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lunes, 7 de diciembre de 2015

LA STAR ESPAÑOLA Antonio Fco. Rodríguez A.

LA STAR ESPAÑOLA
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado




Antes de regresar a casa había que borrar evidencias, así que,  aún con miedo de ser atacados por los cocodrilos, bajamos a la laguna de Nixtamalapan y “Chico” lavó la mancha de sangre de su camisa blanca. Eran cerca de las dos de la tarde cuando salimos al pueblo por el camino del Hotel “Las Jacarandas” de los Llinas, más adelante, nos despedimos los tres jurando no decir nada de esto a nadie.

     Entre más me acercaba a mí casa más lentos y pesados sentía mis pasos, estaba muy arrepentido de lo que había hecho. Mi madre, igual que siempre, se encontraba sentada en la sala cuidando el negocio de las revistas. La saludé cómo si nada hubiera pasado y me fui a mí cuarto, intenté dibujar un rato pero no pude, mis ojos estaban anegados de lágrimas de coraje, impotencia y miedo.

     Muchas horas antes, de ese mismo día, esperé a que mi hermana Mary saliera de su cuarto, me metí rápidamente en él, abrí el ropero y tomé la pistola que le había regalado su novio José Capote. Una vez en mis manos no dejaba de admirarla, de soñar despierto, una pistola de verdad, una pequeña escuadra Star Española calibre 22, la cual cabía perfectamente en la bolsa de parche de mi pantalón, a mis 14 años me sentía soñado, todo un vaquero del Viejo Oeste. Así que salí a la calle y me encontré a mis amigos Tomás Montoya y a su hermano Francisco “Chico”, muy emocionado les mostré la pistola, les invité a usarla, y al poco rato ya íbamos los tres rumbo al monte a las faldas del Cerro Puntiagudo y del Volcán Nixtamalapan.

     Como si fuéramos niños con juguete nuevo, nos divertimos, alternando la pistola, le tirábamos balazos a las iguanas y a las aves y a todo aquel “blanco” que nos sirviera como diana para presumir nuestra puntería. Afortunadamente, para los pobres animalitos, los tres éramos malos tiradores.

     Estábamos tan absortos en nuestro regocijo, que no vimos de dónde surgió aquel tipo que de momento estaba ya junto a nosotros. Era un ranchero, de unos 30 años de edad, de tez prieta, de complexión recia, y de mirada adusta, el cual a modo de saludo nos preguntó:

- ¿Son ustedes de aquí?,
¡Sí, contestamos los tres!

-¿Saben quién soy yo?
¡No, les respondimos!

Nos contestó ¡Soy un ladrón! Y al momento de decirlo rápidamente y con fuerza me arrebató la pistola de la mano rompiéndole con la cacha de la misma la boca a “Chico”, nos dejó paralizados y cuando quisimos responder el ya huía entre el monte llevándose la pistola aún con balas. Lo que nos hizo desistir de ir tras él.

     Dos o tres días más tarde, mi hermana Mary se dio cuenta de la desaparición de la pistola y me preguntó por ella, le dije que yo no sabía nada. 


     Al día siguiente me pidió que la acompañara con una viejita cartomanciana que vivía a unas dos cuadras del “Cerrito”. Nos sentamos mi hermana y yo enfrente de la viejita, la cual tenía los dos ojos como espejos debido a sus cataratas y, que previo a una extraña plegaria sacaba y acomodaba las cartas del mazo, y a la vez, debido a su escasa visión, repasaba una a una con los dedos como queriendo cerciorarse de no estar equivocada. Interrumpió su lectura ritual, guardó una a una las cartas acariciándolas con gratitud por el secreto develado, se mantuvo en silencio un par de minutos como si meditara, y volteó hacia mí mirándome brevemente a través de sus dos lunas llenas, escudriñándome  creo hasta lo más recóndito del alma. Y como si saliera de un profundo trance respiró hondamente en medio de un par de convulsiones. Fue entonces que habló con voz pausada y convincente, diciendo:


     - ¡Señora, veo que tiene dos hermanos menores y, el más pequeño  fue quien sacó la pistola, se fue con unos amigos,  y un enviado de las fuerzas oscuras se las quitó! Y agregó:

     ¡Den gracias al cielo de que este demonio sólo se haya llevado la pistola y que no les hiciera más daño!

     El veredicto de la viejita me lleno de escalofríos, nunca pensé ser descubierto por este medio; pero lo que más temor me dio fue al describir ella la naturaleza maligna del tipo ese. Mi hermana también se impactó con la respuesta, tanto así que en lugar de regañarme me abrazó fuertemente y me llenó de besos.


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