DOÑA "MARY”
Antonio
Fco. Rodríguez Alvarado
Hoy me tocó atender a una
anciana de cerca de 90 años. Pese a su avanzada edad, no se pasa la vida
sentada, ni lamentándose. Es una mujer que cuando termina un quehacer, para
descansar, toma su ovillo de lana o de algodón y, se pone a bordar alguna prenda
de vestir o algún tapetito para su mesa o la de alguna de sus hijas.
Ella prefiere vivir sola en su propia
casa, no le gusta dar molestia a ninguna de sus hijas. Sus ratos libres los
utiliza ya tarde para ver sus telenovelas, aunque se esté durmiendo durante la
programación. Una de sus hijas le ha acostumbrado a leer
cuentos infantiles, los cuales ella disfruta y comenta después con la hija y
sus nietos.
La vida le dio un cruel golpe, que ella lo
tomó como designio de Dios. Pues quedó viuda cuando aún la mayor de sus hijas
no llegaba ni a los 5 años de edad. El amor le dio la fortaleza para cumplir su
doble rol de madre y padre. E inculcándoles valores y principios con su propio
ejemplo, sacó adelante a sus hijas, dándole profesión a las tres. Esto ella no
lo comenta, porque siente que era su obligación como madre.
En momentos que ella se hastía de su
soledad, se acerca a la puerta o a la ventana que da a la calle, para atrapar a
algunas de sus vecinas o amistades que pasen por su casa. El saludo usualmente
se convierte en una larga y amena plática, como si tuvieran años sin verse. Las
caras alternan el asombro, el coraje, la tristeza, la risa y la ternura.
- ¡Adiós doña Mary!
- ¡Adiós comadrita!
¡Cuídese mucho, que Dios me la bendiga!
La anciana, ya sola, nuevamente, suspira
profundo como agradeciendo el disfrute de esos instantes que la llegaron a
entretener y sentirse rejuvenecida una vez más con el cariño y afecto de sus
viejas amistades.
Suena el teléfono, se apresura a
contestar, sabe que es una llamada de sus hijas.
- ¿Cómo estás mamita?
- ¡Muy bien hija! ¿Y tú?
Un poco más tarde, calienta algo para su
cena. Se pone a pensar todo lo que vivió ese día. Evoca el recuerdo de cada una
de sus tres hijas y sus nietos. Se levanta del asiento, abre un cajón del trinchador
y saca su “Rosario” y, vertiendo sus lágrimas de madre, llora y reza por sus
hijas, pidiendo a Dios que las cuide siempre…
Veracruz, Ver. 24.01.17
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