MASAKAMEJ
ANTONIO
FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO
Sierra Norte de Puebla. Imagen de Internet
Del náhuatl maxac, muslo + sufijo me o mej,
plural: “Muslos”. Son los duendes o
seres demoníacos de la sierra norte de Puebla. Llamados también miktankayomej o
habitantes del Miktan (Mictlán). Probablemente deriven de algunas de tantas
criaturas sobrenaturales que poblaban el universo cultural prehispánico.
Sahagún, por ejemplo, refiere ciertas apariciones de Tezcatlipoca que, bajo
diversas máscaras y durante la noche, asustaba a los caminantes. De acuerdo al
sincretismo religioso actual se cree que alguna vez fueron “cristianos” pero
cuyo móvil y sentimiento fundamental en la vida fue la envidia; digamos que en
el nivel nocional son concentraciones de envidia. Y es por eso también que no
duermen nunca, nunca descansan. Pero es sólo durante las noches en que
Jesucristo les permite salir para que se dediquen a burlarse de los que andan
por las solitarias veredas serranas, asustándolos o provocándoles accidentes.
Cristo quiso también advertir a sus “criaturas” de los peligros que corrían
quedando a merced de estos seres y por eso los anuncia, con el canto del gallo,
los tiempos de peligro una vez entrada la noche (7.00 p.m.) y de seguridad con
el amanecer (7:00 a.m.).
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Los masakamej tienen el poder de la
metamorfosis, por lo que aparecen como changos pequeños que andan en grupo y
son muy bailarines; otras veces se convierten en hombrecitos gordos “…y cuando
salen se alumbran con puras velas, de noche ya vienen con sus luces y hacen
perder el camino por donde va uno. Les gusta hacer maldad nomás de puro
cabrones. Son envidiosos esos cabrones, sí” (Prócoro Hernández, 17.IV.85).
“Todas las noches, allá lejos, en aquella lomita, los puedes ver. Llevan muchas
luces prendidas y se mueven de un lado para otro; pero si vas para allá a donde
están, se desaparecen y ya no ves nada” (Magdalena Landero, 7.X.83). Y otras veces
más se dejan ver como un hombre inmenso, de color negro, prominentes cachetes,
abundante vello en la cara y, en la cabeza, un gran sombrero.
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Uno de los modos más eficaces para
combatirlos, cuando se les encuentra, es con el humo del tabaco. Y es por eso
que la mayoría de los viajeros nocturnos llevan consigo cigarros de hoja para
encenderlos en el momento preciso y formar una nube de humo que los acompañe en
las solitarias veredas. Al tabaco, por sus propiedades estimulantes y
terapéuticas, se le ha atribuido desde tiempos remotos, poderes sagrados; en la
simbología mágico-religiosa mexica se le representaba alegóricamente como gran
sacerdote, como pontífice, o el que tiene el don de manejar los poderes divinos
en la tierra. Aramoni (1990: 158-159).
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Existe además, según Signorini y Lupo
(1989: 86-88), otro tipo de mazakame los cuales viven en las cuevas en forma de
murciélagos, de donde salen para atacar dentro de sus viviendas a quienes
duermen, chupándoles la sangre, y según la cantidad de ésta chupada, les provocan
la muerte o la enfermedad, deduciendo esta última por la presencia de
moretones en el cuello y los miembros y
por la deficiencia de estímulos vitales, es decir, astenia, inapetencia,
somnolencia, etc. El objetivo predilecto de estos mazakame son, desde luego,
los niños, por ser más vulnerables y poseer una sangre más dulce. Se dice que al igual que los brujos-vampiros
zapotecas juegan a tirarse unos a otros a los niños como si fueran pelotas. Para
escapar a su amenaza es suficiente poner el pensamiento en Dios e invocar su
nombre.
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Tomado de mi libro Los
Tuxtlas nombres geográficos pipil, náhuatl, taíno y popoluca. Analogía con las
Cosmologías de las culturas mesoamericanas. Incluye diccionario de localismos y
mexicanismos. Ediciones Culturales Exclusivas. 2007. Boca del Río, Veracruz,
México.
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