PUKUJ O H?IK´AL
En la
cosmovisión tzeltal y tzotzil es un hipersexuado demonio negro, el cual no
solamente mató a “Nuestro Señor el Sol/Cristo” (divinidad asexuada), sino que
fue el que enseñó a reproducirse a la humanidad realizando el acto sexual con
la primera mujer “a modo de demostración”. Después ella enseñaría a copular a
su marido. Los chamulas reconocen que no disfrutarían del sexo ni se
reproducirían si este demonio barbudo y velludo no les hubiera enseñado en
tiempos remotos. Pukuj (“tentación”, “demonio” en sentido amplio) también
llamado h?ik´al (“hombre negro volador”), es la forma más común de los dioses
de la muerte y de la maldad; le vinculan con la noche y con todas las
perversidades y la oscuridad. Es proteico, enemigo de la alegría, de la
felicidad y de la risa del hombre. Es concebido como “un hombre negro del
tamaño de un niño de cuatro a cinco años, con cabello rizado, uñas largas, alas
en los pies y con un pene de dos metros de largo”. Viste como ladino (pantalón
negro, camisa, zapatos y sombrero de ala ancha); su ropa es muy sucia y huele a
zopilote. Además es muy resistente, aguanta un toro llevándolo por el aire, y
aunque no tenga alas (algunos informantes los describen con alas en los pies)
vuela como pájaro, al lado de un cuervo. Carga machete y anuncia su presencia
silbando desde la cima de la montaña. No lo hieren los machetes ni las balas.
Vive en el monte, la montaña, las cuevas, los sitios oscuros; chupa la sangre a
los hombres, come carne humana, la cual come cruda (“parece tener predilección
por la cabeza y, por los pechos de las mujeres”) así como frutas, pozol y
animales los cuales sazona con piloncillo. Las torres de las iglesias de Santo
Domingo (en San Cristóbal) y en las de San Juan Chamula, son consideradas también,
sus moradas. Acecha a los indígenas en los caminos menos frecuentados de la
montaña y afuera de los pueblos; a las personas que no llega a matar o robar
las vuelve locas al toparse con él y amanecen botadas en alguna parte. Es más despiadado con los borrachos. Molesta
a las mujeres, las ataca en el campo cuando buscan agua, una forma de
protegerse las mujeres del pukuj es llevar puesto un collar, un anillo o
aretes; puede también entrar a las casas para abusar de ellas aprovechando la
ausencia de sus maridos. Más aún, le imaginan mágicamente en una vivienda, o
entrar por el techo de ésta, entumeciendo a la gente, la que se quedaba sin
poder hablar ni gritar y llevarse a la mujer que duerme junto al esposo. Si
ella se resiste “él orina en una jícara y la obliga a beber sus meados, para
calmarla y convencerla”, o peor aún, le arranca la cabeza para fabricar
campanas de sonido claro, dada la agudeza de la voz femenina. Otras veces,
ataca a las mujeres arrancándole los pechos para después devorarlos. Por otra
parte, si la víctima es un hombre, le ordena cerrar los ojos y cuando los abre
encuentra que el h?ik´al lo ha envuelto en un petate y lo lleva hasta las nubes
para comérselo. Cuando el h?ik´al se aparea con una mujer robada puede procrear
un hijo cada día, cada semana, cada mes, o hasta treinta hijos por año. Los
niños nacen negros como su padre, crecen con mucha rapidez y pronto aprenden a
volar en la cueva que habitan.
Cuando el Pukuj
entra a una casa, la persona se enferma, no puede recobrarse y se ve forzada a
cambiar de lugar “porque la
Tierra no quiere que esté bien”. Se dice también que las
cabezas decapitadas a los hombres, las lleva a su ciudad, llamada Papasalenco,
donde las colocan en estacas. Los esqueletos que hoy en día se encuentran en
las cuevas dan testimonio de la existencia de los ´ik´aletik.
