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jueves, 11 de octubre de 2012

PUKUJ O H?IK´AL. DEMONIO NEGRO


PUKUJ O H?IK´AL
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

Pintura de Rafael Nieto


     En la cosmovisión tzeltal y tzotzil es un hipersexuado demonio negro, el cual no solamente mató a “Nuestro Señor el Sol/Cristo” (divinidad asexuada), sino que fue el que enseñó a reproducirse a la humanidad realizando el acto sexual con la primera mujer “a modo de demostración”. Después ella enseñaría a copular a su marido. Los chamulas reconocen que no disfrutarían del sexo ni se reproducirían si este demonio barbudo y velludo no les hubiera enseñado en tiempos remotos. Pukuj (“tentación”, “demonio” en sentido amplio) también llamado h?ik´al (“hombre negro volador”), es la forma más común de los dioses de la muerte y de la maldad; le vinculan con la noche y con todas las perversidades y la oscuridad. Es proteico, enemigo de la alegría, de la felicidad y de la risa del hombre. Es concebido como “un hombre negro del tamaño de un niño de cuatro a cinco años, con cabello rizado, uñas largas, alas en los pies y con un pene de dos metros de largo”. Viste como ladino (pantalón negro, camisa, zapatos y sombrero de ala ancha); su ropa es muy sucia y huele a zopilote. Además es muy resistente, aguanta un toro llevándolo por el aire, y aunque no tenga alas (algunos informantes los describen con alas en los pies) vuela como pájaro, al lado de un cuervo. Carga machete y anuncia su presencia silbando desde la cima de la montaña. No lo hieren los machetes ni las balas. Vive en el monte, la montaña, las cuevas, los sitios oscuros; chupa la sangre a los hombres, come carne humana, la cual come cruda (“parece tener predilección por la cabeza y, por los pechos de las mujeres”) así como frutas, pozol y animales los cuales sazona con piloncillo. Las torres de las iglesias de Santo Domingo (en San Cristóbal) y en las de San Juan Chamula, son consideradas también, sus moradas. Acecha a los indígenas en los caminos menos frecuentados de la montaña y afuera de los pueblos; a las personas que no llega a matar o robar las vuelve locas al toparse con él y amanecen botadas en alguna parte.  Es más despiadado con los borrachos. Molesta a las mujeres, las ataca en el campo cuando buscan agua, una forma de protegerse las mujeres del pukuj es llevar puesto un collar, un anillo o aretes; puede también entrar a las casas para abusar de ellas aprovechando la ausencia de sus maridos. Más aún, le imaginan mágicamente en una vivienda, o entrar por el techo de ésta, entumeciendo a la gente, la que se quedaba sin poder hablar ni gritar y llevarse a la mujer que duerme junto al esposo. Si ella se resiste “él orina en una jícara y la obliga a beber sus meados, para calmarla y convencerla”, o peor aún, le arranca la cabeza para fabricar campanas de sonido claro, dada la agudeza de la voz femenina. Otras veces, ataca a las mujeres arrancándole los pechos para después devorarlos. Por otra parte, si la víctima es un hombre, le ordena cerrar los ojos y cuando los abre encuentra que el h?ik´al lo ha envuelto en un petate y lo lleva hasta las nubes para comérselo. Cuando el h?ik´al se aparea con una mujer robada puede procrear un hijo cada día, cada semana, cada mes, o hasta treinta hijos por año. Los niños nacen negros como su padre, crecen con mucha rapidez y pronto aprenden a volar en la cueva que habitan.
     Cuando el Pukuj entra a una casa, la persona se enferma, no puede recobrarse y se ve forzada a cambiar de lugar “porque la Tierra no quiere que esté bien”. Se dice también que las cabezas decapitadas a los hombres, las lleva a su ciudad, llamada Papasalenco, donde las colocan en estacas. Los esqueletos que hoy en día se encuentran en las cuevas dan testimonio de la existencia de los ´ik´aletik.
