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miércoles, 8 de febrero de 2012

LA PIEL DE ZAPA Honorato de Balzac

 

LA PIEL DE ZAPA 

Honorato De Balzac


Más que una ficción fantástica, La piel de zapa, de Honorato De Balzac es un tratado filosófico que no tiene tiempo. A través del protagonista de la historia, Rafael De Valentín, Balzac describe y profundiza entre la dicotomía que existe entre el vicio y la necesidad, y cuyo abismo entre ambas ideas no evita que el ser humano las confunda, en su eterna búsqueda por la felicidad. Entre los temas que se destacan a lo largo de la trama están el amor, el libertinaje, la vanidad, la humildad, la sabiduría, la voluntad y el poder.

La historia comienza con un joven que apuesta su última moneda de oro en una casa de juego. Después de haber probado su suerte por última vez, empieza a deambular por las calles de París y decide suicidarse dejándose ahogar en las aguas profundas, frías y caudalosas del Río Sena. Aunque toma la decisión, prefiere esperar hasta que anochezca y continúa vagando por París, hasta que es seducido por una tienda antigüedades.

En la tienda, un jovencito le dirige por un recorrido de la tienda, en la cual se venden tesoros y arte de todas partes del mundo. Rafael, al ser intrigado por el contenido de un baúl cerrado con llave, el mancebo busca al dueño de la tienda para que abra el mismo. El dueño, un mercader viejo y enjuto, le deja saber que el baúl contiene un retrato de Jesucristo, pintado por el artista renacentista, Rafael. Al mostrarlo, Rafael De Valentín queda embelezado con la obra, pero el mercader le contesta con frialdad el costo de la misma a lo que De Valentín contesta “Pues bien, habrá de morir” (De Balzac, 1831, pág. 170). El mercader piensa que éste le está amenazando de muerte, pero De Valentín le aclara que no es la vida del mercader, sino la de sí mismo.
Rafael le cuenta sus penurias e intenciones de suicidarse y el mercader le ofrece una piel de zapa y le confiesa que nadie la ha aceptado por el precio que hay que pagar por la misma. La piel concederá todo aquello que uno desee, pero con cada deseo se irá agotando la vida de quien la posea y con la misma vida se achicará la piel. Incrédulo de las virtudes de la piel de zapa, Rafael la acepta pues, según él, no tiene nada que perder.

Al salir de la tienda de antigüedades, Rafael se encuentra con viejos amigos que le invitan a un banquete en casa de un rico llamado Taillefer, para discutir la publicación de un diario en la cual el intelecto de Rafael será útil. Es en esta parte que la suerte del protagonista empieza a cambiar.
En el banquete conocen a dos mujeres, Aquilina y Eufrasia, cuyas personalidades son antitéticas. Aquilina es una mujer dulce que se entregó por completo al amor y terminó desdichada, mientras que Eufrasia sólo quiere disfrutar de los placeres vanos y materiales de la vida. Es aquí cuado Rafael comienza a contarle el por qué de sus intenciones de suicidarse a su amigo Emiliano.
El desprecio hacia la libertad, el amor y a las amistades genuinas, al buscar la aprobación de la sociedad a través del libertinaje, los excesos y las apariencias es el conflicto que se presenta a lo largo de toda la obra. Rafael en búsqueda desesperada del amor y de la felicidad sigue el consejo de su amigo Rastignac, de buscar el financiamiento de la obra que Rafael trabajó por tres años, Teoría de la voluntad, a través de Fedora. En vez de limitarse a establecer una relación de negocios, Rafael comete el grave error de enamorarse de ella y tratar de conquistarla.
Al tratar de mantener las apariencias frente a Fedora, derrocha el poco dinero que le quedaba en ropas finas y carruajes. Incluso, llegó a depender de la caridad de la arrendadora de la bohardilla en la que vivía, Gaudín, y de su hija, Paulina. Gastó el dinero que por tanto tiempo trató que le durara para costear su mera supervivencia para luego descubrir que las atenciones de Fedora eran una fachada para lograr otros fines. Es en esta parte de la narración que Balzac filosofa sobre la irracionalidad del ser humano al sucumbir a los excesos. “Ahí tienes; jamás nos falta dinero para nuestros caprichos y, en cambio, discutimos el precio de las cosas que nos son más útiles o necesarias” (De Balzac, 1831, págs. 228-229).

