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sábado, 5 de diciembre de 2015

EL ROBO Salvador Herrera García

EL ROBO
Salvador Herrera García


Todo está silencioso. Todo duerme. Hasta la luna alumbra semioculta entre las nubes. Los caminos blancos se recortan sobre el oscuro cuadro del pueblo sumergido en la noche. De unas que otras ventanas y rendijas se escapan tenues destellos del fuego de candiles y braceros hogareños, únicos testimonios de vida en el pueblo dormido.

     Por uno de los senderos polvorientos camina un hombre. Su paso es cansado y su sombra se proyecta fantasmal sobre la tierra seca y blancuzca. Los perros callan, no le ladran porque el silencio les robó el ladrido.

     El hombre se acerca a la primera casa, a la ventana por donde escapa la luz y de pronto se retira dejando solamente oscuridad. Se dirige a otra casa, a otra y a otra. Así, al paso del extraño caminante, todas las rendijas puertas y ventanas se hacen cómplices de las tinieblas…

     Ya el visitante camina por la última callejuela, apresura su andar y se pierde en la lobreguez de la barranca…

     Al amanecer, las veredas se pueblan de escuálidas figuras envueltas en jirones de rebozos. Como tristes y adoloridos fantasmas, las mujeres se reúnen a deliberar en la plaza barrida por el viento inclemente. Murmuran, buscan un consejo…

     Pero ¿Quién pudiera aconsejarlas? Sus hombres se fueron hace tiempo a buscar la fertilidad de otras tierras…Los ancianos han muerto…Dios no está; el templo fue cerrado hace años, cuando asesinaron al cura…

     Se sienten solas, despojadas, más míseras que nunca…Porque el fuego del hogar, el de candiles y braceros, su última pertenencia, les fue robado la noche anterior por un desconocido, que manchó la blancura de los caminos polvorientos con su siniestra sombra.


© SHG


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