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lunes, 31 de marzo de 2014

LA PLANTA Martha Blanco Rugerio

LA PLANTA
MARTHA BLANCO RUGERIO




La espera ha sido larga, es difícil precisar el tiempo, es relativo, importa el logro. Hablar durante horas mientras los días, los meses pasan… ¿Y si adoptamos un bebé? Marisa, acurrucada y adosada a la espalda de Ricardo, ha estado repitiendo en silencio la pregunta sin atreverse a darle voz. Piensa en ello y le parece que es posible pero tiene miedo, no es que nunca lo hayan hablado entre ellos, pues parecía una posibilidad lejana, como si no estuvieran haciendo planes sobre su vida futura, era sólo imaginar tener un hijo. Ahora se han hecho más frecuentes y prolongados los silencios entre ellos y han evitado tocar el tema porque ambos piensan lo mismo: las posibilidades del hijo biológico han sido agotadas, al menos hasta donde sus recursos lo permiten. Ya no son tan jóvenes, sobre todo ella para ser madre primeriza.

     A veces se da cuenta que es más importante el hecho de tener o no tener hijos. Ricardo la apoya y secunda aunque no sea una necesidad para él. ¿Será el instinto maternal? ¿El condicionamiento hacia la realización como persona a través de la maternidad? Se siente confundida, imagina su vida futura sin hijos y a veces le parece cómoda, disfrutable, se siente libre… pero otras veces le asusta no darse continuidad, hacer una familia.

     ¿Y si adoptamos un bebé?

     Por fin lo ha dicho. Se separa de Ricardo, se incorpora y le dice: - Tenemos que tomar una decisión, Ricardo. Nosotros podemos amar, atender y cuidar a un bebé, a un niño, porque queremos hacerlo… y hay tantos niños que requieren ser amados y protegidos.

     Ricardo permanece en silencio unos minutos, Marisa espera… Cada quien tiene su ritmo y su tiempo.

     - Yo he investigado y sé que tienen que hacerse trámites, concertar entrevistas, incluso pasar exámenes para ser aceptados como padres adoptadores. Si eso es lo que hay que hacer, estoy dispuesto – dijo Ricardo.

     -  Gracias mi amor, gracias por apoyarme y por tu disposición. Lo abraza y lo besa.

     Están decididos. Inician trámites, papeleos, entrevistas, esperas. Han recurrido a un centro especializado en adopciones, esto ha sido el principio porque después de varios meses de ansiedad y frustraciones apareció la otra oportunidad. Al platicar con la trabajadora que dos veces por semana ayuda en la limpieza y mantenimiento de la casa, ésta le contó que algún familiar, amistad o conocido había dado a su hijo recién nacido a una familia que podía ofrecerle mejores condiciones de vida, y como una manera de resolver sus propios problemas. Parecía tan sencillo. Hay que estar en el hospital cuando la madre inicia su trabajo de parto, estar cerca, disponible, y cuando le dan de alta, se da el intercambio en el estacionamiento: te entrego a mi bebé, que no puedo o no quiero tener conmigo, te entrego la posibilidad de seguir adelante. Esto es sencillo, sin papeleos ni compromisos, ni escenas emocionales. Adiós.

     Adiós.

     Muchas de las llamadas adopciones no son tales, a veces dicen “el niño fue regalado”. De alguna manera si es un regalo, algo que te es dado porque se espera que lo disfrutes y cuando lo recibes es motivo de júbilo. Hay ocasiones en que no sabes qué hacer con el regalo. Lo que hay que hacer es llevarlo al Registro Civil para tener un acta y que sea tu hijo. De momento esto te hace sentir más segura, ya todo está solucionado. Claro, los familiares y amigos saben la verdad, pero son discretos y se mantienen al margen… y con el tiempo van olvidando.

     El bebé va creciendo y la familia se vuelve muy sensible a las similitudes o diferencias con su mami o su papi, las dudas aumentan, decirle la verdad en el momento oportuno o, al contrario, ocultarlo como el secreto que nunca se revelará.

     Marisa y Ricardo no han decidido qué hacer y han dejado abierta la cuestión, ya verán, según se vayan dando las circunstancias.

     Su hija ahora tiene tres años y asiste a una guardería particular. Los reportes en general son favorables, pero Nilda a veces se hace pipí, es muy estreñida y melindrosa y está baja de peso.  Existe sobreprotección y en Marisa hay muchos temores de que se lastime, de que se haga daño, de que los demás no la acepten, de que se pueda sentir rechazada. Ricardo a veces tiene que insistir con ella para que se relaje y tome conciencia de que son sus temores y no lo que Nilda experimenta. Marisa se da cuenta y decide observar los logros de su hija. Es una niña  despierta, observadora, con aptitudes lingüísticas, le gusta dibujar. Obtiene atención y cuidados cuando están con ella porque ambos trabajan y sobre todo Marisa no puede evitar cierto sentimiento de culpa por las horas en que está fuera de casa, lo que trata de compensar poniéndose a disposición de la niña.

     Marisa ha tenido problemas de insomnio. Está muy cansada y no puede conciliar el sueño porque le parece que en cualquier momento Nilda va a necesitarla. A veces la niña despierta y la llama pero vuelve a dormirse sin mayor problema. Ricardo parece distante, poco involucrado y a veces aburrido. ¿Qué pasa?, se pregunta Marisa con ansiedad creciente, algo no está bien. Después de darle vueltas al asunto busca asesoría profesional.

     Primero va a consulta ella sola y después con la presencia de Ricardo también. Al cabo de varias sesiones se toma el acuerdo de manejar la verdad con la niña, en compañía de la terapeuta. A Nilda le han dicho que irán a ver a una maestra que le gusta mucho platicar con los niños. Ella va contenta, le gusta mucho salir con sus papás.

     - Hola, Nilda, qué gusto conocerte. Ya conocía a tus papás y ellos me han platicado de ti. Yo me llamo Alicia.

     Después de un rato de interactuar con la niña y de poner a su disposición algunos lápices de colores y hojas de papel, aparentemente se desentiende de ella y se pone a platicar con los padres acerca de la guardería a la que asiste y de algunos de sus amiguitos, momento en el cual la niña toma la palabra, ya está interesada. Al concluir la sesión y despedirse quiere saber cuándo regresará.

     Las sesiones se van alternando, a veces sólo con los padres, a veces con la niña o la madre y la hija, y de esta manera se va preparando el terreno para introducir la palabra adoptar.

          En la oficina había algunas macetas con plantas y Alicia les platica que es muy divertido ir al lugar donde venden plantas y elegir la que más te gusta para adoptarla, cuidarla, regarla, ponerla donde le dé el sol. Nilda se entusiasma. A la semana siguiente regresan ambos padres. La planta que estaba en una hermosa maceta era frondosa, de hojas redondeadas y se llamaba Cari. El primer paso en el manejo de la adopción está dado. Se incluye el término adopción como sinónimo de elección, cuidado y alegría. Paralelo a esto, Marisa reporta mayor tranquilidad y bienestar en general en la familia.

     Llega el momento en que Alicia anuncia a Nilda que papá y mamá le contarían la historia de cómo la adoptaron a ella. Parecía increíble que algo tan temido y pospuesto, de repente fuera fácil y sencillo, estaban hablando de amor y eso siempre ha estado presente. No entraron en muchos detalles y la niña tampoco preguntó más cosas.


     El tema queda de lado por un tiempo y cuando surgen preguntas o comentarios se atienden con naturalidad y no parecer angustiar a nadie. Tal vez más adelante fuera necesario retomar el tema y la asesoría, pero las bases ya están bien puestas y son firmes.


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