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martes, 13 de septiembre de 2016

EL ESCARABAJO NEGRO Antonio Fco. Rguez. A.

EL ESCARABAJO NEGRO
ANTONIO FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO


Imagen de Internet, Escarabajo rinoceronte.

Ya avanzada la tarde me encontraba cómoda y plácidamente leyendo en el estudio de mí casa una antología sobre cuentos de terror. Me resultaba realmente fascinante el gran suspenso que emanaba de cada uno de los cuentos. Por ratos suspendía la lectura, y entrecerrando los ojos me ponía a visualizar esos impactantes relatos que me tenían envuelto en una atmósfera de escalofríos y con la piel erizada, sufriendo, o disfrutando masoquistamente, la trama cargada de terribles maleficios y horrores que perseguían al personaje. Me serví otra taza de café, y cuando iba a continuar la lectura algo en el suelo me llamó la atención, me acerqué y vi un lindo y pequeño escarabajo negro arrastrando tras de sí con una fina telaraña una bolita que semejaba una minúscula perla. Instintivamente levanté el pie y lo aplasté. En décimas de segundo me arrepentí de haberlo matado. Bien pude llevarlo al jardín. No había forma de reparar el daño. Quedé con remordimientos. No pude continuar leyendo, lo único que hice fue sentarme en el sofá junto a la ventana.



      Momentáneamente entró por ella una corriente de aire húmedo y frío presagiando la lluvia. Comprendí que el pequeño escarabajo había sido el primero en anunciar este barrunto, o cambio de tiempo. Retomé la lectura, la cual empezó a describir un ambiente nocturno y nubloso en medio de una gran tormenta. Me di cuenta de la sincronicidad ocurrida en el medio, en la lectura y en mis remordimientos. Escuché un tronido a lo lejos y el aire se tornó más fuerte cómo si le fuera abriendo camino a la lluvia, la cual irrumpió como si fuera una cascada que abatía todo lo que tocaba. En ese momento, mí única compañía en casa eran los protagonistas y los demonios de mi novela. Los tronidos se hicieron más sonoros y frecuentes, y los relampagazos, cual millones de luciérnagas eléctricas, rasgaban como espadas de luz la densa epidermis de la oscuridad exterior. Debo confesar que para mí era un momento mágico y misterioso que no lo había sentido ni leyendo tantas historias de terror. Quise degustar más esa pequeña impronta de tiempo, y cerrando los ojos me dejé llevar a otros mundos, guiado por mi imaginación, de esta manera recorrí lugares inhóspitos, selvas, profundidades del mar,  cielos e infiernos de dioses desconocidos, y a punto de llegar al Hades, un soberbio estallido, que hizo retumbar la tierra, me despertó sacándome del largo camino, y al abrir los ojos sólo pude ver tinieblas, se había cortado la energía eléctrica de la casa. Preocupado me asomé al patio y a través del resplandor de un relámpago vi un gran orificio en el suelo, al parecer ahí había caído el rayo. Aún no salía de mi sorpresa, cuando distinguí, saliendo de ese agujero infernal, la sombra de una enorme figura, atemorizado, corrí a la sala, en donde fui alcanzado en medio de grandes gruñidos  por esta espantosa sombra. Los relampagazos me hicieron identificarla como un enorme escarabajo negro, mucho más alto que yo, caminando erguido en dos patas. Su mirada era de odio, sus ojos rojos centellaban como dos tizones de fuego. Intuí el motivo de su presencia, los remordimientos me hicieron aflorar varias lágrimas que caían profusamente de mis ojos. Me incliné, recogí del piso el pequeño escarabajo negro y se lo ofrecí. La criatura se mantenía  impávida observándome. No sé qué tiempo transcurrió, a mí se me hizo eterno, en que pude ver que disminuía el rojo resplandor de sus ojos. Y alargando una pata tomó de mí mano el pequeño escarabajo, y con la otra pata quitó varias lágrimas que escurrían por mi rostro, las cuales untó en el cuerpo del pequeño escarabajo. Pasado un tiempo pude ver que éste se  movió, volvió a la vida. Y al mismo tiempo yo también sentí renacer. El gigantesco escarabajo  me vio en forma extraña, rugió con gran fuerza, y con un ademán agresivo me empujó con sus patas como vengando la afrenta que yo le había hecho al pequeño y negro escarabajo. Quedé atontado por el golpe y cuando me repuse me encontraba nuevamente sólo. La luz había regresado y la gran criatura y el infernal hoyo habían desaparecido.

     Al regresar al sofá me sorprendí pues por poco piso al lindo y pequeño escarabajo negro que seguía arrastrando la bolita que semejaba una minúscula perla.

     


Xalapa, Ver. 13/09/16



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