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viernes, 2 de junio de 2017

MEDUSA SE ENAMORA Antonio Fco. Rguez. A.

MEDUSA SE ENAMORA
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

Imagen Internet


Esa mañana, quise explorar qué había detrás de este bosque en que yo vivía.  Así qué, me preparé pensando en tener una excelente aventura. Empecé a caminar entre la exuberante fronda, pisando las intrincadas y estrechas veredas de hojarasca. En la valla de las veredas, los árboles parecían inclinarse a mi paso simulando un cálido saludo. Yo era parte de él.  El bosque era mi familia, mi casa. Seguí mi camino acariciando respetuosamente con mis manos a los inmensos árboles que semejantes a Atlas, sostenían orgullosamente el techo del cielo. Algunos animalitos, aves entre ellos, haciendo piruetas o alegrando con sus dulces trinos, me acompañaban por pequeños trechos.


     Días después, sentí que el aire empezaba a enrarecerse, desaparecía la brisa y su frescura. Las copas de los árboles se hacían más ralas perdiendo sus amadas sombras.  Éstos empezaban a estar más espaciados, hasta desaparecer. Y tuve un mal presentimiento. El temor, hasta entonces asomaba a mí ser.


   Karts o Malpaís. Internet

     Bastaron dos días más, para descubrir este mundo, hasta entonces,  desconocido. Una zona desértica. Un terreno quebrado y pedregoso, cuyo piso es una lava o roca volcánica de poca profundidad, que provoca la caída frecuente de árboles, sólo las palmas y ciertos matorrales sobreviven en él. Ocasionalmente veía moverse en estos suelos a lagartijas, iguanas, serpientes, roedores y  alacranes. El calor era tan intenso como en el mismo infierno. Terminé mi provisión de agua y muy de mañana lamía las gotas de rocío sobre la escasa vegetación. Una de esas noches caminando sobre unos senderos iluminados por los rayos lunares, de improviso una densa nube los dejó en la completa oscuridad. Y los senderos se convirtieron en profundos abismos, mis instintos me hicieron pegar un gran salto librándome de caer en ellos. De pronto,  me di cuenta que estaba en la boca de una inmensa cueva,  cuyo interior era tenuemente iluminado por la luz de unas piras, y me adentré en ella.


     Viscosas y brillantes serpientes reptaban cerca de mis pies. No sé si porque no les demostré miedo, o por mi olor a animales del bosque, que no se atrevían a atacarme.


 Imagen Internet

     Escuché unos extraños rugidos y defensivamente alcé unos troncos del suelo, que al palparlos resultaron ser huesos humanos. Una fugaz silueta discurría velozmente entre las sombras ocultándose entre los pilares de estalagmitas y estalactitas. Cuando al fin logré discernirla me horrorizó. Era una mujer madura, de piel cetrina, rostro y mirada adusta, a la cual le salían decenas de serpientes en la cabeza, como si los cabellos se hubieran transformados en  ofidios. Inmediatamente le pregunté: -¿Quién, o qué eres? Y ella sacando una bífida lengua emitió un sonido silbante que era a su vez como un golpeteo de piedras, un ruido crotálico, que   me pedía huir de ahí.  No pude escapar, pues además de estar estremecido de miedo, estaba condolido de la desgracia de su ser. Ella al ver que no escapaba de la cueva me dirigió sus ojos de áspid enviándome un magnetismo maléfico que me hipnotizó. E instantáneamente sentí que todo mi cuerpo empezaba a endurecerse hasta convertirme en una roca.


     Mi corazón había quedado indemne, y dentro de mi pétreo cuerpo, sus latidos resonaban con tanta fuerza que parecían romper mi pecho, y con tanta intensidad que Medusa se tapó los oídos con las manos y siendo insuficiente  acallar los reclamos de mi corazón ella pareció enloquecer, y dando vueltas como un torbellino cayó vertiginosamente al suelo. Angustiado, pensando en que había muerto, las lágrimas afloraron por mis ojos, y mi cuerpo volvió a la normalidad. Me acerqué a ella, la abracé, sentí su piel gélida, incolora, muerta y no pude evitar que mis lágrimas cayeran en su rostro. Al querer levantarla del suelo sentí que la embargaba una hermosa calidez. Su cuerpo se estremeció, su piel adquirió un tono blanco y rosa.  Su cabellera se había vuelto sedosa, radiante y bella. Y abriendo sus ojos pude distinguir en su mirada unos destellos de amor.


 Imagen Internet


Veracruz, Ver. México. 02.06.17


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