Suele andar
o volar por los caminos en la noche y dormir en su cueva durante el día. Se
dice que cuando hay buen tiempo sale sólo por la noche, mientras que en la
estación lluviosa lo hace de día; viaja con la protección de las altas nubes y
de la bruma que le permite volar sin ser visto. Su época de mayor actividad son
los meses de octubre y noviembre, ya en esa parte del año prevalecen las
tormentas. Igualmente nefastos son los martes, los jueves y toda ocasión
festiva.
En tzeltal
es llamado x-´lk´al (“negro afecto a las mujeres”) y Chopol pukuj. Entre los
choles es llamado Nék (“tentación”).
No se puede
pronunciar su nombre “porque lo oyen y vienen luego”. Por tal razón debe llamársele
con eufemismos como bisabuelo o Natil kaxlán (“Alto Señor”).
Come en la
cueva los restos de los hombres y mujeres que asesina, y con frecuencia vende
la cabeza y el esqueleto a los ingenieros que construyen casas, puentes y
edificios públicos. La cabeza se mezcla con el cemento de la construcción y tal
cimentación permite que se levanten las paredes sin peligro de caer, o también
se usa para fortalecer las paredes que tienden a caer. No vende a la mujer
porque ella le sirve.
Los
tojolabales comentan que Pukuj, quien originalmente se desempeñó como
curandero, logra controlar las influencias maléficas del medio y hacer daño
gracias a su asociación con el dueño del inframundo. Su poder se ve mantenido y
acrecentado por medio de la ingestión continua que hace del hígado de los
brujos que vence en combate y el de los difuntos; ingestión que también viene a
fungir como rito de iniciación. Los indígenas tratan de evitar esta práctica
apisonando al máximo la tierra de la sepultura e incluso vigilándola durante
algunas noches.
Los
tzotziles creen que el pukuj al seducir subrepticiamente a las mujeres dormidas
los hijos de esta unión son los brujos por naturaleza, llamados ak’chamel, “el
que arroja la enfermedad”. También se piensa que el pukuj introduce
secretamente algunas gotas de su sangre en las venas de los niños y cuando
estos crecen, se convierten en pukuj.
Morley,
refiere que Pukuj es indudablemente una
cognada de Ah Puch, el dios maya de la muerte, que reinaba sobre el último nivel
del inframundo.
Este
espectro negro, según Holmes, es una derivación de los sacerdotes de cara
ennegrecida de la antigua religión maya. Según Núñez de la Vega , citado por Thompson, es
Ikal Ahau, “Señor Negro”. Su terrible imagen cubierta de hollín en la iglesia
de Oxchuc, ciudad tzeltal, sufrió la misma suerte que la de Pozlom (ver más
adelante). A los bebés llorones se les amenaza con el ´Ik´al, que vendrá a
llevárselos muy lejos.
Los totilme´il
(padres ancestros, espíritus protectores de la comunidad) luchan contra los h?ik´al
que estaban acabando con la gente, a los cuales vencen volando, matándolos con
su tsu tsu´n tak´in (“flecha llameante”) o utilizando su “espada flamígera”;
posiblemente se asocia a la iconografía de San Miguel Arcángel, el arquetípico
vencedor de Satanás. Existen además brujos tzotziles que se pueden nagualizar
(convertir) en bolas de fuego (poshlones) que se desplazan a gran velocidad y
pueden verse a larga distancia durante algunas horas, después de haberse
ocultado el sol, éstos ayudan a prisioneros de los ikaletic, quemando a éstos
en las únicas partes que tienen vulnerables, a saber: las axilas y el recto. Ya
que el ikal parece invencible por estar protegido con una coraza de hierro que
apenas deja al descubierto estas partes. Baez-Jorge (2002: 147-156); Antonio Castro
(1965: 113-117); Vogt (1983); Guitera (1965: 107, 233, 237-238, 257, 274);
Holland (1978: 125-127) y (1963); Pozas
(1987: T.ll. 205-206); Thompson (1984:
389, 392) Villa Rojas (1990: 620-621) y Ruz (1982:T.ll. 57-58).
Tomado de mi libro Diccionario de Dioses, Demonios y
Enfermedades del México Prehispánico. Inédito.
También me gustaría preguntar si Pukuj y Niwan Pukuj sn el mismo personaje.
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