PRIMAVERA
Antonio
Fco. Rodríguez Alvarado
Imagen de Internet
Cuando estaba el sol
cayendo en el ocaso, abrió enormemente los ojos, una maravillosa visión se le
presentó. Era la luna, que había salido más temprano que de costumbre, rodeada
de policromas nubes que la envolvían como un manto a la virgen. Él, candente
por naturaleza, no pudo sustraerse a tal aparición, y le envío sus potentes rayos,
los cuales como gigantescos brazos la rodearon infundiéndole hasta el centro de
sus entrañas todo su viril calor. La luna quedó prendada, y su rubor virginal
se confundía con los multicolores rayos que la abrazaban con amor y pasión.
Meses después… la luna bajó a un claro del
bosque y dejó encargada a la madre tierra su hermosa criatura. La cual tenía
los cabellos tan dorados y refulgentes como el mismo sol. Los ojos grises tan
hermosos que enamoraban a todo aquel que viera su mirada. Su cuerpo blanco como
las nubes del cielo, y una vocecita linda y cantarina como agua fresca brotando
del manantial. La tierra se encargó de sus cuidados y de su educación. Pasaron
años… la niña se había convertido en una lindísima jovencita que rivalizaba su
belleza y candor con las más lindas flores de la floresta. Su madre adoptiva,
entendió que ya era el momento de que “Primavera”, como parte de su preparación,
se presentara ante el mundo en el cual debía vivir de ahora en adelante. Para
esto, encargó a las hadas y duendes del bosque que le hicieran hermosos
vestidos y finas joyas que resaltaran aún más su belleza.
La misma tierra tomando forma humana, la
acompañó hasta los linderos del bosque y le señaló las luces del pequeño
poblado que se encontraba cerca de ahí. Ambas lloraron, se abrazaron, se
dijeron cariñosas palabras de amor, y se despidieron con un triste adiós…
Primavera encaminó sus pasos hacia el
poblado, y desde el firmamento bajaron unos rayos de luna que maternalmente le
iban iluminando el sendero a seguir. A través de un amplio ventanal de una de
las casas se escapaba la luz hacia el exterior, acompañada de voces, y ella se
acercó curiosamente a atisbar a través de ella. Y vio a un joven acariciando y
hablándole a su perro. El animal detectó inmediatamente la presencia en el
exterior y corrió gruñendo hacia la ventana. Ella asustada, intentó alejarse
rápidamente del lugar tropezando con unas cubetas llenas de agua, provocando un
gran ruido, lo que obligó al joven a salir acompañado del perro para averiguar
qué había sucedido. Grande fue su sorpresa al ver a la hermosa joven tirada en
el piso toda atemorizada. Él, la ayudó a incorporarse, sintiendo al verla a los
ojos, una gran ternura por ella. -¿Estás bien? Le preguntó. –Sí, gracias. Le
contestó ella aún nerviosa. La tomó del
brazo y la condujo al interior de la casa, acompañados ambos por la fiel
mascota que cariñosamente repegaba su cuerpo al de ella. Le acercó un sillón y
le ofreció una taza de té. Él, no podía dejar de verla con admiración. Le hizo
algunas preguntas a las cuales ella contestaba con monosílabos o se quedaba
callada. La amabilidad y las atenciones del joven acabaron por infundirle
confianza a “Primavera”. Ella se sintió más relajada y empezó a sonreír y a
platicar. -¡Cómo te llamas? ¿De dónde vienes?, -“Primavera”, contestó la joven,
y vengo de un lugar lejano, del otro lado del bosque. –Y qué haces aquí? -Me quedé sola y tuve que abandonar mi casa. Se
quedó un momento callada y dijo: Tengo que encontrar un trabajo. ¿Sabes guisar
y cuidar perros? No, pero puedo aprender. Él, que sentía cierta ternura hacia
ella, queriendo ampararla le dijo: -Puedes quedarte en esta casa, lo que no
sepas hacer yo con gusto te enseñare hacerlo. ¿Estás de acuerdo? -Sí, muchas
gracias señor... Adán, me puedes decir Adán. Y él-señalando al perro- se llama
“Amigo”. Ven conmigo, te mostraré donde vas a dormir. Para la pobre joven,
habían sido demasiadas emociones vividas esa noche. Se acostó y se quedó
profundamente dormida. A la mañana siguiente, la despertó un ruido de ollas,
con premura se levantó y encontró a Adán, el cual al verla, le deseó los buenos
días y sonriente le dijo: “Primavera”, acércate a mí, te voy a dar tus primeras
clases. Después de desayunar juntos, él, le hizo algunos encargos y salió con
“Amigo” a trabajar en el establo que estaba cercano a la casa. Ella los
acompañó hasta la puerta para despedirlos, éste gesto agradó muchísimo al
joven. En lo que ella los miraba alejarse, la embargó una suave calidez sobre
su piel, y se sintió observaba, alzó la vista y creyó ver que el mismo sol, le
sonreía con amor.
