DESTINO…
Antonio
Fco. Rodríguez Alvarado
Imagen de Internet
Era muy temprano aún, y había perdido el
sueño al sentirme embargado por la nostalgia. ¡Mi terruño!, ¿qué será de mi
terruño?, la cuna de mis sueños, de mis ilusiones y mis esperanzas cuando niño.
Me incliné y me quedé sentado al borde de la cama. Mis pensamientos volaban y
rebotaban amenazando con salir de mi cabeza. Abrí la puerta al exterior, el
fresco de la mañana me pegó en la cara, y gracias a él despabilé mis guardados
deseos. Mi único pensamiento fue… mi pueblo.
Foto de La Comuna De Dos Amates
Me di una ducha con agua fría, y tomé algunas
tazas de un rico café caliente y cargado. Chequé la camioneta, arranqué e
inicié un largo camino de regreso al añorado lugar donde nací y di mis primeros
pasos.
En el trayecto, fui redescubriendo pueblos
conocidos. El exuberante campo, la verde serranía con sus lomeríos, montañas y
volcanes. Costas marinas, albuferas, ríos y lagos. Sobra decir que sentía que
mi alma rejuvenecía, que volvía a vivir emociones ya olvidadas.
Foto de La Comuna De Dos Amates
Catemaco. Bienvenido a Catemaco. Dirigí mi
rumbo hacia las primeras calles del pueblo y pensé en recorrerlas caminando, dejé
estacionada la camioneta. Algunas calles las encontré más largas, habían
crecido invadiendo el monte y las faldas de los cercanos volcanes. Otras, aún
guardaban pequeñas reminiscencias, de casas con sus jardines y patios al
exterior. Me agradó ver grandes patios arbolados de Framboyanes, Lluvia de Oro,
Almendros, Jacarandas, Nanches, Aguacates, Mangos, Naranjas, etc., y sobre
cuyas paredes y alambradas lucían exuberantemente Copas de Oro, galanes de
noche, chagalapolis, jazmines, tulipanes y enredaderas.
Foto de La Comuna De Dos Amates
Desde una de esas calles vi las plateadas
aguas. Descendí por ella hasta llegar a las orillas del hermoso lago. Los recuerdos
bajaban en torrentes con la fuerza de una gran cascada. Me visualicé en mi
juventud nadando, bogando una lancha de remos, o simplemente caminando
alrededor del encantador lago. Pasaron 2 o tres horas y busqué algún restaurante
sobre el malecón. Pedí una pellizcadas de carne de chango, una minilla de
anguila, unos topotes en chile y limón, una michelada con cerveza “Indio” y
solicité a los músicos la canción “Para ti” de los Hermanos Santos. El pedir
este menú fue parte de un ritual que me identificaba como uno de los hijos de
este mágico lugar.
Foto de La Comuna De Dos Amates
Momentos después, subí al Parque Municipal
y me quedé un rato sentado viendo pasar a la gente. Al poco tiempo me dieron
ganas de tomar un café. Localicé uno cerca de ahí, pedí mi café americano con doble
carga. Estaba llevando a mi boca la taza de café, y empezaba a humedecerme los
labios para tomármelo a sorbos. Cuando veo enfrente de mi a una dama de ojos
azules qué levantando también su café a manera de brindis, me sonrió y en lugar
de sorbos llenaba el borde de la taza a besos… Me encantó su amabilidad o coquetería.
Pero con todo, no me atrevía a responderle. Ella escribió en el revés de una
tarjeta de presentación y se la dio al mesero para mí: “Toño, veo que no me
reconoces, soy Brenda Ramos”. De inmediato me acerqué a ella, todavía dudando
que fuera la persona que yo conocí de niño. Ella no aguantaba las ganas de
reírse y me dijo: - ¡Siéntate conmigo, no tengas miedo de mí, aunque te diré
que sigo soltera! Su voz me hizo reconocerla, cosa que me habían impedido las
micas azules que traía en sus ojos.
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Al verla, tan linda y
agradable, y sin compromisos, creí entender el porqué de mi inquietud de esa
mañana al despertar…
¿Sería el Destino?
Veracruz, Ver. 10.02.2017
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