SERVICIO
SOCIAL IMSS COPLAMAR
ANTONIO
FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO
Me encontraba realizando mi Servicio Social, en una Unidad Médico Rural, en la comunidad de Santa Ifigenia, Villa de Cos, situada al noreste del Estado de Zacatecas. Es una zona semidesértica, sin árboles, acaso unos contados mezquites. La temperatura oscila entre 14 y 16 grados centígrados. La comunidad no contaba con energía eléctrica, ni servicio de agua potable. Regularmente llegaban unas pipas de CONAZA (Comisión Nacional de las Zonas Áridas) a surtir de agua el gran tanque comunitario y la pequeña cisterna de la clínica. No había suministro de energía eléctrica en un tramo mayor de 100 km de carretera. Llegando a la parada del ómnibus teníamos que caminar 6 km al poblado, la clínica era la primera edificación, seiscientos metros después iniciaba el caserío.
Vista enfrente de mi clínica. Imagen de Internet
Era obligado que el médico viviera y
permaneciera las 24 horas diarias, dentro de la clínica. De no hacerlo era
rescindido automáticamente. El único descanso disponible era un fin de semana
cada quincena. Un día a la quincena teníamos reunión con el Coordinador en una
Clínica Hospital de Campo (la cual contaba con las especialidades básicas y nos
apoyaba en caso necesario) en el pueblo minero de Concepción (Concha) del Oro,
Zac.
Clínica Hospital de Campo. Imagen de Internet
Como personal de apoyo tenía dos
asistentes médicas, Minerva Jesús de entre semana, y la “Güera” Ramona de fines
de semana y días festivos. Ellas cumpliendo su horario, se retiraban a sus
hogares. Ocasionalmente llegaba alguna voluntaria con motivo de aprender los primeros auxilios.
Y como siempre, el apoyo inesperado es el apoyo más valioso. Desde mi llegada tuve la fortuna de conocer, tratar y hacerme amigo de Valerio Hernández, agricultor, dueño de una de las dos tiendas de abarrotes, líder moral y benefactor de la localidad. Mejor amigo altruista... imposible.
Y como siempre, el apoyo inesperado es el apoyo más valioso. Desde mi llegada tuve la fortuna de conocer, tratar y hacerme amigo de Valerio Hernández, agricultor, dueño de una de las dos tiendas de abarrotes, líder moral y benefactor de la localidad. Mejor amigo altruista... imposible.
Tienda cercana a Sta. Ifigenia. Imagen de Internet
Es aquí, en el Servicio Social, donde el
médico adhiere a su cuerpo la inmaculada bata como si fuera una segunda piel. La
transformación es completa, es la apoteosis, al fin nos sentimos dignos hijos
de Apolo y de Esculapio, de Galeno y de Hipócrates, nos sentimos con el poder de
la Salud que es una gracia divina, para vencer por nosotros mismos a la gran mayoría
de las temibles y dolorosas enfermedades.
Y en efecto, en un giro de 360 grados nos
vemos atendiendo a centenas de pacientes enfermos, muchos de ellos graves por intoxicación, picados por víboras o alacranes,
deshidratados, fracturados, macheteados, crisis hipertensivas, psicosis, atención
de partos, etc.
Momentos en que cansados de atender las
consultas y las urgencias nos quedábamos aun cuidando la evolución de pacientes picados por víbora, con intoxicación
intestinal, o a mujeres en trabajo de parto.
Debido
a las precarias condiciones de las clínicas, y otras veces por la costumbre de
algunas personas de acudir ya que su mal se ha agravado, cuántas y cuántas
veces teníamos que improvisar para ayudar
y salvar al enfermo.
Una ocasión llevaron a una embarazada
primigesta, al parecer de 36 a 38 SDG (semanas de gestación) en pleno trabajo
de parto, sin ningún control prenatal previo. Al momento de “coronar” el
producto se aprecia que es una presentación de cara (lo usual es cefálico, de
cabeza). Todo un parto distócico (difícil), con mucho cuidado introduje mis
dedos índice y medio en la boca del bebé haciendo ligeras tracciones sobre el paladar en
cada momento que la madre tenía sus contracciones. Se obtuvo neonato de cerca de 2 kg de peso, temperatura
de 36°C, valorado con Apgar de 8 y Silverman de 1. Rápidamente lo envolví con
un sarape, lo metí en una canasta de unicel que usan para transportar las
vacunas, se mandó a buscar una camioneta para llevarlo a la Clínica Hospital de
Campo distante a una hora y media, y finalmente le cubrí los ojos con unas
vendas (para evitar abrasión corneal) y con un foco de una extensión que adapté
al acumulador de la camioneta le proporcioné calor al bebé. Llegando al
Hospital me reporté con el pediatra el cual lo llevó a una incubadora. Y momentos
después, platicando el caso con el ginecólogo, este comentó que ellos por
seguridad hubieran realizado cesárea.
Parto de cara. Imagen de Internet
Estaba por demás decir al ginecólogo que
también atendíamos partos por vía vaginal con presentación podálica (de pies) y
más raramente pélvico (de nalgas).
Así se trabaja en nuestras comunidades rurales,
a expensas de lo que halla y de la preparación e ingenio del médico.
Con esta narración quiero dar las gracias
en primer lugar a la Presencia Divina, a mi querida madre María Antonia
Alvarado Torres, y a todos mis grandes
maestros y amigos que influyeron y apoyaron para realizarme como médico.
Fuente de los Faroles Zacatecas. Imagen de Internet.
Buena labor Don Francisco, viví 10 años en la bella ciudad de Zacatecas y visité muchos de los pueblos vecinos, pude ver ese tipo de situaciones que usted menciona, las distancias, las carencias, entre otras cosas como la migración excesiva rumbo a los Estados Unidos en busca de mejorar la situación, pero mas me sorprendía la unión y calidad humana de sus habitantes. Trabajé en el desmonte para la siembra de maíz y chile en lugares como Chaparrosa, San Tiburcio y también en Villa de Cos, y tuve la oportunidad de ver como al llegar las fiestas patronales, la mayoría de los migrados a USA, enviaban recursos a sus pueblos para que estas se llevaran a cabo, primero que nada mandaban dinero para sus familias, luego para la fiesta del santo y un extra para invitarle las sodas a los amigos que no tenían para tomarse una. En varias ocasiones llevamos gente a los hospitales en nuestra camioneta de trabajo,esto solo por ayudar. También veíamos como los pueblos van quedando fantasmas poco a poco ya que se van quedando solos pues las nuevas generaciones no quieren trabajar mas la tierra, el que no se podía ir al otro lado, se decidía por Saltillo o Monterrey para hacer su nueva vida, quedando así solamente los viejos rancheros, gente autónoma que sobrevivía con sus cosechas, la crianza de cabras y pollos. Sin duda era todo un acontecimiento el que llegaran médicos a sus comunidades a prestar servicio. Felicidades por su trabajo, mi respetos y agradecimiento por su actividad por allá, también por su amor a la cultura y su contribución por medio de este blog. Saludos desde Coatzacoalcos, espero conocerlo algún día.
ResponderEliminarGracias por tu amable comentario amigo Píndaro, Ese año pasó para mí como si fuera toda una vida, excelentes personas y amigos entrañables, un Estado maravilloso y una de las más hermosas Capitales de México, Tantas y tan bellas anécdotas, inolvidables. Saludos y un fuerte abrazo.
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