LA
VECINA
Antonio
Fco. Rodríguez Alvarado
Imagen de Internet
Les voy hacer una breve
historia: Ella era mi vecina, venía seguido a casa a saludar o a tomarse un
cafecito conmigo. Esa vez me pidió pasar al baño. El de abajo
estaba recién usado, le pedí subir al de la segunda planta.
Al pararse del asiento no pude evitar
admirar sus hermosas piernas, ella lo notó. Pasó casi rozando junto a mí,
impregnándome su aroma y hasta su aliento, y empezó a subir pausadamente los
escalones. Yo, nervioso aun de su roce, y embelesado, no pude apartar mi mirada
de ese par de piernas que a gritos pedían ser vistas.
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Ella sintió el toque de mi mirada, se
detuvo brevemente, volteó hacia mí y mirándome sensualmente, me dijo:
-¡De haber sabido que te provocaría con
esta minifalda, desde cuando me la hubiera puesto!
Me asombraron sus palabras, no lo
esperaba así. Me dieron mayor confianza, haciéndome sentir libre para amarla.
Por toda respuesta, subí hasta donde ella estaba, la abrace con desbordada
lujuria, casi la asfixio con mis abrazos y con mis besos. Ella emitió unos
voluptuosos ayes de dolor, que más me
excitaron.
Sin dejar de abrazarla, la levanté y subí
el resto de los escalones y, ya una vez arriba, la metí a la recámara, cerré la
puerta tras de mí, y así, descargamos apasionadamente todas esas ansias acumuladas
en tantas visitas y tomas de café.
Las visitas y las tomas de café son más
seguidas y ahora… colmadas de placer.
Xalapa. Ver. 29.01.2007.
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