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viernes, 18 de septiembre de 2015

OCELOTE, JAGUAR, BALAM Antonio Fco. Rguez. A.

OCELOTE
ANTONIO FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO
     

     De ocelotl.  Cierto felino (Felis pardalis) parecido al jaguar (Felis onca). El jaguar (del guaraní yaguar) recibió el mismo nombre de ocelotl y en maya se llamó balam. Es el animal más representativo entre los pueblos de Mesoamérica. La descripción que hacen de él se asemeja al retrato de un soberano moderno: el océlotl es “... noble, principesco, se dice. Es el señor, el dueño de los animales. Es prudente, sabio y orgulloso...” De hecho, el rey consumía un caldo de carne de jaguar con el fin de volverse valiente y obtener honores. Existen representaciones de él lo mismo entre los olmecas que entre nahuas o mayas. Acompañó a los hechiceros y a los guerreros. Fue uno de los representantes de las eras cosmogónicas nahuas. Ideológicamente estuvo ligado a las fuentes del agua y a la fertilidad de la tierra, pero también se creyó que una parte de su ser estaba relacionada con la oscuridad y la bestialidad. Su piel moteada representó para los mayas el cielo estrellado, aunque también pertenecía al inframundo. Décimocuarto de los 20 signos del calendario. Entre los mayas el signo equivalente recibía el nombre de Hix, “luna” y entre los zapotecas el de Gueche, “jaguar”.



     Dios jaguar. Por su presencia, belleza, fuerza, sabiduría y nobleza es todo un príncipe, un soberano, es el señor, el dueño del monte y de los animales, de las fuentes, cuevas y cavernas llenas de agua, del mundo nocturno y subterráneo. Su rugido recordaba al ruido que producían los terremotos. Ideológicamente estuvo ligado a las fuentes del agua y a la fertilidad de la tierra, pero también se creyó que una parte de su ser estaba relacionada con la oscuridad y la bestialidad, su piel representaba el cielo estrellado, y a través de sus fauces abiertas, semejantes a cuevas, representaba la entrada del inframundo y del cielo. Emblema del poder real, acompañó a los hechiceros y a los guerreros.



     Covarrubias, en relación a la representación de la figura de un ser jaguar que tiene varias modalidades opina de éste como “símbolo de fuerzas naturales…como un dios y como un ancestro”, una divinidad conectada con la lluvia y con la fertilidad, y en ella encuentra la génesis de todas las deidades mesoamericanas que tienen aparentemente rasgos felinos.



     Bernal (1968: 136) y (1978: 210-211), opina que los  monolitos o figuras sólo representan “todo el culto al jaguar” el tótem y el jefe supremo; hasta los propios altares son jaguares, empero, la iconografía olmeca tiende a demostrar la presencia de una serie de dioses que serían los antepasados de los ya conocidos en Mesoamérica. En cambio, está presente con toda su fuerza la idea de animales-hombres o de hombres-animales fantásticos, que asocian rasgos humanos con los de uno o más representantes de la fauna o varios animales combinados que forman un solo monstruo. Estas versiones giran alrededor del complicadísimo concepto del nahual.



     Espejo (1994:245) comenta que quien posea los colmillos de este felino y los use como collar, tendrá el poder físico asegurado, puesto que nunca será derrotado por nadie.



   
     El nombre de ocelote quedó finalmente para designar al Felis pardalis.















     Tomado de mi libro Los Tuxtlas nombres geográficos pipil, náhuatl, taíno y popoluca. Analogía con las Cosmologías de las culturas mesoamericanas. Incluye diccionario de localismos y mexicanismos. Ediciones Culturales Exclusivas. 2007. Boca del Río, Veracruz, México.



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