SORPRENDENTE
PARTO HAITIANO
José Seoane Gallo, uno de los más profundos y rigurosos investigadores del arte cubano y de la cultura popular en general, escuchó, entre tantos, para la realización de su libro: El Folclor médico de Cuba, este sorprendente relato de uno de sus campesinos informantes.
Hace unos cuarenta años yo estaba de
mayoral en una colonia en donde casi todo el personal era de haitianos. Un día
estaba de parto una mujer, haitiana ella también, y los familiares empezaron a
recolectar gente para ayudar a la mujer en el parto. Fuimos doce personas en
total las que recolectaron, y todos eran negros y haitianos, menos yo. El
partero era también haitiano y prieto de verdad, el negro más prieto que he
visto en mi vida. Ya era tarde en la noche y la casa estaba toda en penumbra,
porque la única luz que había venía de dos o tres chismosas encendidas que
había en una repisita hecha con madera de cajón. El partero y los demás
hablaban solamente en patúa, la jerigonza esa que hablan los haitianos, que
ellos dicen que es francés pero que los franceses no entienden. Aunque parecía
que todo el mundo sabía lo que había que hacer, el partero dio las
instrucciones. Yo me guie por las señas que hacía con las manos y lo que no
entendí lo pregunté. Entre todos levantamos la mujer para mantenerla en el aire
como si estuviera acostada. Unos la cogieron por los muslos, otros por la
cabeza, otros por la espalda, y así. El partero se metió debajo de la mujer,
entre los muslos; la pobrecita gemía y resoplaba como un toro, de tanto que
pujaba y pujaba. Cuando el partero se metió abajo de ella, todo el mundo empezó
a pujar también. ¡Partía el alma oír tanto pujido! Aquello duró más de una hora,
hasta que el partero consideró que había llegado el momento en que la criatura
iba a nacer. Entonces dijo algo en su jerigonza patúa y todo el mundo pareció
enloquecer y empezó a dar grandes alaridos y a morder a la mujer por todas
partes. ¡La pobre infeliz aguantaba las mordidas como una bestia y se retorcía
de dolor en el aire como una culebra! ¡Y al fin parió! ¡Yo nunca olvidaré
aquello! La madre y la criatura salieron bien del trance, pero la pobre mujer,
cuando ya estaba completamente bien del parto, todavía se estaba curando las
mordidas.
Bibliografía.
El Folclor médico de Cuba. José Seoane
Gallo. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba. 1987.
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