EL
YAGUARETÉ Y LA AMAZONA
Antonio
Fco. Rodríguez Alvarado
Imagen Internet
Al alba, en ese paradisíaco claro de
selva, entre zumbidos de insectos, trinos y gorjeos de aves, y aullidos de
saraguatos, la hermosa amazona abrió los ojos dándose cuenta que su amado se
había ido. No tuvo mucho que esperar, pues aún antes de que saliera el sol, él
regresó con un par de gallinas salvajes en su hocico. Él era alto y de fuerte
constitución física, con piernas robustas y anchas espaldas. Excelente cazador
y recolector. Su sola presencia la reanimó. Lo abrazó y le llenó la cara de besos.
Esta vez le tocó a él ir por la presa.
Otras ocasiones, ella era la encargada de hacerlo. Desplumó las gallinas, se metió
al jacal para prepararle un rico y aromático café silvestre, el cual tomaron
bajo una enramada anexa al jacal. Hablaron sobre lo bien que estaban sus
hortalizas y sus árboles frutales. Posteriormente salieron a ducharse y a
jugar en un pequeño estanque que formaron las cristalinas aguas que dejaban ver
el lecho arenopedroso del río.
Cuatro años antes: un barco pirata, que
traía mujeres para mercar, se vio amenazado por fuerte tormenta, decidieron
meterse al Río Amazonas. Y un rayo cayó sobre él alcanzando el depósito de la
pólvora. El barco estalló en un centenar de pedazos.
Dos días después, un joven nativo notó a
una mujer tendida sobre un gran madero que flotaba en la fuerte corriente del
río. Se dio cuenta que era prácticamente imposible lanzarse al río para
salvarla. Él, acababa de perder a su padre asesinado, por unos madereros, por
ser un chamán que protegía la selva. Lleno de preocupación invocó al alma del
padre, para poder auxiliar a la mujer. Momentáneamente y por primera vez en su
vida sintió una gran transformación de su cuerpo. Se había convertido en un
poderoso yaguareté. Se lanzó por la joven, depositándola en la orilla. Al
acercarse para levantar el cuerpo inconsciente de la joven se percató, aún
dentro de la lividez de su rostro, de su gran belleza, quedando prendado de
ella. Y nuevamente sintió esa extraña sensación corporal retomando su forma
humana.
Estuvo varios días cuidándola, pidiendo por
ella a los dioses de la selva, y a las almas de sus ancestros, y sahumando con
exóticas plantas su jacal hasta que ella recobró el conocimiento, dándole
entonces a tomar tisanas que la restablecieran. Ella nunca tuvo a donde ir, por
lo que optó por quedarse a vivir con su salvador. Él le enseñó todos los
secretos de la selva, lo bueno y lo malo. La adiestró como una guerrera más,
enseñándole las trampas para los animales, el uso del machete, de la cerbatana,
y del arco y la flecha.
La codicia y la maldad del hombre blanco
son ilimitadas. Los mismos madereros que dieron muerte a su padre hallaron el
refugio de la pareja y empezaron a observarlos. Se dieron cuenta del enorme
poder del joven y tramaron como acabar con él, ya que las balas comunes y
corrientes no les garantizaban matarlo. Pasaron los días y el joven percibió en
el ambiente una nociva amenaza. Esperó una noche sombría y sin avisar a su
compañera, se transformó en yaguareté y salió a explorar el entorno selvático,
encontrando a pocas millas de distancia al pequeño grupo formado por 3
individuos, se encontraban acostados alrededor de una hoguera. Se acercó de la
forma más sigilosa posible, pero no fue suficiente, no contaba que había un
cuarto hombre, el cual estando de guardia lo descubrió y le asestó tremendo
golpe en la cabeza haciéndole perder el conocimiento. Lo maniataron
fuertemente, en espera de matarlo en frente de los indígenas que tenían como
esclavos para que sirviera de escarmiento a sus rebeldías.
La joven al darse cuenta de que la hamaca
de su pareja estaba vacía. Cogió la
cerbatana y unos dardos venenosos, y salió a buscarlo. Llegó hasta el
improvisado campamento, y acercándose a una distancia prudente de los blancos
disparó varios dardos con curare, provocando la muerte por súbita y espantosa
asfixia de dos de ellos. Al quedarse sin dardos, fue perseguida por los otros dos hombres
quienes la aprehendieron, y maniataron
junto al joven. Éste que ya había recobrado el conocimiento se dio cuenta de
que a ella no la habían atado lo suficientemente fuerte. Y aprovechando que sus
captores cabeceaban de cansancio y sueño. Le hizo señas a la joven para que lo
viera fijamente a los ojos. Al hacerlo, la joven sintió la fuerte mirada que la
penetraba hasta su cerebro, obnubilándola y sintió retroceder hasta antes de la
explosión del barco pirata, viendo en ese viaje alucinante cómo él la había
rescatado de morir ahogada; de cómo la atendió y pidió a sus deidades y
ancestros por salvar su vida. Y de cómo
le había compartido sus conocimientos sobre la selva. Al final de este viaje, y
llegar al momento presente, se dio cuenta de que él la seguía viendo con la misma
energía de su mirada. Ella sintió un potente ímpetu en su interior, como si su
propia sangre viajara a grandes oleadas y estallara con fuerza, como en riscos, en todas las células de su cuerpo. El
cual se estremeció y sacudió en medio de fuertes y dolorosas convulsiones,
hasta convertirse en una yaguareté. Rompió sus ligaduras al mover los brazos,
al final de los cuales tenía unas filosas y fuertes garras. Se lanzó contra los dos hombres,
cercenándole a uno el cuello con un tajo de sus garras y al segundo le arrancó el corazón, con las
mismas garras. Se acercó a su amado y le ayudó a desatar sus ligaduras. Se vieron con cariño y ternura, y en recíproca gratitud y amor se unieron, como nunca antes lo habían hecho en toda su vida, fundiendo sus almas en un fuerte y apasionado abrazo.
Fueron hacia donde se encontraban los indígenas esclavizados, quienes habían sido testigos de todo lo ocurrido. Los liberaron de sus férreas y pesadas cadenas, y éstos en agradecimiento se unieron a la pareja que los había salvado.
Echaron a las llamas los corazones aún
vigorosos y palpitantes de las víctimas para que el fuego quemara toda la
maldad contenida en ellos. Y los cuerpos los alejaron de la fogata para que los
animales salvajes de la selva hicieran su festín, terminando así sus malos
recuerdos.
Sabiendo que esta parte del mundo no era para ellos, la pareja decidió irse a vivir en el recóndito corazón
de la jungla y sólo ocasionalmente se volvió a saber de ella.
Xalapa, Ver. México
29.05.16
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