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sábado, 17 de diciembre de 2016

EL CERRITO Y LA CUEVA DEL TESORO Antonio Fco. Rguez. A.

 “EL CERRITO” Y LA CUEVA  DEL TESORO
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

"El Cerrito" Foto de Samanta Torres

Me acuerdo, cuando era niño, me decían que debajo del pequeño cerro, conocido como “El Cerrito”, que quedó integrado dentro de la población había una cueva, en la cual se encontraba un tesoro de joyas de oro y piedras preciosas. Se sabía de dos personas que habían desparecido buscando la forma de encontrar la entrada a esa misteriosa cueva. Aunque también, se sospechaba que una tercera persona había ingresado y escapado de ella, y desde entonces fue víctima de una gran locura que lo llevó a morir ahogado en el lago de Catemaco, tratando de encontrar una lancha de oro macizo en sus profundidades.


Imagen de Internet
     
     La viuda de la víctima comenta que él se despertaba varias veces en la noche delirando sobre la áurea lancha, y corría al lago, seguido y detenido por sus hijos para que éste no se ahogara.
    

     La noche del siniestro, se confiaron en que le habían dado medicamentos para dormir por varias horas. Tan obnubilado despertó que sin hacer ruido y con un caminar cansino se dirigió al lago.


     Tiempo después, algunas personas, que creyeron en la obsesión del ahogado, hicieron un “barrido” sobre el lecho lacustre sin hallar la referida lancha o algún otro tesoro.


     Se buscó el apoyo de especialistas en rabdomancia quienes explorando con varas y péndulos tampoco tuvieron suerte.


     Una noche, un policía al hacer su ronda nocturna alrededor del “Cerrito” observó que una gran culebra despareció a través de un agujero en el suelo. Espantado no se acercó al orificio, pero aventando unas piedras lo dejó marcado. Y espero que amaneciera para dar su parte al comandante de la policía.


     Cuando llegaron al sitio marcado por las piedras, no encontraron agujero alguno, por lo que pensaron que el guardia lo había imaginado y se dio el caso como cerrado a la investigación.


     El guardia convenció a uno de sus yernos para que lo acompañara con pico, pala, una soga, machete y un par de linternas. Y  cuatro noches después estaban en este lugar. Al ubicar el sitio del probable agujero empezaron a golpear con el pico y para su asombro, el suelo se desmoronaba fácilmente dejando ver unos escalones de cantera. Alumbrándose con sus linternas descendieron por ellos hasta llegar a un rellano en donde encontraron restos de un par de esqueletos humanos. 


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     El escalonado continuaba bajando. Un ruido semejante a una fuente de agua los hizo seguir su camino. Metros adelante encontraron un manantial de donde fluían cristalinas aguas minerales, cuyos gases, enturbiaban la luz de las lámparas y les dificultaba la respiración, y los atolondraba. Se sintieron tan mal que decidieron regresarse, pero unos reflejos metálicos y dorados, los reanimó a continuar adelante. 


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     El piso de cantera se había convertido en el lecho resbaladizo y mohoso de una creciente cascada. Ataron la cuerda a una saliente en la pared y agarrados a ella siguieron bajando, con mayor dificultad. El agua empezaba a llegarles arriba de la cintura. Un fuerte gruñido que se magnificó con el eco que rebotada de todas las paredes y el techo, los espantó de tal manera que se soltaron de la cuerda que les aseguraba el regreso.  Cayeron en un recinto completamente iluminado por arcoíris formados por miles de destellos que se desprendían de un sinfín de joyas de oro, plata, corales y piedras preciosas. Intentaron alcanzar algunas joyas pero fueron expelidos por una fuerte corriente, y detrás de ésta  apareció una descomunal boa con las fauces tan abiertas que amenazaba con tragarlos enteros. 


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     Ellos aprovechando la fuerza de la corriente nadaron a favor de ella tratando de librarse de la serpiente. La boa cerró sus arcadas tragándose por completo al yerno y dejó huir al suegro, éste nadó con todas sus fuerzas buscando la salida, sin percatarse en su desesperación de que nadó por encima de la lancha de oro. 


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     Salió a la superficie del lago, tomó todo el aire que pudo, y con un esfuerzo sobrehumano alcanzó a llegar a la orilla, perdiendo el conocimiento y estando en peligro de morir por las fuertes olas que golpeaban y rebotaban de su cuerpo. Unos pescadores lo vieron y sacándole una gran cantidad de agua ingerida, lo reanimaron.


     Todos reconocieron al policía del pueblo, pero éste no reconoció a nadie.


     Había perdido por completo la memoria…




Xalapa, Ver. 17.12.16




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