Translate

domingo, 6 de septiembre de 2015

EL NIÑO ACÓLITO Antonio Fco. Rguez. A.

EL NIÑO ACÓLITO
ANTONIO FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO

Imagen de Internet


     En ocasiones me agrada recordar tantas vivencias de mi infancia y de mi juventud, como cuando fui acólito de la Iglesia en Catemaco,  creo que lo que me decidió hacerlo fue ver a mi hermano mayor y a unos amigos suyos, del colegio de monjas, ayudar como monaguillos al padre en las misas. Así me enteré que después de que se iba el padre, ellos se comían las ostias como si fueran ricas galletas. Con muchas penurias conseguí que me hicieran mi hábito, para después disfrutar la emoción de comer las ostias, y de pelearnos por ver quién tocaba las campanillas, y el día que me tocó hacerlo, una mañana de Semana Santa, me quedé dormido en plena misa, y al final de ella el padre me despertó, sin que yo las hubiera tocado nunca. 

     Todavía se daban misas en latín y las mujeres llevaban mantillas. Todos los días escuchábamos esas letanías (súplicas o rogativas):


Ora pro nobis (Ruega Por Nosotros)

Kyrie eleison (Señor, ten piedad de nosotros)

Christe audinos (Cristo, óyenos)

Miserere nobis (Ten piedad de nosotros)     


Imagen de Internet

     El padre, algunas  tardes pasaba a saludar a mis papás, y de ahí se metía en la cantina de la esquina de la cuadra a jugar domino y a tomar un par de cervezas. Como usualmente le gustaba andar en bicicleta, le pusieron de mote “Fray Bicicleta”.


     Una lluviosa mañana me tocó acompañarlo a oficiar misa en una ranchería conocida como “Colonia el Águila”, a las 7 de la mañana nos subimos a un “Rojo” un autobús de pasaje de segunda clase, y llegando vimos a orillas de la carretera a unas personas montadas en mulas que nos estaban esperando en el paradero, traían un par de mulas para nosotros, así que nos subimos en ellas e iniciamos un viaje en caminos montañosos y en plena lluvia, obvio decir, que el viaje fue demasiado incómodo, a puros tumbos, e intentos de caídas y se nos hizo interminable. Finalmente,  al llegar a una loma divisamos varias casas dispersas en una hondonada, en una de las casas que al parecer era la tienda principal anunciaban la visita del padre a través de un aparato de sonido. Las bocinas estaban colgadas arriba de un par de postes de gran altura.


Colonia "El Águila". Imagen de Internet

     Yo a duras penas me pude bajar de la mula, me dolían las piernas por lo cual caminaba cazcorvamente. Toda la gente de la localidad se acercó a recibirnos y nos invitaron a desayunar unos ricos frijoles, huevos con chile y tortillas hechas a mano, el estar casi pegados al fogón nos dio una buena sahumada y nos calentó tantito la ropa y el cuerpo, aunque no alivió para nada mí dolor de corvas.

    Al medio día se realizó la  misa en una palapa, la cual no pudo albergar a toda la gente, los que no cabían se protegían con palmas, hojas de apichi o algún pedazo de lona.  Al padre se le alargó la tarde pues todo mundo quiso confesarse. De esta manera nos ganó la noche, nos prepararon de comida cena un suculento caldo de gallina. 


     Las circunstancias nos obligaron a pernoctar en la localidad. Como entre un sueño o una pesadilla, no estoy muy seguro,  alcancé a ver que a él le ofrecieron dormir dentro de un jacalito, y acompañado de una muchachita para que lo cuidara o atendiera por si algo se le ofrecía. En tanto que a  mí, me mandaron a dormir arriba de una tarima, pero al ver que por unos agujeros salían tarántulas, corrí y me subí a una escalera que estaba recargada a la pared, y sentado en uno de los peldaños me quedé dormido.

















Imagen de Internet

   Un par de años después Diosito me recompensó todo el dolor y los miedos  que pase ese día, pues el padre pidió ser mi padrino de Primera Comunión.


     Mi padrino estaba muy orgulloso de mí porque a nadie le comenté nada acerca del sueño del jacalito.



No hay comentarios:

Publicar un comentario