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viernes, 28 de octubre de 2016

LA MANO PELUDA Antonio Fco. Rguez. A.

LA MANO PELUDA
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado
  

 Imagen de Internet

Tenía mucho miedo de bajarme de la cama. Ya pasaba de las 12 de la noche. Todas las luces estaban apagadas. La oscuridad era total. Había mucho frío, necesitaba ir al baño y traer un cobertor. Sentía paralizado el cuerpo, no sé si de miedo, de frío o de ambas cosas. No quería bajar los pies pensando en que la mano peluda me jalara de ellos y me estrangulara, o que, algún monstruo debajo de la cama igual me jalara y me comiera poco a poco y por completo. Pensé en gritar, pero me acordé que estaba solo esa noche. Pocas veces he tenido pesadillas estando despierto y esta era una de ellas. Todo mi cuerpo empezó a temblar. La cama se zarandeaba con los bruscos movimientos de mi cuerpo y eso me llenó más de pavor. Sonó el teléfono, no pude pararme e ir por él. Volvió a sonar en dos o tres ocasiones más y yo seguía acostado arriba de la cama, temblando y hecho un ovillo en posición fetal.

     
     De niños, casi todas las noches antes de dormir, mis hermanos y yo acostumbrábamos a saltar y a escondernos debajo de la cama. Hasta que una de esas noches mí abuela nos advirtió sobre la mano peluda: -"es muy mala, siempre se aparece debajo de la cama, tiene forma de una gran tarántula, negra y peluda, y se mueve para todos lados como los cangrejos, pero en lugar de patas está llena de garras con uñas bien largas, filosas y cortantes, y le gusta lanzarse al cuello de las personas para estrangularlas y cortárselo al mismo tiempo hasta matarlas". Con este relato me traumó por todo el resto de mi vida. Nunca pude olvidar su explicación.
  

 Imagen de Internet

     Escuché duros toquidos en la puerta de la calle, me daba miedo contestar, y al escuchar que gritaban mi nombre reconocí la voz, me armé de valor y salté de la cama corriendo velozmente hacia la puerta, era mi vecino que al escuchar los ruidos de la cama se preocupó, habló por TF y al no contestarle vino a tocarme para saber si yo estaba bien. Le di las gracias, a propósito, lo invité a pasar a tomar un café, así aproveché a encender todas las luces, a buscar el cobertor e ir al baño. Cuando él se fue, yo ya estaba más tranquilo. Aun así, para calmar mis nervios y mis miedos, me tomé un diazepam, procurando quedarme profundamente dormido, cuando un ruido me hizo voltear la vista hacia él. Descubrí gracias a la luz de la luna, que la mano peluda rascaba el cristal de la ventana queriendo entrar...




Xalapa, Ver. 28.10.16


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