¡ACOSO
SEXUAL!
Ya sabrán el por qué preferí
salirme de la fiesta antes que acostarme con la hija del dueño de la
finca. Llegué a ese lugar de Santiago
Tuxtla invitado por un amigo de ella, y como era mi primera vez con este grupo
de amigos de mi edad -de la secundaria-, yo era “el nuevo”, no niego que todos
me trataron muy bien, sobretodo ella, que se desvivía en atenciones conmigo. La
muchacha no era fea: nalgona, pechugona, cachetona y barrigona, ah pero con unas piernas gruesas y bien formadas y una linda y angelical sonrisa, aunque confieso que me dio miedo la manera en que me
tocaba casi todo el cuerpo al estar platicando conmigo, máxime cuando acercaba su rostro al mío y le veía la lujuria en los
ojos, mi amigo se daba cuenta de ello y parecía divertido al verme todo
sonrojado y, pícaramente me hacía señas
indicándome las recámaras que se encontraban cerca de nosotros. Todos los demás
se hallaban en la terraza cantando y tocando la guitarra alrededor de unas fogatas y, viendo como preparaban una rica barbacoa de
cochino. Mi amigo salió a alcanzarlos, y entonces ella casi jalándome de los
brazos me llevó a una de las recámaras, entrando a ella, cerró la puerta por
dentro, yo estaba muy nervioso, ella me abrazó y empezó a besarme, yo no me
sentía bien, ella no me gustaba pero no me atrevía a decírselo. Empezaba a desnudarse riéndose de
mí quizá pensando que yo era tímido o primerizo, en eso se escucharon unos
fuertes toquidos a la puerta y oímos el vozarrón que preguntó:
¿Hija estás ahí?
–¡Sí papá!
-¿Qué chingaos haces ahí? ¡Ven rápidamente
y atiende a tus amigos! ¡Carajo...!
Toda espantada me dijo: -¡métete debajo de
la cama, que no te vea porque te mata!
Se volvió a arreglar la ropa y salió de la
habitación.
Minutos después salí de mi escondite de la
cama, casi invisible como un fantasma abrí sigilosamente la puerta de la
habitación, me escurrí a la salida de la casa y, caminé 6 kilómetros en plena oscuridad, todo
picoteado de zancudos y tábanos, hasta llegar al pueblo, ahí esperé que pasara
un autobús y me subí en él rumbo a Catemaco. Entre más me acercaba a mi tierra
menos asustado me sentía.
Y esa fue la razón por la cual preferí
salirme de la fiesta, cualquier otra razón que les den no es cierta.
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