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viernes, 12 de agosto de 2016

MANHATTAN, N.Y. Crónica de un viaje. Antonio Fco. Rguez. A.

MANHATTAN, N.Y.
(Crónica de un viaje realizado)
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


Imagen de Internet


     Tomé muy temprano el vuelo de México a Houston, al cual llegué como a las 9 de la mañana, y con la novedad que se habían cancelados los vuelos a Nueva York, por la presencia de una tormenta, y después de esperar todo el día y la tarde, anunciaron un vuelo especial, a las 7.30 de la noche, el cual abordaríamos todos los pasajeros que teníamos programado salir a diferentes horas. El avión rebasaba en gran medida el estándar de los vuelos comunes a ese destino. En el trayecto, pese a ser un avión colosal, se sentía muy fuerte el zarandeo por la tormenta, y obvio que, en un momento dado, me dio miedo. No recuerdo bien, si 3 o 4 horas después, alguien comentó que ya volábamos sobre la ciudad. Abrí la ventanilla y pude apreciar por sobre las nubes un mundo de luces de brillantes colores, una vista bellísima que tardó varios minutos, la ciudad era interminable, sentí que me regresó el alma al cuerpo y en automático me acordé de la canción “Luces de Nueva York” interpretada magistralmente por la Sonora Santanera, y me dije: Después de ver esto, ya me puedo morir…

Central Park

     Era mi primera vez en la isla de Manhattan, al fin conocía la hermosa ciudad de los rascacielos, Nueva York, me resultó muy fácil y agradable recorrerla caminando. Un año antes habían derribado las torres gemelas e hicieron en el mismo lugar un parque conmemorativo el cual no quise conocer pensando en tantos sufrimientos y desgracias que ahí ocurrieron. Pero no se salva uno de este tipo de recuerdos, a la entrada al Central Park, lo primero que me enteré era que el centro del parque fue llamado “Strawberry Fields Forever", en memoria de John Lennon, al cual habían matado, en aquel trágico 8 de diciembre de 1980, en la entrada del edificio Dakota situado enfrente, que es donde él vivía. En mi recorrido dentro del bello parque me emocionó escuchar una melodía tocada con saxofón, seguí el origen de la música y me sorprendió ver recargado sobre la arcada de un puente a un señor ya viejo tocando su amado sax. Son ese tipo de vivencias que te recargan y se quedan impresas en el alma. Pasé al Museo Americano de Historia Natural, saludando en el pórtico a la estatua ecuestre de Theodore Roosevelt. Vi un grupo de personas y me les uní, no sabía que estaban esperando que llegara su guía y que habían pagado sus 20 dólares de entrada, así que con mucha pena entré sin pagar boleto. Quedé maravillado con tanta información y tan bien presentada, obvio que mi mayor entusiasmo fue al descubrir la sala sobre las culturas ancestrales de México prehispánico.

American Museum of Natural History

     Había visto tantas películas americanas de policías que aparcaban sus patrullas y salían a comer unos ricos hotdogs, que en la misma esquina de Broadway vi un puesto de ellos y pedí uno, fue horrible, nada que ver con los nuestros, de México. No me quedé con las ganas de ver mi cara en el alto edificio así que pasé a que me tomaran la foto para proyectarla. Existen centenas de edificios, muy bonitos, pero muy desangelados, de colores metalizados, nada qué ver con los colonial artístico y romántico de nuestra Ciudad de los Palacios, México, D.F. y que por cierto, es la ciudad con el mayor número de museos en todo el mundo.

Broadway


     Algo que me llamó poderosamente la atención fue encontrarme gran cantidad de pennys o monedas de un centavo de dólar tirados en la calle, vi que la gente no les hacía caso, pero yo como buen cristiano me iba agachando a levantarlos. A diario juntaba arriba de treinta monedas. Nunca pregunté, si los neoyorquinos los tiraban por pensar que les traía suerte, o por despreciarlos.


     Admirable que los autobuses urbanos respeten la parada de los minusválidos y senectos y que inclusive tengan una escalerilla mecánica especial para facilitar su ingreso. Y en relación al mito sobre la violenta persecución en automóviles de algunas películas americanas, me percaté que está penalizado correr a altas velocidades, no respetar el paso peatonal y sobre todo el uso sin sentido del claxon.