A su regreso Adán se asombró de ver limpia
y ordenada toda la casa, en tanto “Amigo” se acercó a ella llenándola de besos.
Cada día que pasaba, la admiración y la
ternura se iban convirtiendo en amor. Ella lo extrañaba cuando salía él a trabajar. Y él deseaba regresar lo antes
posible a casa para estar con ella.
Un día, él le declaró su amor y le pidió
que fuera su esposa. Ella aceptó, con la condición de que la boda se realizara
en el bosque. Y le pidió un par de días para encontrar a su madre y comunicarle
sobre esta decisión que ellos habían tomado. “Primavera” se encaminó al bosque,
apenas había traspasado el lindero y vio a su madre que había salido a su
encuentro. Ambas se fundieron en un abrazo. Lloraron de felicidad al verse
nuevamente. Y la madre le dijo: -Hija, qué alegría volverte a ver, te extrañé
demasiado. Pero veo con orgullo que el amor te ha vuelto más bella de lo que
eres. Te quiero mucho. Rompieron nuevamente a llorar, se abrazaron y tomadas de
la mano se internaron en el bosque.
“Primavera” se sintió feliz de estar
nuevamente en la cabaña con su madre. Salió a saludar a las flores y a los
animales del bosque. Y corrió a abrazar al gran olmo que se alzaba majestuoso
en medio de esa floresta. Él árbol movía sus ramas abrazándola y acariciándole
la espalda como un padre a sus hijos. De sus hojas se desprendió el rocío el
cual cayó como una fina lluvia sobre el cuerpo de la joven. Ella le comentó que
estaba enamorada. El olmo, lleno de alegría sacudió su follaje y con una brizna
de aire acarició todo su cuerpo.
Esa noche, su madre le confesó quienes
eran sus verdaderos padres. “Primavera” se conmocionó de dolor, sintió que la
sangre se congelaba en sus venas, sus ojos se anegaron en llanto, y una
terrible jaqueca estuvo a punto de hacerle perder el sentido. Más sin embargo,
serenándose, se armó de valor y le dijo a su madre: - “Ellos son mis padres.
Pero tú, eres mi madre, a quien realmente quiero como a la vida misma. Tiene
tiempo que sospechaba esto que me acabas de confesar, pues siempre he sentido
la protección de ellos. A los cuales debo respeto y amor. Pero te repito, a
quien realmente quiero es a ti…” Se hizo
un silencio total… sólo roto por los fuertes latidos de amor de ese par de
corazones, que formaban una sola e indestructible alma que había nacido para
nunca jamás morir.
Meses después, se realizó la boda en medio
del bosque, bajo el amparo y la sombra del viejo olmo. Los animales y las
flores fueron testigos de esta unión. La madre tierra bendijo a la pareja
de enamorados, y desde el cenit el sol
contemplaba amoroso a la hermosa novia. Los desposados se dieron el beso como
preludio de un eterno amor. “Amigo” movía la cola en señal de alegría por la
felicidad de sus amos.
Esa noche, la luna estaba más radiante que
nunca, que no hubo espacio en el bosque que no alcanzaran sus rayos de luz. El
cielo y la tierra se habían enlazado para festejar la unión de la feliz pareja.
“Primavera” aprendió hacer todas las
labores de una buena esposa. Pero su pasión fue hacerse, siempre a la luz del
sol, sus vestidos con decoraciones que
le recordaban a su madre y a sus queridas flores del bosque.
Adán, desde que ella llegó a su vida, vivió una eterna primavera.
Tuvieron tres hijos: Helio, Silvana y
Selene.
“Amigo” nunca en vida dejó de mover, lleno
de alegría, la cola.
Xalapa, Ver.
01.04.2017.
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