LA
ESCLAVA REMEDIOS
Eduardo
Turrent Rozas
Allá está la esclava Remedios. Como
siempre, vestida de amarillo; con su sombrero de palma a la cabeza i su joloche
entre los labios. Vino de Cuba traída por su amo don Damián González. Ignora o
quiere ignorar que en México no existe la esclavitud. Su misión en la vida es querer, servir i
obedecer. Amo llama a don Damián, ama a la esposa i amitas a las hijas de ese
matrimonio.
Con cuánto celo cuida de estas muchachas.
Hemos llegado a los lindes de la casa i damos los buenos días. Apenas si
contesta. -¿Está don Damián, Remedios? –Bien saben utede, -contesta de mala
gana- que el amo no se halla en casa a esta hora. –El amo sale muy de mañanica
a su trabajo. –Lo que bucan utede no e al amo, sino a la niña; pero ay de utede
si se atreven a acercarse. No lleva armas remedios; pero a la mano tiene
adosados a la pared, garabatos para la roza, espeques, chahuastles, machetes.
No hay que insistir. A este cancerbero no se le domeña ni con mimos, ni menos
con dinero. Se ha puesto en jarras a la puerta de la casa. En su semblante
negro se mueven dos ojos más negros todavía que miran de frente i a los lados
en actitud amenazadora. Por la ventana de la casa asoma una de las bellas
cubanitas, escoba en mano. Nos sonríe; pero no se atrevería a salir. La negra
le ha ordenado retirarse. Otra de las muchachas se oye que canta. Es Amparo.
Por ojos lleva dos soles i un jilguero en la garganta.
Los horrores de la guerra civil de Cuba,
trajeron a Los Tuxtlas a cubanos distinguidos i laboriosos. Fue semilla regada
a todo lo largo del sur del Estado de Veracruz. Médico i pedagogos quedaron en
Veracruz i Alvarado. A San Andrés Tuxtla fue un Manuel P. García, caballero
distinguido, de educación esmerada i trabajador incansable que incrementó la
industria del tabaco labrado que dio renombre a la región, i por el campo se
diseminaron los agricultores: los guajiros. Damián González, hombre hecho a la
agricultura, se instaló en Matacanela, kilómetros arriba de la finca La
Victoria pertenecientes al municipio de Catemaco. Tierra inhóspita la de Matacanela,
tierra brava; pero tierra que sólo necesitaba del trabajo para producir. Pronto
se alinean casas de mayor o menor tamaño. Son los guajiros que las construyen.
Dinámicos i trabajadores, se levantan con el alba i no descansan en las faenas
del campo o en los quehaceres domésticos. Quisieran alargar los días. Los
ayudan en todo la mujer i los hijos, todos hablan a gritos.
Pronto viene la roza de las tierras i el
abrir sus pulpas con el arado. Traen métodos modernos de cultivo. Al año, Matacanela
es centro de trabajo i de dinero. La primera cosecha de tabaco es
abundantísima. No hay guajiro que no tenga sus ahorros en las casas de comercio
de San Andrés Tuxtla o Catemaco, i en el rancho, sus caballos, sus bueyes para
las faenas del campo, su chiquero con sus marranos i las gallinas, por cientos
en los corrales. Quien pasara a las once de la mañana por cualquiera de las
casas, era bajado de la cabalgadura, a la fuerza si había resistencia. Que el
cubano consideraba un honor compartir su mesa. El café nunca faltaba. A toda
hora hervía entre las brasas. En la casa de don Damián era donde nunca faltaban
los invitados. Por su mayor edad i conocimiento, era el más querido i respetado
entre los exiliados. Sus sembradíos fueron siempre los mayores. ¡Oh manera de
molestar a Remedios cuando se acercaba a servir la mesa! –“Remedios, dile a tu
amita fulana que me gusta…” A Remedios se le salían los ojos como queriendo
azotar con ellos al intruso. -¡Mielda, mielda!, era lo único que decía a media
voz respetuosa de la presencia del amo.
1902. Consumada la independencia de la
hermana República, los cubanos en su mayoría lían sus maletas para regresar a
su amada patria. En Matacanela hay movimiento inusitado. Todo se remata:
carretas, bueyes, aperos de labranza, caballos, puercos, aves de corral. Asomamos
a la casa de don Damián i le preguntamos: ¿I usted también se va? –No
muchachos,- contesta enternecido-. Damián González i su familia se quedan en
esta tierra hermana. –Ahora que no sé si me quedo aquí o emigro a otra parte;
pero no saldré de Los Tuxtlas. Esta tierra me ha abierto sus brazos i en su
seno quedará mi cuerpo cuando muera-. Lo ha dicho sentado en un butaque forrado
con piel de jabalí i con un vaso ochavado en la mano en cuyo fondo se ven las
verdes hojas de la yerbabuena. ¡Es la hora de tomar la mañana, las once horas,
hora de saborear el machucado!
Remedios nos ha sonreído al oír al amo. Es
que también siente querer a la región. Las amitas han crecido a su lado i bajo
su cuidado en Matacanela. Las quiere más que si fueran sus propias hijas.
También morirá en tierra veracruzana. Ella no ha necesitado de la libertad para
ser feliz, que su esclavitud ha sido dogal de amor, porque ha vivido en
familia, entre don Damián i los suyos a quienes ha querido con verdadera pasión.
Remedios, negra esclava: nuestras almas se
sienten abatidas al pensar que a tu raza se la consideró no como a semejantes,
sino como a mercancía vil; mercancía de ébano con la que tanto traficó la
perversidad humana. Brasil, Haití, Belice, Cuba, Colombia, Venezuela, Estados
Unidos, México. Ébano resistente echado a los pantanos; al infierno de los
trópicos i a los tiros de las minas porque el ébano es resistente, brutalmente
resistente i brutalmente despreciado. Cunde por el orbe entero el dolor del
negro hacinado ayer en las fétidas bodegas de crujientes bajeles en travesías
de semanas i meses para ser entregado al infamante látigo de la esclavitud.
Raza de color: algún día tu negro acharolado brillará con esplendor de soles
mostrando que bajo tu negra piel se oculta un corazón blanco, contrariamente al
negro que llevan quienes aún hoy te discriminan i desprecian.
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