     Existen infinidad de áreas verdes, todas muy bien condicionadas con mesas y sillas para el confort del ciudadano que quiera lonchar, leer y escribir o usar su laptop, me senté en una de las bancas de un céntrico parque, y observé el ir y venir de las personas sobre las avenidas, me levanté tan distraído que olvidé mi paraguas en la banca. Me tocó pasar por afuera de un parque enrejado y con puertas cerradas, al parecer era exclusivo para cierta élite. E igual me sorprendió que haya parques equipados con juegos para las mascotas.

Empire State Building

     Una de los mayores deseos en mi vida fue conocer el Empire State, aquí entre nos me recordaba a la guapa Jesicca Lange en brazos de King Kong. Me formé en la gran fila de acceso, y una vez arriba no pude apreciar todo el panorama debido a lo nublado de la tarde, bueno, pero me encontré un paraguas olvidado y, así pude compensar el que había dejado en la banca del parque. A la salida, en la esquina del edificio hay una tienda en donde venden juguetes de los superhéroes, compré algunos de ellos.


     Me acosó el hambre, distinguí un restaurante de comida mexicana, nada que ver, no tienen el sazón de acá. Y descubrí que para comer hamburguesas no hay nada mejor que un establecimiento atendido por portorriqueños. Finalmente los siguientes días preferí ir a comer comida china en el Chinatown e italiana en el Little Italy. Los dos barrios colindan.

Little Italy

     Me había dado gran tristeza ver que en la película americana The Day After Tomorrow, son quemados los libros de The New York Public Library para combatir el frío glacial. Llegué a ella, en la entrada me pidieron mi paraguas el cual metieron en una máquina que los forra para no mojar con su goteo dentro de la biblioteca. Pedí varios títulos para leer, casi todos hubo, pedí copiar uno de ellos, el cual estaba tan deshidratado que parecía un viejo pergamino. Hay una sala equipada con varias copiadoras, uno mismo puede copiar sus libros, pero en el caso del mío, tenía que hacerlo una persona especializada, y entregarlo en dos días, mismos que me pasé leyendo en la biblioteca. En dónde además me dieron mi credencial de miembro de ella. Cada copia cuesta 20 centavos de dólar, tuve que pagar arriba de 800 pesos de los nuestros por mi copia. Fue muy doloroso apreciar en las copias que a cada impresión se rompieran las hojas del libro. Unos seis años después, en una nueva librería de usados en Xalapa, Ver., encontré y compré el mismo libro, seminuevo, bien envuelto, a 80 pesos. Aclaro que nunca más lo he vuelto a ver a la venta.

The New York Public Library

     La vuelta en barco sobre los ríos Hudson y East, es un deleite de 2 a 3 horas, aprecias la emblemática estatua de La Libertad, en su isleta, cerca de la desembocadura del río Hudson. Pasas por debajo de hermosos puentes como el Brooklyn, y unas vistas formidables de la ciudad.

Brooklyn Bridge


     Por cierto, que me imaginaba enorme a la estatua de la Libertad. Realmente no era cómo me esperaba. En películas y documentales le ponen efectos para verse imponente. Estaba cerrada al público por mantenimiento de la misma.


     Uno de los lugares que más me gusto es Greenwich Village, lo sentí más bohemio, más europeizante, lleno de cafés, restaurantes, pastelerías, tiendas con mesas sobre la banqueta, se escuchaba la música de jazz.

 Greenwich Village

     Checando que tipo de comidas ofrecían los restaurantes del área, y curioseando en tiendas y bazares, encontré a una joven americana que tenía en venta algunos artículos fuera de su casa. Me llamó la atención una tetera china de cobre, y al momento de preguntarle el precio, se acercó un cartero y le entregó una carta que al instante de verla la llenó de alegría, los ojos le brillaron y esbozó una amplia sonrisa. Me contagió su alegría y le eché “porras”. Aproveché la ocasión para preguntarle por el precio de la tetera y me dijo 10 dólares. Cómo yo traía los bolsillos llenos de “pennys” (centavos), y monedas de 5 ctvos. (níquel), de 10 ctvos. (dime) y 25 ctvos. (quarter) empecé a contar y al verme me exclamó ¡Is free, is for you!, le di las gracias y me retiré contento con mi tetera china de cobre. Ahí entendí que a los neoyorquinos nos les agradan mucho las monedas de pequeño valor.


Por cierto, todo este relato es porque vi hoy mi bella tetetera china de cobre.



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