     Suele andar o volar por los caminos en la noche y dormir en su cueva durante el día. Se dice que cuando hay buen tiempo sale sólo por la noche, mientras que en la estación lluviosa lo hace de día; viaja con la protección de las altas nubes y de la bruma que le permite volar sin ser visto. Su época de mayor actividad son los meses de octubre y noviembre, ya en esa parte del año prevalecen las tormentas. Igualmente nefastos son los martes, los jueves y toda ocasión festiva.
     En tzeltal es llamado x-´lk´al (“negro afecto a las mujeres”) y Chopol pukuj. Entre los choles es llamado Nék (“tentación”).
     No se puede pronunciar su nombre “porque lo oyen y vienen luego”. Por tal razón debe llamársele con eufemismos como bisabuelo o Natil kaxlán (“Alto Señor”).
     Come en la cueva los restos de los hombres y mujeres que asesina, y con frecuencia vende la cabeza y el esqueleto a los ingenieros que construyen casas, puentes y edificios públicos. La cabeza se mezcla con el cemento de la construcción y tal cimentación permite que se levanten las paredes sin peligro de caer, o también se usa para fortalecer las paredes que tienden a caer. No vende a la mujer porque ella le sirve.
     Los tojolabales comentan que Pukuj, quien originalmente se desempeñó como curandero, logra controlar las influencias maléficas del medio y hacer daño gracias a su asociación con el dueño del inframundo. Su poder se ve mantenido y acrecentado por medio de la ingestión continua que hace del hígado de los brujos que vence en combate y el de los difuntos; ingestión que también viene a fungir como rito de iniciación. Los indígenas tratan de evitar esta práctica apisonando al máximo la tierra de la sepultura e incluso vigilándola durante algunas noches.
     Los tzotziles creen que el pukuj al seducir subrepticiamente a las mujeres dormidas los hijos de esta unión son los brujos por naturaleza, llamados ak’chamel, “el que arroja la enfermedad”. También se piensa que el pukuj introduce secretamente algunas gotas de su sangre en las venas de los niños y cuando estos crecen, se convierten en pukuj. 
     Morley, refiere que Pukuj  es indudablemente una cognada de Ah Puch, el dios maya de la muerte, que reinaba sobre el último nivel del inframundo.
     Este espectro negro, según Holmes, es una derivación de los sacerdotes de cara ennegrecida de la antigua religión maya. Según Núñez de la Vega, citado por Thompson, es Ikal Ahau, “Señor Negro”. Su terrible imagen cubierta de hollín en la iglesia de Oxchuc, ciudad tzeltal, sufrió la misma suerte que la de Pozlom (ver más adelante). A los bebés llorones se les amenaza con el ´Ik´al, que vendrá a llevárselos muy lejos.
     Los totilme´il (padres ancestros, espíritus protectores de la comunidad) luchan contra los h?ik´al que estaban acabando con la gente, a los cuales vencen volando, matándolos con su tsu tsu´n tak´in (“flecha llameante”) o utilizando su “espada flamígera”; posiblemente se asocia a la iconografía de San Miguel Arcángel, el arquetípico vencedor de Satanás. Existen además brujos tzotziles que se pueden nagualizar (convertir) en bolas de fuego (poshlones) que se desplazan a gran velocidad y pueden verse a larga distancia durante algunas horas, después de haberse ocultado el sol, éstos ayudan a prisioneros de los ikaletic, quemando a éstos en las únicas partes que tienen vulnerables, a saber: las axilas y el recto. Ya que el ikal parece invencible por estar protegido con una coraza de hierro que apenas deja al descubierto estas partes.   Baez-Jorge (2002: 147-156); Antonio Castro (1965: 113-117); Vogt (1983); Guitera (1965: 107, 233, 237-238, 257, 274); Holland (1978: 125-127) y  (1963); Pozas (1987: T.ll. 205-206);  Thompson (1984: 389, 392) Villa Rojas (1990: 620-621) y Ruz (1982:T.ll. 57-58).

Tomado de mi libro Diccionario de Dioses, Demonios y Enfermedades del México Prehispánico. Inédito.


1 comentario:

  1. También me gustaría preguntar si Pukuj y Niwan Pukuj sn el mismo personaje.

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