hueytlalpan –“el pingo”- ingiere gran cantidad de este metal que expulsa después por el ano. En el altiplano una leyenda cuenta la aventura de un hombre recién casado. Un día salió al campo y ordenó a su mujer –quien estaba embarazada- que le llevara las tortillas. Mientras estaba acostado en el suelo pudo ver, a través de los agujeros del sombrero que había colocado sobre su cara, que su mujer se frotaba el ano con las tortillas. De esta manera evitó ser embrujado.
     Lombardo (1944: 16, 29) estudiando a las mujeres tzeltales comenta que la menstruación recibe el mismo nombre con que denominan a la luna (U o CHULMETIC), porque es ella la que se las manda cada mes, cuando viene a visitar el Paraje. Durante este periodo las mujeres no guardan ninguna dieta, ni se abstienen de hacer ningún trabajo; continúan su vida normal pero sin tener relaciones sexuales debido a que el hacerlo les traerá el castigo de la luna y ellas ya no pueden tener familia. Es más, ni siquiera usan medio alguno para protegerse.
     Comenta Rodríguez (2000:518) que en epoca de la Colonia la sangre del parto se consideraba impura como la de la menstruación, y por  tal repulsión, los cirujanos consideraban el oficio del parto como el más disgustoso, vil y degradante de la cirugía. Las parteras eran las encargadas de tal oficio.
     Gómez (1991: 36-37), refiere que hubo momentos en la historia de la Iglesia en que se puso en tela de juicio, por parte de los sabios teólogos, si la mujer era un ser humano (si poseía un alma, como el hombre, o no). Nada ha sido tan machista, tan antifeminista, tan inhumano, como la iglesia católica, denigrando a la mujer, a la que siempre consideró como causa de todos los males, motor de la condenación del hombre e intermediaria de los poderes de Satanás a través de la poderosísima cadena del sexo.

     Menotoxina. Smith y Smith en 1943 aislaron una sustancia tóxica de los restos de mucosa de la sangre menstrual detectando su existencia en la saliva, sangre venosa, orina y sudor durante el período premenstrual a la cual denominaron menotoxina (veneno menstrual). En 1931, R. T. Frank, médico de Chicago,  había definido al Síndrome Premenstrual.
     Plinio el Viejo (23 a.C. - 79 d.C.) consigna en su Historia Natural: una mujer menstruando tornará el vino agrio, las semillas tocadas por ella se volverán estériles, los injertos se secarán, las plantas resecará y la fruta se caerá del árbol debajo del cual ella se siente. E increíblemente el mismo fuego, elemento que triunfa sobre todas las demás sustancias, es incapaz de vencerla.
     Hipócrates (460 – 377 a.C.) asoció ciertos trastornos mentales con la menstruación, lo que dio origen a la palabra histeria (hysteros=útero).
     Por su parte Simónides de Ceos (556 – 468 a.C.) señaló que la mujer era como la mar, con sus períodos de tormenta y calma.


     Tomado de mis libros: Los Tuxtlas. Nombres geográficos pipil, náhuatl, taíno y popoluca. Analogía con las cosmologías de las culturas mesoamericanas. Incluye diccionario de localismos y mexicanismos.
    y Diccionario de Dioses, Demonios y Enfermedades del México Prehispánico. Inédito.


No hay comentarios:

Publicar un comentario