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sábado, 19 de septiembre de 2015

MASAKAMEJ Antonio Fco. Rguez. A.

MASAKAMEJ
ANTONIO FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO


     Sierra Norte de Puebla. Imagen de Internet
     Del náhuatl maxac, muslo + sufijo me o mej, plural: “Muslos”.  Son los duendes o seres demoníacos de la sierra norte de Puebla. Llamados también miktankayomej o habitantes del Miktan (Mictlán). Probablemente deriven de algunas de tantas criaturas sobrenaturales que poblaban el universo cultural prehispánico. Sahagún, por ejemplo, refiere ciertas apariciones de Tezcatlipoca que, bajo diversas máscaras y durante la noche, asustaba a los caminantes. De acuerdo al sincretismo religioso actual se cree que alguna vez fueron “cristianos” pero cuyo móvil y sentimiento fundamental en la vida fue la envidia; digamos que en el nivel nocional son concentraciones de envidia. Y es por eso también que no duermen nunca, nunca descansan. Pero es sólo durante las noches en que Jesucristo les permite salir para que se dediquen a burlarse de los que andan por las solitarias veredas serranas, asustándolos o provocándoles accidentes. Cristo quiso también advertir a sus “criaturas” de los peligros que corrían quedando a merced de estos seres y por eso los anuncia, con el canto del gallo, los tiempos de peligro una vez entrada la noche (7.00 p.m.) y de seguridad con el amanecer (7:00 a.m.).
  

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     Los masakamej tienen el poder de la metamorfosis, por lo que aparecen como changos pequeños que andan en grupo y son muy bailarines; otras veces se convierten en hombrecitos gordos “…y cuando salen se alumbran con puras velas, de noche ya vienen con sus luces y hacen perder el camino por donde va uno. Les gusta hacer maldad nomás de puro cabrones. Son envidiosos esos cabrones, sí” (Prócoro Hernández, 17.IV.85). “Todas las noches, allá lejos, en aquella lomita, los puedes ver. Llevan muchas luces prendidas y se mueven de un lado para otro; pero si vas para allá a donde están, se desaparecen y ya no ves nada” (Magdalena Landero, 7.X.83). Y otras veces más se dejan ver como un hombre inmenso, de color negro, prominentes cachetes, abundante vello en la cara y, en la cabeza, un gran sombrero.


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     Uno de los modos más eficaces para combatirlos, cuando se les encuentra, es con el humo del tabaco. Y es por eso que la mayoría de los viajeros nocturnos llevan consigo cigarros de hoja para encenderlos en el momento preciso y formar una nube de humo que los acompañe en las solitarias veredas. Al tabaco, por sus propiedades estimulantes y terapéuticas, se le ha atribuido desde tiempos remotos, poderes sagrados; en la simbología mágico-religiosa mexica se le representaba alegóricamente como gran sacerdote, como pontífice, o el que tiene el don de manejar los poderes divinos en la tierra. Aramoni (1990: 158-159).  

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     Existe además, según Signorini y Lupo (1989: 86-88), otro tipo de mazakame los cuales viven en las cuevas en forma de murciélagos, de donde salen para atacar dentro de sus viviendas a quienes duermen, chupándoles la sangre, y según la cantidad de ésta chupada,  les provocan  la muerte o la enfermedad, deduciendo esta última por la presencia de moretones en el cuello y los miembros  y por la deficiencia de estímulos vitales, es decir, astenia, inapetencia, somnolencia, etc. El objetivo predilecto de estos mazakame son, desde luego, los niños, por ser más vulnerables y poseer una sangre más dulce.  Se dice que al igual que los brujos-vampiros zapotecas juegan a tirarse unos a otros a los niños como si fueran pelotas. Para escapar a su amenaza es suficiente poner el pensamiento en Dios e invocar su nombre.



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     Tomado de mi libro Los Tuxtlas nombres geográficos pipil, náhuatl, taíno y popoluca. Analogía con las Cosmologías de las culturas mesoamericanas. Incluye diccionario de localismos y mexicanismos. Ediciones Culturales Exclusivas. 2007. Boca del Río, Veracruz, México.



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