ACÁN-PITÁ
LEYENDA
GUARANÍ
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EN ESTA leyenda se relata cómo una pareja de
enamorados se rebela contra los designios de Añá, ya sea porque duda de la
honestidad del brujo, ya sea porque no se resigna a sacrificarse obligada por
los designios del Espíritu del Mal.
La transformación del hombre en animal se
efectúa en esta leyenda cuando dos seres humanos pierden sus formas y se
convierten en la pequeña ave que se llama en lengua guaraní acán-pitá. Esta ave
posee un cuerpo frágil, negro plumaje, graciosa cabeza roja y un melancólico cantar.
LA PESTE más espantosa asolaba la tribu. Todas
las súplicas y ruegos del curandero y las cuña-taís resultaban inútiles. Evidentemente
Añá quería vengarse de aquellos chanás, e inutilizaba la ciencia del curandero
y de las cuña-taís.
Y hasta
el propio Chororó, que se había salvado de tantas heridas graves, sentía ahora
que la invisible mano de Añá lo abatía. La altiva cabeza se doblegada y el
cuerpo siempre firme y ágil, poseído por la fiebre, ya estaba inmóvil. Taguatí,
el curandero de la tribu, probó todas las hierbas acostumbradas; pero ni las
infusiones de caá ni las raíces de yuapeca pudieron levantar a Chororó: el
valiente cacique se moría…
Recurrió, entonces, el curandero al tratamiento
mediante el calor: abrió una zanja del tamaño del cuerpo del enfermo, cubrió el
fondo de plantas aromáticas y encima construyó una caseta, también de plantas
aromáticas.
En ella introdujeron al cacique y lo
acostaron, luego encendieron fogatas a su alrededor.
Pasado un tiempo, el abundante sudor
pareció eliminar el mal con el que el maligno Añá pretendía arrancar la vida
del cacique Chororó. Después de sacarlo de la caseta, le aplicaron una
flagelación con ramas aromáticas, e intentaron hacerlo correr como parte del
tratamiento; pero todo fue en vano, ya el mal había consumido el organismo del
cacique Chororó: a los pocos pasos que intentó dar, cayó.
La muerte de Chororó consternó a toda la
tribu. Al otro día el curandero anunció a todos que invocaría a Añá para
preguntarle el modo de aplacar su cólera, y así detener el terrible mal.
Y esa misma noche, Taguatí le habló a Pitá
de su amor. Pitá era hija del cacique muerto. Ella no amaba al curandero, sino
a Acán, un joven y esforzado guerrero. De ninguna manera aceptaría los
requerimientos de Taguatí, pues no lo amaba. Pero Taguatí juró vengarse, y
pensó en la más cruel de las venganzas: valiéndose de su posición dentro de la
tribu, influiría sobre las aterradas gentes.
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Al siguiente día, después de la negativa de Pitá, Taguatí invocó a Maukauhay, mensajero de las almas. Sentóse Taguatí debajo de un aguaraibá –árbol de las almas-, el que situado en el centro de toda tribu guaraní es el lugar predilecto de los brujos para sus ritos. Allí, el curandero, por medio de Maukauhay, invocó al espíritu del cacique recientemente ido a las regiones de Añá. Una vez que el espíritu estuvo en su presencia y le habló, Taguatí se puso de pie y, golpeando alocadamente un tamborcito cónico recubierto con piel de serpiente, comenzó a dar vueltas y más vueltas alrededor del aguaraibá. Todos miraban asombrados y aterrados, aún tenían alguna esperanza.
Taguatí, mientras tanto, dio tantas
vueltas que cayó sin sentido al pie del árbol sagrado. Nadie se acercó a él. Nadie
debía acercársele tampoco, pues en aquel estado era como el brujo oía la voz de
las almas que Maukauhay le traía.
Era ya bien entrada la noche cuando
Taguatí, volviendo en sí, se dispuso a transmitir el mandato de Añá.
–Para librar a la tribu de esa terrible
peste, es necesario que Pitá sea sacrificada –comunicaba Añá a Guazutí, el hijo
mayor del jefe muerto, y cacique desde aquel momento.
Guazutí, angustiado por tal resolución, no
se atrevió a sacrificar a su hermana sin antes consultar al Consejo de los
caciques. En la tienda del jefe se reunieron todos: cada quien sentado sobre un
tronco y formando un círculo que cerraba Guazutí.
