ÍCARO SEXUAL
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado
- ¡Eres un mal padre, no
quieres a tu hija! Decía mi mujer porque no paseaba a la perrita. Era de
noche, acababa de atender a 26 pacientes en un turno de 6 horas, lo que menos
deseaba era oír reproches, ni volver a salir a la calle. Salí con la perrita. A
una cuadra está el Paseo Martí, ella se pone feliz pues ahí los vecinos pasean
con perros de diferentes razas. Ella corrió, jugó y coqueteó; al rato ya
cansado, me senté sobre una banca y jugueteé con ella. Estaba inclinado
jugando, cuando alcancé a ver enfrente de mí un par de magníficas piernas
vestidas con mayas negras, alcé más la vista y descubrí a la dueña de ese par
de maravillas, una linda rubia de ojos azules. Al verle a la cara me sonrió y
me dijo:
- ¡Me encanta verlos jugando!,
- Y veo que eres muy cariñoso con las hembritas!
Me levanté y nos presentamos. Sentados en
la banca empezamos a platicar, o más bien, ella empezó a relatarme su vida: - Mis padres me trajeron muy niña
desde España, antes de los 20 años ya estaba yo casada con un rico industrial,
el cual siempre me trató como a una muñequita, no me tocaba, pues todo el
tiempo andaba con diferentes mujeres. Yo no podía decirle nada porque enseguida
me golpeaba. Lo aguanté durante 15 años, le pedí el divorcio el cual se negaba
a dármelo. Hubo un momento en que se quedó callada, se disiparon de su
rostro las líneas de preocupación, me miró con fijeza y me dijo:
-
¡Tiene 4 meses que soy libre, en estos 4 meses no he
hecho el amor y quiero hoy... hacerlo contigo!
No esperaba tal propuesta, y no podía
negarme, pues además de ser tan escultural y bella, me dejó atrapado su forma
de pedírmelo.
Dejé a la perrita en casa, di una excusa, saqué la camioneta y regresé por la
rubia. Pasamos a un “Súper” por una botella de vino, botanas, cigarros y
unos preservativos. En el trayecto al Motel no paraba ella de abrazarme y
besarme, llegando a él nos desvestimos y nos subimos a la cama, nos incitó el
momento, iniciamos un rico escarceo erótico y justo al momento de empezar el
intercurso ella me dice:
-¿Espero que mi marido no haya enviado algún guardaespaldas a vigilarme?
Quedé helado, me derrumbé como si me
hubieran cortado las alas volando en lo más alto del placer, eso fue el fin de
mi pasión, y sobre todo de mi virilidad, todo, todo, se fue al traste. Me sentí
un idiota, no pensé que fuera ella a creer lo que me había pasado. Y para
colmo, me envió a buscarle los cigarros a la camioneta, así que con mucho miedo
y pensando encontrarme a un criminal que me estuviera esperando fui por ellos.
El resto del tiempo me la pasé de lo más incómodo, deseando salir lo más pronto
de ahí y regresar a casa. Salimos y ella al igual que antes siguió
apapachándome, queriendo que me detuviera antes de llevarla a su casa para
seguir con sus mimos, no lo hice, sentí que alguien nos venía siguiendo con la
consigna de matarme. No respiré hasta verla entrar en su casa, y sin antes
prometerle que la vería al día siguiente, y de ahí al llegar a la mía me
encontré que mi mujer le había puesto trancas a la puerta para que yo no
entrara, a través de una de las ventanas alcancé a ver la carita de la perrita,
que me sonreía. No traía dinero en efectivo ni tarjetas, así que me dispuse a
dormir dentro de la camioneta.
Era obvio que no había sido la mejor
noche de mi vida. Pero gracias a Dios… seguía con vida.
Al día siguiente ella se quedó inútilmente esperándome . No pude cumplir mi promesa. Algunas damas crean motivos para que
el hombre deje de ser... un caballero.
Veracruz, Ver. 04.10.12
Veracruz, Ver. 04.10.12
Me gusto tu manera de expresarte de una mujer y de como explicas tu escritura... nunca habia leido nada tuyo, abrazos
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