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lunes, 29 de febrero de 2016

BALAM EL BUZO DE LAS PENUMBRAS Antonio Fco. Rguez. A.

BALAM
EL BUZO DE LAS PENUMBRAS
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


¡Ahí estaba él, otra vez!

Parado en la noche, del otro lado de la puerta, dejándose ver a través del miriñaque (mosquitero), nunca habló, ni tocó para anunciarse, simplemente se paraba ahí, siempre de noche, esperando ser visto o, en caso contrario, regresarse por las mismas sombras de la noche por las cuales él había llegado.

     Ocasionalmente yo lo detectaba, le abría la puerta y lo invitaba a pasar. -¡Hola Balam, buenas noches, pasa!-

     -¿Cómo estás?

     -Penumbras, el ciclón, la virgen- eran las palabras que emitidas ininteligiblemente lograba yo comprender.

     Aún sabiendo que estaba alcoholizado, lo miraba con afecto, con paciencia, sabía de su parquedad de palabras. Esperaba un momento más y le volvía a preguntar, esta vez en su idioma, el maya:

     ¿K´inam? (Te duele algo) y me contestaba  -Yan puksík´al- (me duele el corazón).

     Puksík´al, es corazón, pero ellos lo ubican a nivel del estómago (tsuk), dando entender que lo que les duele es este último.
     Balam, aparte de significar jaguar, es un apellido maya.

     Me dirigí a la pequeña farmacia de mi clínica y le di dos frascos de Melox Plus y unas tabletas de Buscapina compositum, anotándole con pluma como debía tomar el medicamento.

     Guardó en un sabucán (morral) la medicina, y sin voltear a verme, lacónicamente se despidió: -¡Me voy!

     ¡Cuídate, no dejes de venir…!

     Éste era Balam…

     Un señor cuarentón, aunque aparentaba ser mucho mayor. De piel morena, de baja estatura, y que, desde que lo conocí ya era enfermo alcohólico, estaba considerado como uno de los mejores buzos del Mar Caribe, entre Akumal y Xel-há.  Muy de mañana se metía a bucear en las cristalinas aguas, azul turquesas,  sacando langostas y caracoles y uno que otro pez, como la lisa o  liseta, las cuales vendía para poder seguir ingiriendo sus copas. Al parecer vivía en casa de una hermana de él.



     En relación a su monólogo, se dice que durante uno de los frecuentes ciclones que han asolado la región, una noche perdió a su mujer y a sus dos hijos, no pudiendo salvarlos de la muerte. Nunca pudo desprenderse de esos  dolorosos recuerdos, que lo dejaron marcado el resto de sus días, y desde entonces trata de mitigar su pena, su aflicción, en el único consuelo que halló… el alcohol.


     Balam, es una persona noble, respetuosa, y formal cuando tiene que cumplir con algún compromiso. Y además, es muy agradecido con las atenciones que pudiera recibir.

     Siempre me llamó la atención su noctívaga manía, caminando en la oscuridad más completa de la selva. Su excelente orientación, para ubicar los sitios a los cuales se dirigía. Y sobre todo, el que nunca haya sido atacado por serpientes, las cuales abundan en estos lugares. Solamente una ocasión me tocó suturarle una herida contusa en cara por caída al suelo. 

     Una de esas noches en que llegaba por su medicina, le dije que lechará o encalará el muro de piedras alrededor de la clínica. Para que no se metieran al patio tantas culebras, alacranes y tarántulas. Unos días después se presentó, terminándola en dos días de  trabajo. Cuando le pregunté cuanto le debía, me dijo que 20 pesos, no pude creerlo y mucho menos obligarlo a recibir más que eso. Se negó rotundamente a que le pagara más.

     Ese fue el Balam que yo conocí y que dejé de ver.


     Son personajes que te provocan una grata impresión y te dejan agradables recuerdos.





3 comentarios:

  1. muy BUEN RELATO. tal VEZ SI LE DIERAS UN FINAL MAS ESPECTACULAR, COMO POR EJEMPLO, HABER ENCONTRADO EN LA BUCEADA U GALEON ESPAÑOL Y,YA RICO, CAMBIARA DE VIDA, BUENO, TU ERES QUIEN LO COOCIÓ.

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