Comenzó el Consejo con libaciones de
alcohol de maíz y algarrobo; y luego, golpeándose todos con las palmas de las
manos en las bocas abiertas, gritaron:
–¡Añá!
¡Añá! ¡Añá!
De esta manera trataban de maldecir y
desafiar a Añá y al mismo tiempo serles grato a Tupá, el dios bueno y creador.
La discusión fue larga: Guazutí no quería
sacrificar a su hermana, y algunos lo apoyaban en su resolución. Pero la
mayoría exigía el sacrificio de la doncella a fin de salvarse de la terrible
epidemia. Por lo tanto, se decretó la muerte de Pitá.
No bien se dio a conocer la decisión del
Consejo, llegó un guerrero, sofocado, a comunicar lo ocurrido: Acán acababa de
hundir su lanza en el corazón del hechicero Taguatí y había huido con Pitá.
La tribu se levantó en pie de guerra. Pronto
cien de los mejores guerreros fueron en busca de los fugitivos, quienes
pretendían burlar los designios de Añá. Los guerreros redoblaron sus esfuerzos
y lograron encontrar la pista de los que huían.
Acán no podía andar ligero como de
costumbre, pues el paso de la joven se lo impedía. Por fin, al atravesar un
claro del bosque, una flecha se le clavó en la espalda. Cayó, y sobre él, como
rota, se derrumbó la doncella. Pitá lloraba, gritaba e imploraba la ayuda de
Tupá. Se dieron más prisa los guerreros, pues tenían que apresar viva a la que
no debía morir sino en el sacrificio, tal como lo exigía Añá.
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Pero se detuvieron, porque a punto de
apresarla, se quedaron petrificados por el asombro: ante ellos, los cuerpos de
Acán y Pitá perdieron su forma humana y, disminuyendo de tamaño, se
convirtieron en dos avecitas negras de cabeza roja. Las dos avecitas volaron
hasta la rama de un árbol próximo.
Y aún, uno de los perseguidores intentó
asesinar a las avecitas; pero su flecha se clavó en la rama y ellos volaron
para perderse en la inextricable espesura del bosque.
Glosario.
Otra versión afirma
que la denominación fue tomada de la deformación de una palabra guaraní,
guariní que significa precisamente "guerra" o "guerrear".
Al parecer los mismos indígenas se denominaron de esa manera, indicando con
ello que se consideraban guerreros.
Los guaraníes o avá,
según su autodenominación étnica original (que significa ‘ser humano’), son un
grupo de pueblos indígenas suramericanos que se ubican geográficamente en
Paraguay, noreste de Argentina (en las provincias de Entre Ríos, Corrientes,
Misiones y en parte del Chaco, Santa Fe y Formosa), sur y suroeste de Brasil
(en los estados de Río Grande del Sur, Santa Catarina, Paraná y Mato Grosso del
Sur) y sureste de Bolivia (en los departamentos de Tarija, Santa Cruz y
Chuquisaca).
El muy difundido nombre
guaraní lo escucharon los españoles que, al invadir su territorio, habrían oído,
entre los gritos de guerra de este pueblo, la frase guará-ny, que significa
"combatir-los". Por otra parte el nombre avá significa en guaraní
'hombre' y se pronuncia en forma grave entre los chiriguanos (ava guaraníes).
Acá-pitá. De acán,
cabeza + pita, rojo: “Cabeza Roja”.
Cuñá-taí. Adivinadora vírgen.
Chanás. Indios de los
alrededores del Ibera.
Añá. Diablo.
Chororó. Ruido que
produce el agua al caer.
Taguatí. De taguata,
aguilucho.
Caá. Hierba mate.
Yuapeca. Zarzaparrilla.
Maukauhay. Mensajero de
las almas.
Aguaraibá. Árbol sagrado,
situado en el centro de la tribu. Usado por los brujos para sus rituales.
Guazutí. De guazú,
venado.
Tupá. Dios bueno y
creador.
Tomado de:
Leyendas Guaraníes, de
Ernesto Morales. Editorial Gente Nueva, 1979. Ciudad de la Habana.
WIKIPEDIA.
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Diccionarios de
Guaraní-español, Internet.
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