Cuento tzeltal
Adaptación del cuento Francisco Hinojosa
De pronto,
le salían patas
y garras de tigre
y los dientes
le crecían tan grandes
como los de un león.
Una vez, vino de Guatemala una mujer que
se quedó a vivir cerca de Tuxtla Chico. Allí, en una cueva, puso su casa. Mala era
la mujer, y fea, medio chaparra y con el pelo gris por no bañarse nunca. Su vestido
estaba roto de todas partes y era tan sucia que todo a su alrededor olía mal.
La tierra entera estaba asustada. Ni los
animales más pequeñitos ni los más feroces pasaban
cerca de la cueva porque olía muy mal y porque se escuchaban extrañas y
horrorosas voces salidas de la boca de la mujer.
Pero había veces en que viajeros perdidos
o un caminante cansado, que no conocía el rumbo, pasaban por allí. Entonces, la
vieja los invitaba a que pasaran la noche en un rincón de su cueva para que
durmieran allí los buenos sueños del reposo.
La mujer esperaba a que su invitado
cerrara los ojos y, tan pronto se quedaba dormido, empezaba a cantar sus malos
hechizos.
De pronto, le salían patas y garras de
tigre y los dientes le crecían tan grandes como los de un león. Luego, se
acercaba sigilosamente, como lo hacen los gatos, y se comía vorazmente al pobre
hombre, cuentan que de esta manera habían desaparecido familias enteras en una
sola noche.
Vino entonces de Guatemala un buen brujo
que conocía muy bien a la vieja y quería vengarse de ella. Al llegar al pueblo
convenció a la gente de que él era un yerbero con buenas intenciones y que podría
acabar con la mala mujer. Todos estuvieron de acuerdo en aceptar su ayuda.
Hace mucho tiempo este brujo había sido
una de esas grandes esculturas de las civilizaciones antiguas. Una noche cobró
vida, y así como era, un hombre de piedra, tomó el camino para Tuxtla Chico. No
se le notaba que su cuerpo era de piedra porque iba vestido como campesino,
aunque sus pies eran tan pesados que se hundían en la tierra que pisaba.
Así, se fue rumbo a la cueva y le pidió
posada a la vieja. Ella lo mandó a dormir al único rincón limpio que había. El brujo
se acostó y se dispuso a dormir hasta que la vieja, convertida en animal, se
acercó a él.
Fea era ella, con cara de vieja y dientes
de león, cuerpo de culebra y patas de tigre. Le dio la primera mordida y sus
dientes se quebraron contra la piel de roca. Furiosa, lo arañó, y sus uñas se
le desprendieron. Desesperada, lo pateó, y sus pezuñas se rompieron.
La vieja cayó al piso de tanto dolor
mientras el brujo, tranquilo, seguía durmiendo.
A la mañana siguiente, el brujo despertó y
vio que a su lado estaba la vieja, muerta, más fea y horrible que nunca. Desde entonces,
la gente de Tuxtla Chico vive contenta. Ahora, los animales andan tranquilos,
el aire es bueno y la cueva limpia.
Gracias por compartir!!
ResponderEliminarYo tenía ese cuento y otros mas en una colección de una editorial, pero no sé en dónde habrán quedado ahora...
Apoyemos a nuestros niños a la lectura,apoyarlos en su educacion,asi lograremos mejores padres para EL FUTURO
ResponderEliminarAsi es amiga Lucía, mi propósito es estimular a la lectura a niños, adultos, e inclusive adultos mayores. Muchas gracias por tu comentario, saludos.
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