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sábado, 27 de octubre de 2012

CACUY Leyenda argentina


CACUY
Leyenda argentina adaptada por
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado




Cuenta la leyenda que hace muchos años, dos hermanos vivían solos en una casita de madera en el monte, rodeados de nogales, cedros y pinos de la región de la selva. El muchacho era dócil, humilde y trabajador; la niña, caprichosa, haragana y cruel. El hermano le traía todo lo que le hacía falta para la casa, leña, frutos silvestres, comida, miel y otras cosas que ella aprovechaba. Pero ella lo hacía sufrir peleándole por cualquier cosa. A veces le derramaba las comidas y lo dejaba sin comer. Él trataba de pasar por alto la actitud de su hermana. Un día de regreso de la selva cansado y hambriento,  pidió a su hermana que le alcanzara un poco de hidromiel. La mala hermana trajo el fresco líquido, pero antes de dárselo lo derramó en su presencia. Lo mismo hizo al siguiente día con la comida. Agotadas su bondad y paciencia, y amargado por su vida, resolvió darle un castigo tan grande como su maldad: - Que muera (decidió él entonces) pero no la matarán mis manos… así que una tarde la invitó a recoger miel de un árbol que estaba en la selva. Al llegar,  le pidió a su hermana que vendara sus ojos para que los protegiera de las picaduras…logró que ella trepara a lo más alto de la copa de un quebracho enorme. Él, que subió por detrás, descendió desgajando el árbol de modo tal que su hermana no pudiera bajar. Cuando llegó al suelo se largó corriendo y dejó sola a su hermana en lo alto del árbol, y ella, como nadie contestaba sus llamados, se quitó las vendas y, al darse cuenta de lo ocurrido se llenó de miedo. Cuando cayó la noche sobre el bosque, su miedo se convirtió en terror. No se animaba ella a arrojarse desde la altura. El frío de la noche la hacía tiritar. Sus gritos de horror y arrepentimiento se hacían cada vez más lastimeros; pero nadie podía oírla; su hermano estaba ya muy lejos.
     Sobre aquel castigo cayó otro superior. A medida que pasaban las horas, comenzó a ver, horrorizada, que su nariz se convertía en pico y las uñas se hicieron ganchudas, sus pies se transformaban en garras, sus brazos en alas y le empezaron a brotar plumas en todo el cuerpo. Quedó convertida en pájaro que sólo sale a volar de noche, y con la cabeza tendida hacia la altura, los ojos cerrados y en rara actitud de espera y ansiedad,  estraga el silencio con su grito intenso y desgarrador que pareciera decir:

    -¡"Turay", "Turay"!- : ¡"Hermano", "Hermano"!. Cuando en realidad dice: -¡Cacuy, Cacuy, Cacuy!-.

     Se le oye gritar de noche, en primavera. Es muy difícil distinguirlo entre las ramas, con las que se confunde. Es tan perfecto el mimetismo que sólo puede advertirse su presencia cuando el viento al pasar mueve sus plumas. Permanece allí inmóvil todo el día pegado a la rama del árbol que eligió como sostén. Los lugareños de los cerros y las selvas del norte, que conocen la historia del ave solitaria, se estremecen al oírla cuando ella llama con su triste canto al hermano perdido.



      Nyctibius griseus cornutus (Vieillot), es un ave de rapiña, nocturna, de unos 30 cm de longitud, de color plomizo, pico corto y ojos negros con los párpados ribeteados de amarillo. Generalmente es ermitaña. En el norte de Argentina se denomina Kakuy y Túray por los quichuas, Urutaú por los guaraníes, la Vieja y Mae da luna por los brasileños. Según Alberto Vúletin en “Zoonimia Andina” la pronunciación correcta es cácuy porque es onomatopeya del canto de esta ave.
     El vocablo cacuy proviene del quechua, kakuy: permanecer, quedarse, lo cual coincide con la leyenda pues ella  se quedó o permaneció donde fue abandonada por su hermano. 
      Por extensión se le dice cacuy a la persona que llora mucho: “¡está llorando como cacuy...!” 



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