Después de Rafael De Valentín, Fedora es uno de los personajes más complejos de la historia. Balzac depende de una descripción detallada de su físico y ademanes para ayudar al lector a comprender el carácter burlón de Fedora, que unas veces parece ser cálida y amorosa, pero en otras ocasiones, es fría y carente de afecto. Con su presencia es capaz de llevar a quien la rodea a los confines más altos del cielo o enterrarle a profundidades insospechadas. Fedora es la representación del oscurantismo, te hace pensar que todo está claro y transparente y te hace sentir que conoces todos sus secretos, para darte cuenta que no sabes nada de ella.

Paulina es el personaje antitético de Fedora. Es dulce, sincera, de apariencia humilde, trabajadora, honesta, y está siempre a la disposición de Rafael, a quien siempre le agradeció que le enseñara artes, matemáticas, ciencias y a tocar el piano. Mientras que Fedora es oscura, Paulina representa la luz. Ella es todo lo bueno que Rafael buscó toda su vida pero que nunca pudo ver, o que siempre sacrificó por mantener todo lo material que nunca le hizo feliz.
Rafael termina de contarle su historia a Emiliano y todos los invitados despiertan luciendo horrendos y grotescos, como si el más mínimo descuido sacara a relucir la fealdad que cada uno esconde detrás del maquillaje y las ropas finas. Al pasar al almuerzo, un abogado notario anuncia que Rafael es el único heredero de seis millones, del fenecido comandante O’Flaharty de Calcuta.

Una vez tiene todo lo que deseó, Rafael se confina a una vida a la que él mismo se ha condenado a no estar expuesto a cosas nuevas que pudiera desear. Es en el capítulo La agonía en que Rafael se aferra a la vida, así tenga que ser una vida miserable al privarse de los placeres de ella. Cuando por fin consigue un palco a la ópera Italianos, allí Paulina lo encuentra y le pide que por favor la encuentre en la bohardilla en que él vivía en la Fonda de San Quintín. Ambos se encuentran y se declaran el amor del uno por el otro, pero el deseo que Rafael siente por Paulina es tal que hace que la piel de zapa se achique con más rapidez que de costumbre. Desesperado por alargar su vida y compartirla junto a su amada, recurre a la ciencia.

De Balzac contradice las creencias que imperan en la época al cuestionar de manera simbólica la ciencia y la razón. Hace entrever que las leyes de la mecánica, la química y, más adelante, de la medicina, no son absolutas Ya que al llevar su piel de zapa a que sea estirada, la máquina más fuerte es incapaz de hacerle siquiera un rasguño. De la misma manera que la mecánica no pudo modificar la piel, cuando esta es sometida a químicos éstos también fallan en cambiar la estructura de la piel.

Otro momento en que De Balzac cuestiona la ciencia es cuando la salud de Rafael empieza a deteriorarse. Éste recurre a los médicos, los cuales representan las ideas que imperaban en la época para el cuidado de la salud. Que no son tan diferentes de la actual. Cada médico se especializaba, respectivamente, en el cuidado del alma, el cuerpo y la mente. Uno de los médicos, Cameristus, menciona el fallo de la medicina al juzgar a todos los cuerpos por igual. “la porción del gran todo, que por voluntad superior acude a operar, a mantener en nosotros el fenómeno vital, actúa de modo diferente en cada hombre, haciendo de él un ser finito en apariencia, pero que coexiste en un punto con una causa infinita. Por eso debemos estudiar cada caso, aisladamente.” (De Balzac, 1831, pág. 332)

Al final se cumple la predicción que le hiciera Paulina, años atrás, cuando eran pobres al leerle la mano a Rafael “la mujer que usted ame, le matará” (De Balzac, 1831, pág. 256). Al verla por última vez, la deseó tanto que gastó lo poco que le quedaba de su piel de zapa y de un suspiro expiró, mientras ella trataba de ahorcarse, pensando que al ella sacrificarse salvaría a su amado. Irónicamente el escritor de la Teoría de la voluntad, careció de voluntad misma para tomar control de su vida, ya que las desdichas sufridas por Rafael fueron causadas por sí mismo y no por agentes externos.

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